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EL SER SOCIAL

            El texto extraído del libro “Adolescencia y paternidad” sin duda es aleccionador y resulta muy cercano por los ejemplos que muestra, pues de una forma u otra los hemos protagonizado todos alguna vez. En la reflexión he querido mostrar mi punto de vista desde tres perspectivas. En primer lugar el ámbito social del ser humano. En segundo lugar la vida en pareja, y finalmente lo que respecta a la educación de un hijo; aspecto que habremos de tener en cuenta como educadores.           

Nadie discute que somos seres sociales, que aprendemos los unos de los otros y que el conflicto es inherente al ser humano. Respecto a la conducta social, ya en la etapa de educación infantil se educa para crear una conciencia del grupo, manifestando que responder a las necesidades individuales no es incompatible con las necesidades del resto. Ha existido siempre una tendencia a evitar el conflicto en vez de abordarlo y aprender de él para crear herramientas sociales y un nivel de autoconciencia que se adapte a las circunstancias.

El medio envía constantemente información para que el individuo acomode su conducta y sus esquemas mentales que influyen en el comportamiento social. Estamos habituados a procesar información que viene del exterior, y el exterior no lo constituyen sólo los objetos sino la relación con los demás. La diferencia que existe entre los objetos y la información social, aunque los procesos que actúan son los mismos, es que mientras la realidad inerte puede ser predecible, las personas a las que percibimos también acomodan y asimilan el mundo y por tanto, inciden sobre él. El dicho “Dios los cría y ellos se juntan” deja de tener ese carácter aleatorio de encontrar medias naranjas para ser, sencillamente, la semejante forma de interpretar lo que nos rodea.

Siguiendo con el ámbito social del ser humano, un aspecto que todavía no he citado es el concerniente a los roles sociales. El ser humano es un núcleo integrador de roles sociales (padres, hijos, esposos/as…). Cada rol influye en nuestro carácter, por tanto, a mayor coherencia entre los diferentes roles mayor estabilidad en el comportamiento, dando lugar a una personalidad más firme, ya sea en lo positivo como en lo negativo.

Consecuencia de la armonía entre los diferentes roles reflejados en los contextos en los que actúa una persona, y la influencia del ambiente en el desarrollo, hay teorías como la de VygotsKy que se interpretan como reversibles, es decir, somos moldeados por el ambiente y esto tiene ventajas desde el punto de vista clínico. Pero si el medio, desde todos los ámbitos (familia, amigos, entorno laboral…) te devuelve la misma información, es más costoso modificar el comportamiento. De ahí que ante determinados problemas de integración se tienda a huir tratando de borrar las huellas que tan fijamente han tallado los demás en el ser humano como ser social.

Desde las interpretaciones mutuas se puede ver la influencia de los demás en la percepción de nosotros mismos. Tanto es así que tras el discurrir de los años nos vemos más jóvenes a nosotros mismos que a desconocidos de la misma edad, porque con quienes nos relacionamos forman parte de nuestra vida, del pasado, y la interpretación recíproca parece haber quedado anclada en “aquellos maravillosos años”.

Después de haber expuesto las relaciones en general, abordaré la pareja como un nivel más concreto de interacción.

En la relación de pareja la dependencia es una losa que anula la personalidad de quien la practica. La confianza de verse bajo el amparo del otro crea un bienestar que, a largo plazo y practicado con frecuencia, desprovee a la persona de su capacidad de interactuar, así como de aprender para y con la vida. Es como si se desaprendiese generando desconfianza en uno mismo, una fase desde la teoría de Erikson más que superada cronológicamente en la adultez (en principio).

El síntoma de una relación saludable no es la ausencia de conflicto, sino la forma de abordarlo. Estar siempre de acuerdo es fruto de que uno de los dos ha abandonado su punto de vista para pensar desde la otra persona.

Siguiendo con la vida en pareja, en lo que respecta a compartir tiempo como aspecto esencial para la convivencia, existe una “tópico??? sobre la cantidad de divorcios que se producen tras las vacaciones, precisamente por aumentar el tiempo de exposición mutua en comparación al resto del año. No sé si es cierto. Tal vez sea un rumor o una tontería que como gracia se manifiesta para dar pie a la solidaridad entre los del mismo género para criticar a los del opuesto. He sido testigo de personas que aprovechan cuando no están con sus parejas para criticarles, y curiosamente, surge una competitividad para mostrar públicamente quién es el/la que procede de la peor forma. El objetivo es el autoensalzamiento a costa de degradar al compañero/a.

Por otra parte, el hecho de minimizar otras actividades en beneficio de la pareja es algo relativo. Si uno consiente y apoya dependientemente al dominante a costa de la individualidad, no tiene por qué ser perjudicial para la relación; en todo caso va en detrimento de uno de los dos. Se podría reducir a “dos no discuten si uno no quiere”, lo que no implica que sea malo discutir o bueno no discutir.

