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TRÍO DE ASES

TRÍO DE ASES

Cafetería céntrica en Viena. Grandes ventanales pero con una decoración un tanto lúgubre. Paredes pintadas de color burdeos y espejos con marcos dorados. Mesas bajas y redondas; sillas metálicas con asiendo de mimbre envejecido. Ceniceros en todas las mesas. “Aquí se permite fumar”.

Muy claro había dejado este último requisito Freud cuando decidió quedar con sus dos amigos. Bien sabía él mismo el placer que le daba fumar, aunque conocía lo nocivo que era para la salud. ¿Tendría que ver con la fase oral? ¿Tal vez no la había superado? Cuatro largos años se había dedicado a estudiar sus propias neurosis, una de ellas el miedo a viajar, lo cual suponía todo un reto pero que había decidido dejar de lado para ver, después de mucho tiempo, a su estimado amigo y excelente compositor Mozart; y a su colega de profesión Milton Erickson “El Pesado”. Se sentó aguardando mientras pensaba qué iba a pedir.

El primero en llegar fue Milton. Sabía perfectamente que el autoritarismo y el serio carácter de Freud no perdonaba la impuntualidad. Mozart, por el contrario, sucumbía a los placeres de la vida, del disfrute y la improvisación. Bastante sometido se había encontrado durante la infancia como para dejarse manipular por la megalomanía de Freud. Por otra parte, Mozart era un afamado y prestigioso genio en su terreno. Sus excentricidades serían perdonadas por los dos psicólogos.

Freud tenía una enfermiza puntualidad. Odiaba perder el tiempo. Él más que nadie valoraba esa dimensión que regulaba todas sus actividades. Además, ya de niño, trataba de aprovechar cualquier momento para afanarse en sus estudios y a la edad de doce años dominar seis idiomas. No paraba ni para comer, y se encerraba en su cuarto para ahondar en su obsesión: el trabajo. Esto le hizo ganar una serie de privilegios en casa, pues era el único de sus hermanos que tenía habitación propia. Su madre le llamaba cariñosamente “mi niño dorado”.

Milton, conociendo a su exigente amigo no se hizo esperar y entró apresuradamente para localizar dónde suponía que ya estaría esperando el psicoanalista.

Freud levantó la mano para indicarle. Conocía que su colega había sufrido cierta afección con la vista y, por ejemplo, no distinguía bien el verde y el rojo ya que era daltónico. Tardó un instante en aproximarse porque su cojera, después de haber sido víctima de la polio, no le permitía ir más rápido.

Ambos se saludaron con un protocolario agarre de manos, tras lo cual, Milton impulsó a Freud hacia él para estrecharle amigablemente en sus brazos. Freud describió una mueca, aunque intentaba ser más sociable, su exacerbada timidez se lo impedía.

-          Siéntate, mi viejo amigo. He pedido un carajillo con el que empezar a caldear el ambiente y el ánimo. Me siento apesadumbrado después de tanto esfuerzo y que sigan desprestigiándome por doquier. Ahora es una tal Beatriz Preciado la que trata ensuciar mi reputación. Reconozco que convulsioné a la sociedad de la época al asociar la sexualidad a la infancia cuando se creía en la inocencia del niño. Me tacharon de libertino, sucio, asqueroso y desagradable. Finalmente triunfé con mi cura de charlas. Qué te voy a contar que no sepas de mí, mi viejo amigo.

-          Estimado Freud. Como siempre autolamentándote. ¿No fuiste considerado el padre de la psiquiatría moderna? ¿No tuviste un círculo de seguidores incondicionales?

-          Sí, sí. Calla no me lo recuerdes. Entre ellos estaba mi discípulo Jung, ese desagradecido traidor que se nutrió de lo que le interesaba de mis teorías para luego desaprobarme públicamente. En alguna ocasión, y entre tú y yo, tuve que fingir un desmayo para llamar su atención. Creo que indujo esa reacción en mí porque me quería ver muerto. Nadie como yo conoce la hipnosis.

