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Cinco actitudes desde las que mirarme, reconstruirme

Cinco actitudes desde las que mirarme, reconstruirme

Por fin me siento ante el ordenador, o dejo que éste se acomode en mí transmitiéndome un calor insoportable. Pongo el ventilador. Juego con la imaginación y trato de comenzar el post siendo original, sacando a colación personajes (reales o ficticios) con los que enriquecer los diálogos. Me gusta invitar a esos traviesillos colaboradores para aportar más puntos de vista que el que mi propia identidad refleja tratando de empatizar con lo que su biografía me aporta (aunque siguen saliendo de mi propia microvisión) pero en esta ocasión no se me ocurre a quién invitar. Pienso en las palabras de Alejandro, quien me incita a escribir y ya está, dejándome llevar por mis pensamientos y por cómo va integrándose en mí el potentísimo material con el que la semana pasada hemos trabajado.

Escribo en Word y luego lo paso al blog. Me entretengo en eliminar mi fotografía de la portada, porque ahora me recuerda a una broma dirigida a mí sobre esa imagen y la asocio al pegamento, JA. Emulaba a Rodin, pero también podía suscitar que ponía en práctica mi sentido del olfato, sea lo que sea siempre y cuando haga alusión a la activación del recuerdo, a la potenciación de la memoria, testigo subjetivo de cuanto acontece. Qué bien, cuánta interpretación de una imagen tan objetiva para mí.

Me levanto, escribo, me vuelvo a levantar y hago balance de cuanto me ha ocurrido en estas últimas semanas en las que he finalizado la carrera, me he graduado, he cambiado de trabajo, me he despedido de agradables y siniestros fantasmas que subyacían en la que iba a ser la incorporación al centro del que provengo, que se ve truncada por una nueva experiencia hacia la que tengo miedo… respeto diría más bien, porque el curso de la semana pasada me ha mostrado unas nuevas lentes con las que mirar, analizar y posicionarme ante el mundo que me circunda, que me absorbe, que me mangonea, que… empiezo a hacerme con él.

Antes de escribir este post, he recreado el comienzo del mismo en mi mente donde aparecían introducciones de lo más variopintas como la descripción del proceso de tirarme de cabeza al agua, como metáfora de dejarme arrastrar por lo experiencial y abandonar la racionalización que normalmente hago de mi trasiego por la vida. Me he llegado a ver en la absurda situación de encontrarme en una sala de espera ante el paritorio del que iba a salir un post. Arrastrada por mi imaginación visualizaba los quejidos del alumbramiento. Borremos esa imagen, porque mi imaginación va más allá de lo que cualquier documental podría mostrarnos en televisión. Pero más lejos de esto, está la idea de crear algo nuevo, novedoso, con la belleza que representa el haber descubierto nuevas habilidades en mí, en mis compañeros, en cómo se potenciaban nuestras propias vivencias al hacerlas explícitas y recibir el feedback en los distintos grupos de los que he formado parte. Añadir lo estupendo que ha sido esto al verse en la vorágine de un curso intensivo, compartiendo una jornada de casi doce ricas horas, aliñado con la dirección de nuestro profesor, quien se ha convertido en el aderezo perfecto para una degustación exquisita bajo mi punto de vista y el de la totalidad de los compañeros que se han dejado guiar al igual que yo, que nos hemos entregado, que hemos buceado en nuestro interior encontrando escondrijos muy útiles en el presente y para el futuro desempeño.

Siento como he dejado que las vivencias calasen en mí hasta lo más profundo, empapándome y dejándome aprender, eliminando cualquier prejuicio o expectativa que me condicionase en lo que iba integrando. Sí decir que constantemente iba estableciendo relaciones, principalmente con la asignatura de habilidades sociales, porque no sólo era el mismo profesor quien nos moldeaba como plastilina, (quien se dejaba, pues esa plastilina podía estar rígida y dura, resquebrajada, al considerarse ávido de conocimiento hermético, terminado como producto enlatado). Era la misma forma de vivir el proceso dando un protagonismo abrumador a lo experiencial, pero salvaguardados del estigma de una evaluación, desprendidos del estereotipo (heurístico que racionalizamos para salvar a Alejandro de tal lastre) de que el profesor nos observa porque nos evalúa.

