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COMPROMISOS E IDENTIDAD

COMPROMISOS E IDENTIDAD

Elena se encontraba muy cansada después de lidiar con sus 25 niños. Entre la algarabía y los imprevistos de la mañana terminó la jornada completamente rendida aunque con el sabor de la victoria tras haber cumplido con su labor. Hacía unos días había hablado con una amiga sobre la posibilidad de verse esa tarde para ponerse al día de su vida y milagros, pero se encontraba realmente cansada como para poder disfrutar de la velada. Lejos de dejarse arrastrar por las circunstancias cogió el teléfono y se dispuso a aplazar la cita, priorizando lo que realmente quería hacer esa tarde. Se había imaginado en el sofá disfrutando de un libro, acomodada entre cojines y dejándose arrastrar por las vicisitudes del protagonista, trasplantada a una época de reyertas en la corte donde luchaban por el poder.

Tras una ardua escusa que tuvo que pertrechar  y ensayar mentalmente en su cabeza para hacerla creíble, consiguió salirse con la suya y pudo dejar la ocasión para un mejor momento.

Lejos de disipar sus pensamientos para su salud mental comenzó a sentirse mal consigo misma. Había mentido. “El fin justifica los medios”, pero, ¿por qué había tenido que usar la mentira para poder decir que prefería hacer otra cosa? ¿Acaso no tenía suficiente confianza con su amiga? ¿Acaso la amistad es un compromiso? ¿Las relaciones sociales son, entonces, una obligación? Ante la culpabilidad que la atormentaba decidió llamar a su amiga para ver si todavía era posible mantener la cita. Salió de casa y se dejó llevar por la inercia. Un día más acumulado en su diario donde se hacía explícita su poca capacidad de autogestión. En su cabeza resonaba la autoritaria voz de su madre que le recordaba una y mil veces: “Hija, tienes menos personalidad que un gato”. Se sorprendió a si misma transfiriendo el consejo de su madre, quien había intentado muchas veces hacerla reaccionar con ese juicio, pero tantas veces se había repetido el sermón que terminó convertido en confirmación de su propia identidad. “Le dijo la sartén al cazo”. Ella era una réplica de su madre tanto física como conductualmente. Seguramente lo haya aprendido de ella, “de tal palo tal astilla”. Después de ese nuevo análisis se minimizó la culpa, los restos de hollín que ensuciaban sus pensamientos y la ahogaban de negatividad se desvanecieron y pudo tener una tarde en cierto estado de calma interior.

Tal vez el ejemplo poco tenga que ver con el texto de La innovación mediante la gestión de los compromisos personales, pero los compromisos y cómo los entendamos marcan nuestro desempeño diario, tanto en las relaciones de afiliación como en el ámbito laboral.

Lo ideal del compromiso sería integrarlo en la propia identidad, de tal manera que nos sintamos identificados con tanto cuanto hacemos. Este es el propósito de las empresas para sus trabajadores de élite, al hacerles sentir parte de la misma y vincularlos a los objetivos generales; lo mismo ocurre en la escuela cuando hablamos de vocación; en las relaciones sociales cuando decimos que alguien posee entrega y dedicación; en cualquier tarea que emprendamos… hay un alto grado de compromiso cuando está vinculado a partir de lo que nos define como individuos.

Pero me ha llamado mucho la atención del texto la asociación que se hace de dicho término al vincularse con una obligación, una renuncia o sacrificio. Lo cual, y en oposición a lo anterior, nos lleva a KEGAN (1994) y a PERRY (1970), como ya hemos trabajado en clase y como cita el propio artículo. Puesto que ambos autores guardan una estrecha relación, pues fueron alumno y maestro, podría sintetizar diciendo que el afirmar las propias creencias e intereses frente a los demás nos podría en un nivel de conciencia superior que cuando seguimos la inercia de lo que nos marca el aprendizaje social o el dualismo, muy alejado de lo que el compromiso como obligación debería implicar.

El fenómeno es complejo, porque se encuentra en una tesitura muy contradictoria, en dos posibles caminos con los que obtenerlo pero que distan en el procedimiento.

Si, como decía anteriormente, el compromiso puede lograrse con la identificación del sujeto con la tarea, sólo tendríamos que anular parte de la identidad de una persona, hasta la enajenación. Llegar al término de abducir sus intereses, sus patrones de personalidad para imponer otros esquemas mentales que se adecúen a un fin mayor. Este ha sido el caso de personas adeptas a una religión o a una ideología, que adquieren un alto grado de compromiso con la forma de vida que dicha doctrina procesa. Pero lejos está esta forma de compromiso con los niveles más elevados de la teoría de los autores anteriormente citados. Ahora bien, en términos operativos, pueden conseguirse objetivos sorprendentes mediante la enajenación o la omisión de la identidad de alguien. Tal es el caso de sectas (seguir) religiosas que han conseguido mediante un líder la coerción y privación de la libertad de sus miembros, y llegar al término de suicidios colectivos, como fue el caso de Guyana. Innegable es el compromiso que habían adquirido sus miembros para tal destino.