En lo que continúa me centraré en la educación de un hijo y en los niveles de conciencia que hasta ahora no he mencionado.Coincido con el autor en lo que respecta a las connotaciones negativas de palabras como “poder, autoridad y control”, que sin embargo son importantes para la educación de un hijo. Esta forma de proceder como padres es la que propicia seguridad en el niño, que no está desarrollado socialmente por no tener tantas experiencias. Si por el contrario es el niño quien manda en casa, esa seguridad se desvanece porque en sí el menor está carente de dicha seguridad por “no estar hecho”, con perdón de la expresión y considerando ¿terminamos alguna vez de hacernos teniendo en cuenta la constante interacción a la que estamos expuestos?

Hoy en día hay una tendencia errónea, por lo que veo en mis alumnos, y una mala forma de proceder desde la consideración de que los padres son amigos de los hijos. Unos padres son unos padres, y los amigos ya se encarga el niño de descubrirlos. Si partimos de una permisibilidad educativa sólo se aprende a exigir, incluso el bebé. Me ha hecho gracia un anuncio actual cuya canción es “todos queremos más”, y entre varios actores sale un niño que demanda más comida a pesar de estar saciado. Si lo que pedimos lo conseguimos no nos cansaremos de ganar más de lo que necesitamos.

No podemos acelerar la responsabilidad de un hijo, aunque hay culturas como la estadounidense, en las que se promueve la emancipación temprana si la comparamos con España. Actuar así puede crear la autoimagen de ser adulto cuando todavía no se es, y se puedan producir circunstancias como un embarazo no deseado de los que cada vez se dan más casos, “que no por mucho madrugar amanece más temprano”.

Cada cosa a su tiempo. Pensar así me ha repercutido negativamente cuando he informado a algunas familias sobre lo prematuro de un noviazgo con 11 años y la respuesta ha sido que ellos, los padres, también se enamoraron muy jóvenes. Pero la sociedad cambia y no parece que seamos conscientes de ello. El nivel de exigencia aumenta, la competitividad está latente y si acostumbramos a nuestro hijo a la no exigencia no le estamos dando herramientas para esa adaptación.

Me ha gustado el ejemplo de la relación de Alicia y Ana para entender los grados de conciencia y cómo variamos nuestros principios en función del contexto en el que se apliquen. En el caso antes citado, el 4º orden de conciencia supone modificar unos principios en pro de fortalecer las relaciones humanas. Somos capaces de crear unas expectativas sobre lo que supondrían algunos comportamientos y, por tanto, modificar dichos principios para que las expectativas no se cumplan, sobre todo si tienen consecuencias negativas. Alicia miente u omite información a su hija para evitar perjudicar a ésta con respuestas inoportunas o deteriorar la relación que hay entre ambas. Aunque considero que hay situaciones en las que la respuesta que se requiere es tan inmediata que no podemos detenernos a analizar los pros y contras; y el camino que se toma es de la autoprotección.

Inconscientemente abrimos las puertas a mecanismos de defensa aunque suponga, por ejemplo, mentir. Estos comportamientos, supongo, que son remanentes del egocentrismo que tuvimos en un periodo de nuestro desarrollo, el preoperacional, pero llevado a un nivel mucho más complejo influido por el aprendizaje social y las consecuencias que éste tiene sobre nosotros. O tal vez no se trate de un remanente sino que pueda explicarse a través del psicoanálisis de Freud, del limite entre nuestras preferencias y los valores o relaciones sociales. Este mecanismo de autoprotección no tiene por qué tener consecuencias positivas, de hecho, si “metemos la pata” nos preguntamos “por qué hice lo que hice” cuando somos testigos del desenlace de nuestros comportamientos.

Tener cuatro órdenes de conciencia implica dar respuestas coherentes a problemas. Las expectativas y el aprendizaje de situaciones concretas hace que las relaciones entre nuestras abstracciones estén en sintonía, porque obtener una solución ante determinados contextos, genera rapidez de respuesta y la seguridad de conseguir el objetivo. Sin embargo, en nuevas circunstancias podemos acertar o errar.

Aún así los 4 órdenes de conciencia suponen un análisis minucioso de nosotros mismos, los demás y nuestros ideales que nos reafirmarán cuando las circunstancias son conocidas. Ante nuevas experiencias, los procesos psicológicos básicos en el procesamiento de la información acaparan más información que la reflexión social.

Es empleada la frase “piensa antes de actuar”, pero la inmediatez se rige prioritaria al pensamiento. Siguiendo con el símil que hace el texto sobre la transmisión automática y sincrónica, la persona acostumbrada a reflexionar se adaptará más al contexto porque habrá generado más mecanismos para intervenir que aquella que obra instintiva o cómodamente.

El conocimiento que tenemos de la realidad social está asentado como el que tenemos sobre la suma, pero mientras la suma es un procedimiento que no cambia, la realidad social está en continua transformación y, sin embargo, la construimos como algo estático. Así ocurre cuando hacemos atribuciones causales como ver en un anuncio de dentífrico a un actor con bata blanca y pensamos que es un dentista porque nos dejamos llevar por heurísticos.

