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TRANSICIONES

TRANSICIONES

Cinco días son pasados desde que acabara el curso de verano con John. En el transcurso del mismo me he visto arrastrada por el desconcierto ante el desconocimiento que tenía de mucho del contenido que se estaba tratando. He de destacar el adjetivo “abrumada”, tal vez, por el enorme conocimiento de mis compañeros más veteranos, haciéndome sentir este hecho como un avestruz que esconde la cabeza creyéndose ser no visto.

Creo que también me ha invadido el miedo por el nuevo mapa que se estaba abriendo en mis estructuras mentales. Me han sorprendido muchas de las cosas tratadas y me han hecho más sensible a cualquier acción del día a día.

Recuerdo que el año pasado me debatía ante el dilema de ser pro aristotélica, frente a las discusiones amistosas con mi compañero David, más inclinado a Platón; pero creo que si rechazaba a este filósofo y lo que representaba, no era más que por forzarme a mí misma a ser menos racional y a dejarme llevar más por los sentidos, por lo emocional, lo que perdía de vista por tratar de darle nombre y tratar de categorizarlo frente a dejarlo sentir y crecer. Durante el curso, una dinámica tan experiencial, aunque acostumbrada con la metodología de Alejandro, me ha despertado una capacidad de análisis y visión valorativa de mí misma que va de lo macro a lo micro, buceando en los sentimientos que contagian muchas de las acciones que emprendo, ya que si me quedo en la acción y no observo qué subyace en el fondo, me falta parte de la información para actuar desde una versión ecléctica entre Aristóteles y Platón, siendo esta última más completa y panorámica.

Por otra parte, esta sensibilidad recién estrenada invade y contamina cuanto emprendo. Me siento como un niño con un juguete nuevo que lleva a todos lados, que no comparte y que no espera recibir más presentes por estar obnubilado por éste. Ahora entiendo que todo puede ser descrito en términos de transición, y se pueden ver las motivaciones intrínsecas y extrínsecas que acompañan a la misma, pero mi grado atencional empieza a estar colapsado porque no sé discriminar qué es lo relevante a observar y qué tengo que ignorar por no ser más que ruido en la cotidianidad de nuestro transcurso por la vida, ¿o he de decir transición?

Muchas de las dinámicas me han gustado enormemente, sobre todo si implicaban lo emocional, pero ciertas circunstancias que me acompañan me hicieron ir a ejemplos más cotidianos para poder entender la idea clave y no perderme en mi subconsciente y en todas aquellas variables a analizar ante los dilemas que nos plantean los momentos de crisis emocionales, profesionales o lo que sea. De momento estoy contenta con identificarlas (las crisis), porque esa diferenciación o distinción me hace valorar los momentos en los que no las tengo o las tenemos.

Empiezo a acomodar los estándares y las expectativas de las que disponemos y creo que podré gestionarlas con el tiempo. Y evoco precisamente los estándares porque encuentro  una relación muy estrecha entre éstos con las crisis y su detección. Hay personas que se arrastran a sí mismas a una barbarie de inseguridades por las altas cotas a las que pretenden llegar, ignorando las fortalezas que poseen. De esta forma, sin un anclaje positivo en el que apoyarse cuando las fuerzas escasean, sólo perciben el catastrofismo que les devuelve la vida, muchas veces cayendo en reduccionismos mágicos que conducen a sentenciar frases como que “en la vida lo único seguro es el sufrimiento, de modo que si se encuentra un atisbo de felicidad también es seguro que dure un breve espacio de tiempo”- no es del todo literal pero recordaba, así en síntesis, un viejo proverbio japonés – y con dogmas así, será frecuente encontrar a personas frustradas que buscan objetivos que, tal vez, sólo en su cabeza existan. ¿Será nuestro afán de perfeccionismo el que nos lleva a la insatisfacción y la infelicidad? ¿Perseguimos un ente relativo según quién describa un mismo objetivo? ¿Cómo elaborar objetivos curriculares incluso en las programaciones didácticas más cotidianas? Tal vez, sea por mi parte, llevarlo al extremo, pero me da qué pensar y no quiero evadirme del tema “transición”.

Me resultó muy gratificante la dinámica de enseñar a un compañero a caminar haciéndonos conscientes de la dificultad que entraña transmitir una habilidad tan sencilla para todos nosotros. La actividad nos hizo tomar conciencia del “yo” y separarlo de “el otro”,  tratando de aunar lo que sabíamos de los dos puntos de vista, para adoptar nuestra comunicación al tratar de hacernos entender para poder mimetizarnos en el proceso de andar. Surgieron muchos comentarios en el grupo del que formé parte, e íbamos incorporando estrategias para hacer de nuestro lenguaje un vehículo eficaz con el que gestionar la información. Ahora bien; estábamos tratando entre nosotros, personas adultas que pese a simular no poseer la habilidad de caminar, sabemos caminar (cada uno a su estilo); pero sí tenemos la habilidad, aunque no desfilemos en la pasarela Cibeles, podemos aprender cómo mejorarla o cómo emular a un compañero. De esta manera, volviendo al ámbito del que provengo, un aula constituida por una heterogeneidad de niños y de habilidades, encuentro que cualquier explicación que brindemos está filtrada por nuestros esquemas y nuestra forma de hacer las cosas, es decir, desde el sesgo de conocer la habilidad. Todo esto me va a conducir a muchos dilemas y quebraderos de cabeza cuando tenga que enseñar, pero al menos soy consciente de que mi actividad tiene limitaciones y que no están en los alumnos su no adquisición o parte de ella, sino que está en la obviedad de saber hacer lo que todavía ellos desconocen.

Han sido unos días muy convulsos. Me debatía entre la satisfacción, la incertidumbre, la ansiedad por el desconocimiento y un cúmulo de sensaciones que no me han dejado indiferente, pues pese a que me encuentro a muchos kilómetros del marcador de contexto en el que tuvieron lugar, sigo reflexionando y enriqueciendo lo que en su día fueron ejemplos de John, para ser ahora míos. Como mi forma de andar. Seguiré tambaleándome en el blog, tras meses en los que lo he ignorado, para ir viendo el impacto del curso y que no sea una mera transición, sino una vivencia relevante con la que dar pasos firmes y seguros. 

2 comentarios

Esther -

Gracias Alejandro.

Es verdad. Tenemos que seguir asimilando cosas, pero cursos así no nos dejan indiferentes. Gracias por invitarnos a participar, aunque tenía la sensación de estar bastante desconectada del contenido frente a quienes llevan trabajando con John o Tim más tiempo. Supongo que es normal el sentirse tan pequeñita ante tanta genialidad dialéctica. Y lo que queda por procesar.

Buscaré el blog de David, que tengo ganas de leerle, seguro que una vez más nos deleita con sus comentarios.

Un saludo.

Pd: eso, a ver si podemos vernos y comentamos. Iremos moviendo alguna cena entre los asistentes ;)

Alejandro -

Hola Esther

Me encanta que este blog vuelva otra vez a cobrar vida. Genial, y si además es por el tema es el curso de verano de hace dos semanas, mucho mejor.

Ya te escribiré más en detalle sobre su contenido. Como plantea también David en su blog, este tipo de curso lleva tiempo para ir digiriéndose. Tenemos unas conversaciones pendientes, así que ya lo desarrollaremos.

Un saludo

Alejandro