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EL CURRICULO COMO TEXTO DE LA EXPERIENCIA, de Gimeno Sacristán

Diseño, desarrollo e innovación en el currículo

EL CUENTO RECUENTO QUE NUNCA SE ACABA

Érase una vez hace no mucho, no mucho tiempo, en una escuela llena de papeles y otros documentos, un currículo. Éste había sido creado por buenos psicólogos, pedagogos y teóricos que lo convertían,  de los hasta el momento existentes,  en el mejor. Estaba bien proporcionado, mostraba una dirección, era abierto y flexible para ser adaptado a la diversidad. Reflejaba toda una trayectoria cultural adquirida desde los albores de los tiempos y garantizaba una continuidad en las generaciones nuevas. Este currículo había sido concebido como una herramienta para el aprendizaje, como un conjunto de finalidades e intenciones respecto a unos niños, sujetos activos de su propio desarrollo.           

Por todo lo dicho hasta ahora, parecería sencillo creer que el currículo era feliz, que se sentía realizado. Pero, por el contrario, se veía a si mismo mal utilizado, le hacían sentir un mero trámite. Un conjunto de hojas sin fundamento pero, ¿por qué? Él sólo quería ser útil. Quería ayudar para que la enseñanza fuese un proceso reflexivo.           

La causa de que el currículo se sintiera tan inservible era que nadie se había parado a mirar en su interior. Se quedaban sólo con la apariencia externa cuando todos sabemos que lo que hace rico el caramelo no es el envoltorio. Como si de un único itinerario se tratase era interpretado al pie de la letra. Los profesores lo seguían como si él pudiese hacer milagros. Como si al utilizarlo el profesor, no tuviese que rendir cuenta ni justificar lo que hacía en su trabajo por el mero hecho de reproducirlo, y que dicha utilización fuese síntoma de la calidad de la enseñanza.           

El currículo, sin saber qué hacer, escuchaba de ciertos sectores de la profesión:

-          Es que los alumnos de ahora no son como los de antaño. Antes hacía lo mismo y los resultados que obtenían mis discípulos eran infinitamente mejores. Es que donde no hay mata, no hay patata”.

El currículo no tenía forma de transmitir sus pensamientos, los cuales eran muy acertado en relación a lo que pasaba. Él lo entendía  clarísimamente: “es por el hecho de que los alumnos no son como los de antaño por lo que no podemos ofrecer la enseñanza de antaño”. Además nadie valoraba ni evaluaba el proceso de enseñanza a pesar de que erróneamente se ponía el interés en dicha enseñanza. Por el contrario, el centro de atención se tendría que poner en el aprendizaje, en los niños y en el cómo, qué y  para qué se enseña y evalúa. Con lo sencillo que resultaría interpretarle como un conjunto de metas que garantizan unos contenidos mínimos con los que no adiestrar, sino desarrollar capacidades a través de una diversa y abundante metodología aportada por el docente.

Lo que más malestar le producía al currículo era ver a un alumnado apático, pasivo, que no participaba en su propio proceso de aprendizaje. Veía una escuela en la que los niños se formaban en la obligación y no en la devoción hacia el conocimiento. Eran unos alumnos hastiados.

Un día el currículo atravesó la más larga crisis existencial que cualquier persona se pueda imaginar. Se detuvo delante de un espejo y se preguntó:

-          ¿Cuál es mi misión? ¿Para qué estoy aquí si nadie me utiliza para lo que fui creado? ¿Sería más feliz en otras manos?

Dicho y hecho, como si de la magia de los cuentos se tratase, el currículo viajó a otras manos que lo emplearían en mejorar la calidad del aprendizaje de los niños. Supieron leer entre líneas, interpretarlo como un espacio abierto a la innovación desde la globalización, desde la experiencia y el conocimiento previo de los que aprenden, desde un ideal de ciudadano, desde una atención a las diferencias y desde una adaptación al ritmo y velocidad de cada participante del aprendizaje. ¡Era tan dichoso! Veía que su función estaba siendo cumplida.

Cierto día, cuando creía haber llegado al punto más álgido de satisfacción, el currículo conoció a los materiales innovadores, que desarrollaban capacidades y estrategias para que los niños fuesen responsables de sus aprendizajes, y a la que fue el amor de su vida: la motivación. El currículo y la motivación desde que se conocieron, no volvieron a separarse nunca. No era nada el uno sin el otro. Fueron tiempos muy felices, activos, reflexivos y experimentales. Del fruto de ese amor entre currículo y motivación nacieron alumnos con inquietudes, con capacidad crítica y con ganas de desarrollarse como seres activos integrantes de una sociedad plural.

Todos sabemos que tanto la desgracia como la dicha no son constantes en la vida de las personas, y el currículo, como instrumento creado por el hombre, también volvería a pasar por momentos más moderados tanto en un sentido como en otro. Ocurrió cuando se propuso realizar una prueba de evaluación de carácter externo en el nivel de 6º curso de Primaria.

El currículo daba vueltas a la cabeza a tal acontecimiento:

-          ¿Es para la evaluación de la enseñanza o del aprendizaje?

Sin duda para nuestro protagonista, la prueba era una enemiga a la relación que se había creado entre el currículo y la motivación. Dicha prueba medía por el mismo rasero a alumnos con circunstancias muy opuestas: alumnado inmigrante, alumnado con necesidades educativas especiales, alumnado de contextos socio-económicos desfavorecidos, alumnado dentro de la “normalidad” (entendiendo la palabra normal desde un amplio espectro, dada la sociedad actual)…

Los centros empezaron a competir por obtener un ranking frente a otros centros. Se animaba a que cierto alumnado se ausentara para la prueba por miedo a que la media del centro se viese perjudicada. Se entrenaba al alumnado, durante un periodo de tiempo significativo, con pruebas similares. Se competía entre los centros y, al hacer los resultados públicos, entre las familias.

La prueba en 6º, que además quiere ser aplicada a nivel estatal también en 4º, pretendía ser testigo de que los mínimos son cumplidos, pero con un planteamiento que conseguirá romper los lazos que tan estrechamente se habían confiado la motivación y el currículo.

Dada la situación, el currículo vuelve a hacerse preguntas, dudas existenciales:

 -          ¡Que bonito es soñar y filosofar sobre mis finalidades, que bonito es ponerlo en práctica con ilusión a pesar de las dificultades! ¿Allá donde yo vaya siempre habrá un “pero”?

Por eso, esto es un cuento recuento que nunca se acaba.

FIN  

1 comentario

leonor -

Bueno Esther veo que has conseguido seguir con las fuentes inspiradoras. Y básicamente mostrar que aunque sea el cuento que no se acaba si que se recrea y puede tener distintas historias, incluso paralelas, eso nos muestra el potencial del cambio y la innovación, el empuje de las fuerzas sociales, y de esos nuevos alumnos que demandan otro curriculum y que están dispuestos a hacerlo, por eso hay resquicio para las respuestas y la autonomía, los cambios ahora son´más acelerados con lo cual veremos como sigue el cuento y como se reescribe....