Cuánto admiro a Almudena y a Virginia por haber ido escribiendo en el blog todo lo acontecido durante el curso y lo bien que lo han ido integrando. A mí me ha costado encontrar el momento de ponerme a escribir, no sólo por la falta de tiempo y ciertas visitas a amigos que tenía descuidados por la vorágine de este año, sino porque he dejado que el contenido fuese calando en mí poco a poco, como una sutil lluvia que sin darnos cuenta nos va mojando hasta lo más hondo y sigue empapándome haciéndome plantearme muchas cosas que todavía están asentándose. Bueno, no hay prisa.

Recuerdo el primer día del curso cuando estuvimos trabajando con la actitud del artesano y enseñar desde la misma. Llevaba la flauta conmigo porque por la tarde tenía ensayo y sólo se me ocurría enseñar desde ahí. Cómo me limita la música, que forma parte de mi vida, en lo que respecta a hacer inferencias que fuesen más allá de algo tan cotidiano para mí. ¿Dónde se había escondido mi pensamiento deductivo? Porque sólo a través de lo concreto era capaz de entender dicha actitud. Finalmente hice un ejercicio de papiroflexia (simple, sencillo, directo, que captaba la esencia de la relación del artesano con la materia prima). Posteriormente, comprendí que no era el qué enseñar sino el cómo, donde estaba la esencia de lo que estábamos trabajando. Creo que si hubiésemos seguido con el mismo ejemplo a lo largo de la semana, en mi caso esa manualidad de papiroflexia, podría haber tenido lugar el ver las diferencias, pero me decanté por cambiar de objeto de enseñanza. La verdad es que Alejandro jamás nos limitaba sino que nos dejaba explorar, hubiese sido distinto el posicionamiento sumido, el estatus, la actitud ante la tarea concreta, la relación con el discente si no hubiese variado el qué enseñar, todavía puedo explorarlo.

Francamente me costó esa actitud, tan entregada y dirigida hacia el objeto; yo que suelo racionalizarlo todo o casi todo. Había que desprenderse de juicios, pensamientos y fundirnos con el objeto. Cuando tuve que diseñar mi útil me bloqueé, hasta que mis dedos hablaron por sí mismos. Lo que desconocía era que ese útil iba a ser tan socorrido y relevante para las demás actitudes. De hecho, al día siguiente, desde la actitud del comerciante tuvimos que venderlo, para de nosotros mismos salir al exterior y ofrecer nuestra modesta creación buscando argucias que se adaptasen a las necesidades de los compradores. No sé si meterme en un papel ajeno a mí me facilitó mi desinhibición y conseguí sentirme muy cómoda, despreocupada, distendida. Creo que entendí bien in situ esta actitud y atender a las necesidades de los demás, o más bien crear la necesidad en los demás para hacer operativa esta actitud. Cuan divertido fue explorar el rol del comerciante enseñando a una compañera, Cristina, snorkel. Cuan útil es esta actitud para una conducta asertiva, cuan importante para poder reafirmarnos y hacer de nuestra existencia un sentido, sin dejarnos avasallar, embaucar y poder reafirmarnos, librándonos de estereotipos sociales que merman nuestro propio crecimiento y autorrealización.  

Mi favorito: el guerrero, estratega, analista de las situaciones más cotidianas, racionalizador. Muy llamativa fue la pose de Alejandro en este día que nos decía dónde sentarnos, que se mostraba más neutral ocultando su emotividad para sorpresa nuestra. Aquel que nos recibe siempre con una sonrisa nos ponía normas para distribuirnos en el espacio. Cómo me descolocó ese día, pues inicialmente, antes de entender qué actitud íbamos a trabajar, trataba de realizar atribuciones causales, buscaba la lógica y una explicación porque su conducta me produjo una disonancia cognitiva. Respiramos aliviados cuando nos explicó la actitud del guerrero y me arme, contraje mi abdomen para recabar fuerzas que me nutriesen en una fervorosa defensa grupal de nuestros útiles. Siempre he huido del conflicto, de la discusión, pues mi predisposición a agradar a los demás oprimía mi ego. Nuevamente, casi dejándome absorber por un disfraz, me defendí, cuando asumí el rol, y descubrí estrategias de las que no creía disponer. Crecí por un momento, un baño de coraje me ha impregnado de un barniz que me hará más fuerte, más atrevida, más humilde ante la derrota pero asumiéndola con dignidad, con normalidad, porque las pequeñas batallas forman parte de la vida diaria. Un cuartel general en miniatura me hará enfrentarme a mis miedos, analizando mis puntos fuertes. Ha sido todo un descubrimiento, y tengo que indagar más.