El compromiso perseguido, el idealizado, es el que también se vincula a la identidad de una persona como desarrollo maduro del si mismo. Como los órdenes de conciencia de Kegan que tanto sigo anhelando encontrar (estoy en proceso en función del marcador de contexto que me ofrece Bateson). Puesto que este compromiso es tan deseable e inalcanzable para muchos, es lógico que en la definición que en esas jornadas se ofreciera fuera con connotaciones negativas, explicado bajo el supuesto de que “nadie puede ver fuera lo que no tiene dentro”, como mucho nos dice Laura RAYÓN (2010). Y es que los esquemas mentales, la visión subjetiva de cuanto nos rodea, nos abre las puertas para nuevas incorporaciones pero nos niega, como un tupido velo, otras que nos resultan imperceptibles por la dificultad que entrañan.

Por esto, valoro aún más si cabe, que tras esa experiencia mediante la cual pudieron vivenciarlo, parte de esas concepciones fuesen modificadas para incorporar otra concepción del compromiso docente y de dicho término en general como declaración de principios autoimplantados.

El poder de elegir, de decisión y la libertad de la que tenemos derechos, se merma donde comienza la libertad de los otros, situándonos ante un constante balanceo de autoafirmación o de condescendencia a favor de los intereses de los demás haciendo explícita nuestra conducta prosocial.

El compromiso de un individuo hacia una meta personal o hacia algo que él considera valioso, creo que puede ser uno de los poderes más sólidos y profundos que existen dentro del ser humano. Para que éste se logre, son muchos los elementos que entran en juego: conciencia, intención, voluntad, motivación y finalmente, la acción en sí. Es ésta última la que demuestra si el compromiso de un individuo realmente existe. Varía en grado y en intensidad y se aprecia desde una perspectiva totalmente individual ya que cada uno de nosotros lo vive “subjetivamente”.

 

Hay que añadir que los niveles de compromiso varían con el paso del tiempo. Bastaría con preguntar a alguien que lleva muchos años en el mismo puesto de trabajo si el compromiso que estableció en un inicio es el mismo que el del presente. Existen momentos más intensos, debidos a circunstancias tanto internas como externas que tienen lugar. Buber (1970), sostiene que el compromiso se logra dentro de un contexto que solicita la participación plena de sus integrantes “aquel que se compromete, no puede guardarse una porción de sí mismo...” Comprometerse implica asumir una postura responsable. La acción comprometida nunca es impuesta ni puede ser delegada a un “otro” que responda o decida por nosotros. Es hacer frente a la consecuencia de la acción haciéndonos responsables de nuestro ser y de nuestro hacer, labor nada sencilla, sumamente delicada y muchas veces agotadora, pero que es la única que nos libra de caer finalmente en la dependencia.

 

            Compromiso es lo que transforma una promesa en realidad. Son las palabras que hablan de las intenciones y son las acciones las que dicen más que esas palabras. El carácter está hecho de compromiso. Es el poder de lograr el cambio. Es el triunfo diario de la integridad sobre el escepticismo.

 

2 comentarios

Esther -

Hola Alejandro, gracias por tus comentarios.

Para mí el compromiso tiene que ver con la rebeldía, con tener muy afianzados unos principios y ser fiel a ellos. Creo que las personas rebeldes tienen un alto grado de compromiso en todo lo que emprenden; no se dan por vencidas a pesar de las dificultades con las que puedan tropezarse. Kegan las situaría en un quinto orden, (aunque tengo pendiente seguir profundizando en este autor del que me quedaron claros los órdenes de conciencia, aunque no los he encontrado traducidos, y me gustaría saber más de su teoría, así que te pediré referencia bibliográfica para el verano).

Personalmente no lo asocio, coincidiendo contigo, con algo negativo como hicieron los alumnos. Tal vez estos estuvieran condicionados por un contexto, con una circunstancia particular que les hizo coincidir en la interpretación que se daba del término.