También se relaciona con la inmediatez la educación que muchos padres están brindando a sus hijos porque se culpabilizan de no atenderles suficientemente. Pasan mucho tiempo fuera de casa y esto les crea tanto malestar, que al llegar optan por consentir todos los caprichos. Este sentimiento de autocastigo rápidamente es captado por los niños que no dudarán en utilizarlo para conseguir sus propósitos.

Estos padres no se detienen a analizar la falsa imagen de la realidad que están mostrando a una mente todavía virgen de experiencias sociales. Priorizan la autocomplacencia y sentirse queridos por sus hijos (ni el tercer orden de conciencia) que analizar la realidad fríamente y mostrarles el afecto con más atención. De ahí que esté de acuerdo con Miller en que hay un niño dentro de un adulto. De seguir en esta línea, si los padres tienen un niño dentro aún habiendo tenido una infancia normal, los padres del futuro tendrán una guardería.

 Aunque parezca una burla realmente es algo que me preocupa por lo que veo cada día en la escuela: defensa incondicional del niño haga lo que haga, descalificación y desprestigio del docente… Es aquí donde entra la educación para la ciudadanía. O al menos tengo esperanzas en ella. Tal vez este tipo de enseñanza se convierta en otro orden de conciencia.

1 comentario

Alejandro -

Hola

Largo comentario.

Espero que tras la última clase, quede más claro qué es lo que entendemos por orden de conciencia (según Kegan), hay veces que no estoy seguro de si entiendes lo mismo que se plantea en el capítulo.

Si cursas la asignatura de DEsarrollo de Programas de Habilidades Sociales alguna vez, tendrás ocasión de profundizar en muchas cuestiones de las planteas, especialmente qué es eso de adaptarse a un contexto social determinado, o al menos, ser capaz de interpretar un contexto determinado, o al menos (y normalmente pasado por algo) ser capaz de identificar qué es un contexto. Gran tema este.

Y para esto el orden de conciencia en el que se esté proporcionará unos matices de percepción, unas posibilidades determinadas.

El texto habla hasta 4 órdenes, pero hay uno más. Lo importante es que en un contexto de pareja, de paternidad, profesional, etc.. etc.. estar en uno u otro orden de conciencia determina aquello que puedes gestionar, percibir, analizar, y lo que no. Lo que no simplemente no existe, no lo puedes incluir en tu "feedforward", en las distinciones que empleas para dar sentido al mundo.

Si actúas desde un tercer orden de conciencia, y por lo tanto estás sujeto a la relaciones en las que participas, es difícil poner límites o juzgar qué es más apropiado educativamente hablando, én una situación X, porque probablemente no haya un espacio creado más allá de la relación, más allá de los valores y/o convenciones aceptadas para vivir en un grupo determinado (véase familia, grupo de amigos, comunidad, institución, etc...). En el ejemplo que mencionas, la madre duda de si hablar con su hija de su actividad sexual, porque se pregunta si es apropiado para su hija conocer esos detalles. Eso es lo importante. Lo de mentir o no, si eso afecta o no a su relación porque le está dando un mal ejemplo (no sé por qué mentir es un mal ejemplo, por cierto) son consecuencia de estar intepretando la situación desde un tercer orden de conciencia. Se prioriza la relación entre madre e hija, en términos de confianza / desconfianza, por eso surgen las dudas. Lo importante es el contexto educativo-cuidador en el que la conversación surge, y ahí la relación es secundaria. Lo importante es el desarrollo, la educación del hijo, no cómo me sentiré yo con mi hija si creo que no va a confiar en mí, o si creo que me juzgará de determinada manera. Si se piensa así se está pillado en el tercer orden de conciencia, o en la relación. No existe un conjunto de principios independientes, externos de la relación (algo de lo que se nutre la identidad personal, por cierto, criterios personales de actuación).

Hay adultos que se rigen con principios de actuación a la hora de decidir qué hacen o no. Pero muchas veces dichos principios de actuación son prestados. Por una institución (la Iglesia de la Cienciología o la Católica, por ejemplo... teorías feministas, marxistas, un partido político determinado, una teoría psicológica determinada, etc.. etc...).Si dichos criterios no se han internalizado, cuestionado, hecho propios, explorado y contrastados con otros, la persona está en un tercer orden de conciencia.

El tema no es si se actúa bien o no en este tipo de situaciones complejas donde hay que actuar rápido. Por cierto, que esté bien o no no deja de ser un juicio posterior. El tema es si se aprende de dichas situaciones, si sirven para algo, si son oportunidades de algo, si se pueden revisar, etc... etc...

El orden de conciencia determina desde DONDE se percibe algo y lo que se percibe, el sentido o significado que se puede construir. Es algo complejo. Y va más allá que la consecución de habilidades o competencias. Esto, por cierto es una pista para lo de la ley de la Educación para la Ciudadanía.

Un saludo

Alejandro