-          Aguarda un momento – dijo Milton mientras se removía en su asiento – no te atribuyas todo el mérito cuando debes reconocer que aprendiste del mejor: Charcot. Él fue quien te inspiró en tu teoría del inconsciente. Y, modestamente he de añadir, que estás ante un experto en el campo. Ya desde niño llegué al trance autoinducido. Sabes por todas las dificultades por las que he pasado y que he solventado; además conoces mi teoría: “El mejor médico es aquel que se sana a sí mismo”.

Mientras ambos se enfrascaban en una discusión sobre la hipnosis y quién era más diestro en ese terreno, Mozart abrió estrepitosamente la puerta. Traía esa alegría que tanto le caracterizaba. Parecía que el carajillo ya lo había probado en casa, o vaya a saber usted dónde. Él era el rey de la fiesta y no se perdía “sarao” alguno.

-          ¡Milton; amigo mío! ¡Qué alegría verte! ¿Cómo te ha ido el viaje desde el nuevo mundo?

A continuación se detuvo en su acompañante. Freud le examinaba con ojos inquisitivos, tras lo cual Mozart pensó “seguro que ya estoy siendo objeto de su psicoanálisis”, “¿descansará alguna vez?”

-          Freud, dame la mano. Es todo un placer volver a verte, compatriota. Ya que estás en la ciudad aprovecho para anunciarte que mañana estrenaré mi Don Giovanni. Ha sido fruto del trabajo de una noche sin dormir. Bueno, media porque la otra mitad estuve acompañado. Ya me entiendes. No soy hombre de una sola mujer.

Freud tragó saliva, y en un tono suave, aunque su instinto le pedía otra cosa, se dispuso a contestarle.

-          No entiendo cómo tu mujer es capaz de perdonarte. Yo sigo enamorado de Marta como desde el primer día. Aún recuerdo las novecientas cartas que llegué a escribirle a “mi adorada princesa”, como solía decirle entonces, tras un noviazgo de largos cuatro años. Vivimos un auténtico calvario hasta que pudimos estar juntos. Afortunadamente la cocaína fue mi sustitutivo para apagar ese enamoramiento que me consumía. Y respecto a tu estreno, la música no es lo mío. Recuerda que hice que quitasen el piano a mi hermana porque me interrumpía el estudio.

-          ¿Cuándo aprenderás a relajarte? Creo que tienes tantas “neuras” por eso de no vivir la vida como hago yo. Durante mi infancia ya estuve trabajando desde los cuatro años dando conciertos a la aristocracia de la época. Desde luego, si naciese de nuevo, ya sé dónde iba a mandar yo a mi padre. Por otra parte, el don que tengo es innato, y eso que tanto que comentáis de genética versus ambiente, en mi caso particular está más que  claro. Hubiese sido genio de cualquier manera, pero hubiese sido feliz viviendo como un niño, jugando con otros niños… y niñas, ya me entendéis.

Los tres soltaron unas estrepitosas risotadas de complicidad. Se tenían mucha confianza, y pese a sus diferencias, sus incongruencias, se estimaban profundamente.

A continuación Milton tomó la palabra.

-          Amigo mío. No me hables de infancia tortuosa que en eso no hay quien me supere, y que conste aquí y ahora, que no estoy tomando un rol de apaciguador ni de víctima. Rechazo profundamente la autocompasión, y eso que he aprendido de mi mismo lo práctico con mis pacientes. Practico la inducción indirectamente y les desvío el problema para que se centren más en sí mismos. Mmmmmmmm, ¿dónde te compraste esa peluca blanca?

-          Milton, Milton; que ya nos conocemos, ya sé lo que pretendes. Tú mismo te has delatado. ¿Practicando a estas alturas conmigo? Mejor hubiese sido que hubieses “cogido por banda” al canalla de Salieri que trató de robarme mi obra cumbre: El Requiem en Re menor. Y, por cierto amigo Freud, hablando de obras, ¿Cómo llevas el libro “La interpretación de los sueños”?