El chamán. Todo un reto. Tras la explicación, a nivel teórico pude ir integrando cuanto se nos ofrecía, pero… ¿y en la práctica? Esta vez no sirvió de nada disfrazarme para ocultar mi identidad y protegerla. Cada uno de mis compañeros, valientemente, fueron aplicando su ritual. Fui la última en salir, y hubiese tirado la toalla de haber soportado ese silencio tenso que se generó mientras todos iban haciendo recuento de quién faltaba por salir. Se me secó la boca. Noté mi voz temblorosa. Mis ojos, salvo en la práctica que llevé a cabo y con la que expliqué la sucesión del ejercicio en el grupo, eran incapaces de mirar de frente. Se refugiaron en el suelo. Buscaba miradas cómplices pero todos se dejaron arrastrar por el chamán. Alejandro volvía a estar serio, y buscaba su empatía porque me conoce, porque sabe qué me hace sentir incómoda, ajena de mi misma. Pero en su posición neutra parecía leer “venga, ánimo”, o tal vez no. Tal vez fue un empujoncito que busque como defensa, como el escudo. Me reprochaba a mí misma no encontrar las estrategias de día anteriores, sobre todo porque era difícil trabajar con actitudes puras, principalmente porque se ven contagiadas de nuestra propia personalidad, construida a partir de bagaje de la vida y la relación con los demás, de la resolución de pequeñas o grandes crisis. Llegué a casa habiéndose disipado la energía brindada en día anteriores al verme poco efectiva. ¿Tan rápido me derrumbaba? Aquello que creí ir integrando era más complejo. Me vino de frente una bofetada que no supe gestionar, y era el sentirme torpe frente a todos los demás. Pero por la tarde, aunque no estuve en clase, fui analizando cada actitud y volvía al día siguiente con la energía de días pasados.

El último día, el maestro. Fue tan, tan intenso, indescriptible, emotivo que merece otro post. Fue un día con aroma de despedida y de nostalgia. Un círculo representa una visión holística conformando una figura geométrica pequeña y defectuosa que poco a poco va tomando forma y unas dimensiones que encuadran con el radio al cuadrado por 3,1416. Y nuestro profesor, que dos días anteriores no era reconocido entre quienes conocemos su relación con los alumnos, fue el primero en sembrar la semilla, redonda como un guisante, con la que  todos nos fuimos haciendo girar nuestras mentes en plena ebullición. Dará mucho más de sí. ¿Se convertirá en un círculo vicioso? Dará sus frutos en un futuro inmediato. de momento se van asimilando, me preocupa menos el sentirme efectiva con esas actitudes, porque si considero que ya están adquiridas, acomodadas, menguaré y no habré hecho más que convertir mi círculo en un mínimo punto.

Gracias por hacer del curso una jornada redonda.

2 comentarios

Esther -

Hola Alejandro.

Muchas gracias por tu comentario, como siempre me animas mucho.