-          Pues mal. Después de todas las molestias, de describir la sugestión hipnótica, la asociación libre y la reconducción, y un largo etcétera, sólo he vendido 300 ejemplares después de incluso cambiarle la fecha y hacerlo entrar en el siglo XX, porque he de confesaros que utilicé el truco del almendruco y, aún acabándolo en 1899, le puse fecha de 1900. Nadie se dio cuenta para mi fortuna.

Milton se quedó pensativo, tras lo cual se dirigió al joven compositor.

-          Ya que habéis mencionado la hipnosis, tengo una duda que plantearte. ¿Crees que la música podría ayudarme a hipnotizar a mis pacientes? Podría ser un recurso muy innovador, sobre todo cuando hay resistencias.

-          Bueno… en realidad… ¿cómo decirte? Mientras no utilices mis obras… Pero hablando con seriedad del tema, la música repetitiva, un patrón rítmico reiterativo puede conducir a un estado de trance. Tendrías que ver muchas tribus africanas cómo lo consiguen en sus innumerables rituales. No es que lo conozca personalmente, pero lo vi un día en el Discovery Channel.

-          ¡Cómo os envidio! Uno con esa capacidad de superación y de sobreponerse a las dificultades, y otro que tiene tiempo para todo.

-          Colega de profesión, amigo del alma. Es tu carácter autoritario y la rigidez de tus hábitos los que no te dejan vivir a gusto. Yo sigo sin método definitivo pero disfruto ayudando a mis pacientes. Al menos tú conseguiste publicar varios libros; porque en mi caso, el intento definitivo con mi colaborador se vino abajo tras un incendio con el que desaparecieron todos mis apuntes y notas. ¿Dónde te compraste el peluquín?

-          ¿Yo? ¿Peluquín? Si tengo el pelo recio y fuerte, y un negro azabache. […]. Vaya, por un momento casi caigo en tus garras.

Los tres amigos, aunque no coetáneos, pasaron el resto de la tarde entre risas y carajillos. Sus mejillas se pusieron sonrojadas y Freud olvidó por un instante a Beatriz Preciado. Mañana urdiría un argumento para seguir reafirmando su teoría psicoanalítica y  rebatir a la joven filósofa en quien pensaba como futura paciente.

 

7 comentarios

Esther -

Hola Alejandro.

La verdad que sí que me interesa ahora que termino las prácticas y puedo volver a organizarme. Además es curioso el tema de los rituales, pues el término se ha ampliado a ciertas conductas sociales (excediendo lo místico, religioso...) y nos marcan hitos, rasgos a través de los que operar sin que seamos conscientes de ellos.

También me llaman la atención los procesos psicológicos que intervienen cuando hacemos música.

Hoy, hablando con Patricia Ranchal, decíamos que la musicoterapia se ha utilizado con niños con diagnóstico de TGD.

Seguro que muchas estructuras y procesos que se ponen en juego con la música contribuyen a reforzar ciertos procesos que intervienen también en la lectura, en el habla, en los problemas de articulación y que las prosodias pueden contribuir a una buena intervención. No hay mucho publicado y no entiendo cómo no son capaces de coordinarse ambas disciplinas para seguir contribuyendo a generar estrategias para intervenir. Siempre se describen las dificultades, deficiencias (o cualquier término que podamos emplear recogido en la LISMI) en cooperación con el ámbito médico; y se diseña menos para el ámbito educativo. Investigaré para D.A.

Tampoco quiero aburrirte porque últimamente esté más musical que estos meses anteriores. Será la primavera, JA.

Cuánto hay por investigar!!! Abrumador pero interesante.

Un abrazo.

Alejandro -

Hola

Te entendí mal ayer, tenías razón, sí que se refiere lo que escribí en el blog de Alicia al tema del trance. Pensaba que te referías a lo del epílogo, por eso me confundí.

Hay mucha relación entre la música y los rituales, y los estados alterados de conciencia.

Si te interesa el tema, tengo un par de libros donde se desarrollan estos temas. Yo los sinteticé en el primer capítulo de la tesis, dedicado a repasar las principales teorías del ritual.