Por supuesto que me gustó la escena de los músicos en el prototipo de artesano. Creo que te comenté lo de los armónicos y el hecho de que hubo una transferencia del instrumento (objeto) y la integración del mismo, con el sujeto cuando continúa la obra a partir de la voz, desprendiéndose, más bien integrando, la música en el instrumento más puro que existe que es la voz humana, y haciendo armónicos donde se superponen notas simultáneamente a modo de acordes. Que conste que lo de la pureza de la voz humana no se cumple en todos lo casos, y que nuestro amigo Sopor no se vio dotado de tal don ;)

Lo cierto es que este fin de semana que he viajado a Murcia, ante el roce y la convivencia con otras 80 personas, se han dado situaciones donde poner en práctica esa visión holística y totalizadora del maestro; pero en los conflictos no he sido capaz y he tenido que analizarlos a posteriori desde cada rol, todavía me cuesta integrarlos. Supongo que es normal. Sinceramente hubo algún mal entendido y ha sido más remediativo que preventivo. Me ha costado sacar al estratega, ya sabes que es mi favorito, aunque apareció para racionalizar las cosas. Como artesano, traté de buscar un posicionamiento muy neutro, no empatía, pero sí descriptor que fuese punto de arranque para las otras actitudes. Como comerciante busqué los por qués del otro, por si había necesidades que no estaba viendo. Y con el chamán sigo atascada, me arrepiento de haberme perdido esa tarde de clase; porque por eso no consigo llegar al maestro. Bueno, son nuevos encuadres de lo trabajado, experimentación.

Estaría bien una segunda parte del curso o profundización en el mismo el próximo año, yo iría de cabeza y, todos los del curso casi seguro de no ser por motivos de falta de tiempo, trabajo o no sé. Pero vamos, que es sólo una sugerencia.

Por ello, como veo que tengo lagunas, es necesario que escriba sobre el último día para recibir feedback tuyo y de compis. Espero tener tiempo, pero anotaciones tengo como para hacerlo incluso desde Nipon si es preciso. Espero organizarme en estos días.

Supongo que me ayudaría mucho ver la película Encuentros con hombres notables, por si me permite establecer más conexiones.

Complejo, complejo. Después de estas pequeñas caídas donde me he sentido muy torpe estoy más desanimada conmigo misma, pero todos nos caemos para aprender a andar, como con todo. Mi impaciencia me lleva a precipitar mi aprendizaje. La base está, ahora tengo que amoldarla a mí y a las situaciones para su aplicación, la repetición (dentro de que no existen clones situacionales como ya hemos visto en HHSS) puede ayudar en la adquisición de la habilidad.

Me levanto ;)

Gracias, Alejandro.

Alejandro -

Hola Esther

Me gusta tu manera de expresarte, en este post final (o penúltimo si tenemos suerte y leemos lo que escribas sobre el último día).

Cuando yo hice este curso, hace unos 10 años, no existía (ni se propició) esta herramienta de escribir y reflexionar sobre la experiencia. Lástima, sólo conservo breves apuntes. Más adelante compartiré contigo lo que escribí en el día del Maestro, si escribes el post ;)

Recuerda, como ya haces, que trabajamos desde diferentes perspectivas, posiciones, puntos de vista. Ahí está la potencia del trabajo, además de las connotaciones simbólicas-arquetípicas, que a veces aportan más, a veces distraen de los procesos importantes, al generar sólo contenido, eso sí, sugerente.

No olvides lo que hicimos el último día, con el círculo, como vimos en la escena de Encuentros con Hombres Notables, implica trascender las cinco actitudes. Integrarlas es una manera de hacerlo, trabajando desde el vacío del maestro, es también lo más difícil.

Creo que hubiera estado enseñar lo mismo todos los días, hubiera enfatizado, más que el contenido la actitud al enseñar, diferente cada día. Lo pensé, pero preferí daros más libertad. Esa era una opción que teníais, pero preferí no limitarla a ella.

Si llego a saber que trajiste la flauta el primer día, te hubiera hecho tocarla. Espero que te gustara la escena del artesano que puse, la del concurso de los músicos, ja... imaginaba que la encontrarías interesante. Es curioso porque todos los vídeos que puse fueron improvisados, gracias al comentario-pregunta de David: ¿no vas a poner ninguna película? La verdad es que me vinieron pronto las imágenes tras hacerme el comentario.

Buena síntesis, casi que prefiero ese estilo directo. Cuando no necesitas "personajes" para expresarte, puedes usarlos de otra manera, ja.. ya lo comprobarás.

Felicidades por todos tus cambios, suenan de lo más interesantes y desafiantes. Sacarán lo mejor que tienes, estoy seguro.

Un saludo

Alejandro