Pero el ritual no sólo se asocia a la religión. De hecho hay autores que defienden (Roy Rappaport entre ellos, con su gran libro Ritual and religion in the making of humanity)que un distintivo clave en el ser humano, es que es un ser ritual. Esto es muy largo... pero interesante. Dentro de poco se publicará un libro, en Chile, en el que se mencionan un trabajo que hicimos hace tres años, en un Seminario sobre Pedagogía Ritual, en el que participé muy activamente. El ritmo, la sincronización y coordinación progresiva, son aspectos fundamentales. La música tiene una gran presencia en los rituales. En enfoque de estos autores es estudiar la conducta ritual por medio de su base neurológica. Es una aproximación de finales de los 70, el Bioestructuralismo. Recuerdo un capítulo en el que hacen un análisis de una misa, desde su punto de vista, y es muy interesante.

Bueno, pues eso, que tenías razón.

Un saludo

Alejandro

Esther -

Hola Alejandro.

No me había dado cuenta de la similitud de los tres personajes con la teoría de la mente de Freud, así parece que se metaforiza más. Es más divertido.

Respecto a la hipnosis que pudiera practicar Erickson y la referencia que hago a las danzas africanas para alcanzar un estado de trance, había una laguna importante por mi desconocimiento. Es él típico conocimiento del que sabes su existencia pero no imaginas el proceso. Me encantaría participar (mejor de espectadora) en una sesión de hipnosis. Lo que no esperaba es encontrarme en el blog de las compañeras con un resumen de una tesis muy interesante que resume los procesos psicológicos que intervienen en la hipnosis y en el trance, y mucho menos que incluso se mencionase la liturgia.

Respecto a esta última y volviendo a mi terreno, en una época en la que se instruía al pueblo a través del dogma cristiano y ante el analfabetismo del estado llano, la música repetitiva (el canto gregoriano que giraba en torno a un pequeño grupo de notas, sin saltos, sólo correspondencia de texto y melodía interpretada a través de la voz y con una imagen del pantocrátor que juzga y castiga a los "pecadores"), generase ese estado de trance que describes, aunque empleado para mantener sometida a toda la cristiandad; pero no me quiero meter demasiado en temas religiosos, aunque creo que ya lo he hecho.

Lo importante: me ha dado mucha información para relacionar con la música, sobre todo con las primeras manifestaciones primitivas que se utilizaban en los rituales de fertilidad.

Si la música es invención humana, ¿cómo no iba a tener relación con la psicología? Me encanta este nuevo vínculo interdisciplinar ;)

Un saludo

Alejandro -

Hola Esther

Aún no había tenido tiempo de comentarte este post. Tengo que confesar que el viernes me desperté a las cuatro de la madrugada, en esas noches en las que estoy más activado mentalmente de lo que me gustaría. Entre las cosas sobre las que reflexionaba (con la lucidez engañosa de esas horas)estaba una contestación a este post. Esto no es más que un comentario que no hace justicia a lo que reflexionaba, pero más vale esto que nada.

Algo que me gusta de este género discursivo dialógico (al igual que otros géneros como el que practicó Paloma, con el título Disgresiones Actuacionales) es que consigue conectar muchos temas diversos, temas que han surgido de contextos muy diferentes. Y es ahí donde puede prender la chispa creativa, o la lúdica, que muchas veces van de la mano. Más allá de seguir una lógica deductiva, este tipo de discursos dialógicos favorecen más inferencias abductivas, tal y como supone trasladar algo de un contexto X a otro Y, o ver dos argumentos desde un contexto Z. Puede que en términos de logro, se pudiera criticar esto (cosa que yo no hago, pero más de un profesor lo podría hacer, pensando que es poco académico) pero desde el punto de vista del afecto y el impacto, ah... eso es otra cosa. Y Erickson era un maestro a la hora de integrar las tres motivaciones.

Bueno, ya vemos por dónde van tus simpatías entre los tres personajes.

En mi reflexión lúcida de la otra madrugada, recordaba lo que hubiera dicho Perls de todo esto. ¿Dónde se encuentra la autora, en este diálogo? En los tres personajes, proyectada en cada uno de ellos, y en ninguno. Cuando se interpretan sueños desde un enfoque gestáltico (que al fin y al cabo proviene del Psicoanálisis), todos los componentes son parte del soñador, manifestaciones de su inconsciente. Pero claro, un inconsciente freudiano, psicodinámico, no es el mismo inconsciente que concebía Erickson. El de Erickson era más bien un espacio para patrones inconscientes, habilidades que se habían desarrollado antiguamente, y se podían seguir desarrollando, un inconsciente muy optimista y positivo, no lleno de mecanismos de defensas y pulsiones de placer y muerte, no un inconsciente al que subyacía una metáfora de niveles y profundidades.

En fin, ya hablaremos de las metáforas algún día.

El caso es que me gusta verte ahí, integrando, conectando, elaborando temas muy diversos. Quien me iba a decir a mi que volvería Beatríz Preciado por aquí, ja... un asunto tan tangencial, ya te contaré cómo llegué a ella, ja...

En mi tesis, en el epílogo traté de cambiar mi manera de escribir, traté de arriesgar y en vez del típico relato realista que había estado manteniendo en las hojas precedentes (excepto en el prólogo y algún memo del apartado metodológico)traté de arriesgar y escribí una alucinada conversación que mantuve con los espíritus de Erik Erikson y Roy Rappaport (un antropólogo) sobre mi tesis, y su futuro, qué había aprendido, etc etc... En realidad, claro, era un díalogo conmigo mismo. Hay una corriente de la psicología, bastante reciente que incluso aboga por plantear que el Self posee, por su influencia cultural, una estructura dialógica, con todos sus yoes internos. A mi personalmente no me gusta mucho esta teoría, bueno, no es cuestión de gustar, discrepo teórica y experiencialmente de ella, me parece una reducción, sobre todo porque se impone una concepción narrativa del Self, con la que no estoy de acuerdo. Somos más complejos que las metáforas que empleamos para darnos sentido, aunque las metáforas sean útiles y coherentes, no dejan de ser limitadoras. No lo pueden explicar todo. Si te crees demasiado tu metáfora, entonces empiezas a separarte de la experiencia compleja. Por eso prefiero trabajar con procesos y no con contenidos (aunque sean metafóricamente muy sugerentes). Bueno, no me quiero enrrollar por aquí. Pero probablemente Freud no estaría muy de acuerdo con los psiconalístas ortodoxos, que siguien tan leales a sus modelos metafóricos "energéticos", más leales de lo que él hubiera seguido, si hubiese podido conocer las metáforas cibernéticas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Freud fue un gran innovador, como Erickson y Mozart. Eso tienen en común los tres, aunque cada uno refleje cosas diferentes: Freud (el superego), Erickson (el ego) y Mozart, cómo no (el ello), ja... bueno, es una hipótesis. ¿Ves como el post es bueno? Da que pensar, hace generar hipótesis (otra manera de pensar abductiva). Tengo que conectar tu texto con lo que sé de la teoría freudiana, y de ahí sale algo nuevo.

Bueno, creo que al que menos conoces es a Erickson, seguro que hubiera hipnotizado a los otros dos, ja... con la inducción de apretón de manos que te mencioné el otro día, que popularizó, ja...

Está bien arriesgar y probar géneros

Un saludo

Alejandro

Maria -

Hola Esther, la verdad es que em encanta leer tu blog, de todas formas muchas veces leo lo que escribes pero no te comento, a partir de ahora y sabiendo que te da ánimos te escribiré. Un besito. Nos vemos

Esther -

Gracias por tus ánimos María.

La verdad que me da un pococ de vergüenza y no sabía si se me había ido la cabeza. Al final opté por publicarlo, podía ser divertido.

Nuevamente gracias por tus ánimos. A veces vienen muy bien.

Un abrazo enorme.

María -

Hola Esther, esta vez no puedo dejar de darte las gracias por tu escrito...impresionante, me ha encantado. Gracias por compartir con todos tus ideas, pensamientos y reflexiones. Un saludo