El compromiso es un SÍ QUIERO que permite actuar con libertad, y con una responsabilidad con uno mismo, principalmente. Tal vez se pueda asociar a veces a un egoísmo en cuanto a que se priorizan los propios ideales, pero a veces el peso de la aceptación social hace que nos traicionemos perdiendo parte de nuestra identidad. No sé si me he explicado. Es complejo y creo que tendría que meditarlo aún más;)

Por cierto, ya me estoy descargando el profesor Holland para hacer una post y entender muchas de las aportaciones que me haces.

Un saludo.

Alejandro -

Hola Esther

Antes fue un trío de ases, y ahora un trío de posts ;)

Felicidades por éste.

Imagínate la cara de curiosidad estupefacta que se me quedó cuando haciendo el taller con los profesores en el Master de Docencia, me fueron diciendo lo que para ellos significaba el compromiso (renuncia, sacrificio, obligación, etc...) cuando para mi era sinónimo (paradójicamente) de poder, de intención, de libertad, de identidad.

No siempre lo entendí así, claro. En la adolescencia huía del compromiso como gato del agua, ja.. Y a principios de los 20, durante mi formación en Terapia Gestalt, siempre me llamaba la atención que uno de nuestros formadores (Vicente Cuevas) entendiera el compromiso como una base de poder personal (claro, cuando se elegía libremente, con conciencia).

A mi me costó entenderlo, sobre todo entender lo importante que era también cuestionar los compromisos, revisarlos de tanto en tanto.

Hay tres procesos que trabajábamos que para mi son claves. Porque si hablamos de "compromisos" con un sustantivo, parece que hablamos de algo, de una cosa, que se tiene o no. Y eso es una ilusión. Prefiero hablar del proceso de comprometerse, porque entonces todo se ve mucho más dinámico y cercano a lo que realmente hacemos. Los tres procesos que trabajábamos eran procesos de iniciar algo (una dieta, un trabajo, una relación, un puesto, una ideología), procesos de mantener (que es muy diferente a iniciar, claro) y procesos de llegar (en el sentido que comentaba de revisar, de cuestionar, incluso de decidir generar algún cambio o modificación). Esto es más evidente cuando el compromiso se asocia a un objetivo o desenlace vital, a una meta. Y está bien plantearlo cuando se logra, o cuando no se logra. Si leíste el texto de Influencia que dejé, el tema de la coherencia está muy relacionado con esto.

En el master, desde hace unos tres años, siempre hacíamos un taller de compromiso, porque para mi era una manera de trabajar la identidad docente. Si quieres revisar tu idea de qué es ser un profesor, revisa tus compromisos con la docencia, sea lo que sea que eso signifique.
Cada año lo trabajamos de una manera diferente.

En la comunicación o capítulo que os dejé, se describe una manera. Por cierto, lo importante del capítulo no es el compromiso en sí, no deja de ser un ejemplo (también, claro, un ejemplo de una habilidad importante, gestionar los compromisos) de un taller, de un programa, un ejemplo de metodología aplicada. Pero como siempre, cuesta más de ver, porque os quedáis más pendientes del contenido.

De los tres talleres de compromiso que hemos impartido (este año no lo hemos hecho por falta de tiempo y reajustes que tuvimos que hacer, y tengo curiosidad por comprobar su efecto o falta de efecto) el último fue el más completo para mi. Con lo que sé de mi tesis (e investigaciones posteriores), propuse un psicodrama (je.. ya sabes por qué te lo cuento).

Les planteé que los compromisos personales que tenían estaban bien, pero que venía bien contrastarlos con los compromisos sociales, públicos. Contrastar lo público con lo privado.

Así que salimos del aula, en Sigüenza, y nos fuimos a una escalera larga. Les pedí que se situaran a lo largo de la escalera en función de su compromiso con la innovación docente. Los que se situaban más alto estaban por lo tanto más comprometidos, y los que estaban en los peldaños inferiores, lo estaban menos.

La tarea era doble, por un lado identificar de manera privada donde se estaba y externalizarlo (objetivarlo, como diría nuestro amigo Kegan) en la escalera. Después de esto, venía una tarea social, de comparación social. Cómo era elegir un sitio en relación al sitio de los demás. ¿Acaso este compromiso social-público, no influía de alguna manera en el compromiso personal-privado?
Bueno, estuvimos jugando con eso. Lo hicimos dos veces, al principio del Master y al final.

Resultó interesante.

Como ya intuyes, un compromiso de podrá gestionar de manera muy diferente dependiendo DESDE dónde se atiende, desde qué momento vital, desde que orden de conciencia, etc...

Es un tema complejo, la verdad, y conviene ser cuidadoso. Son dinámicas complejas.

Ah... me gustó la cita de Laura, muy apropiada.

No olvides el aspecto metodológico, parece que es el que más os cuesta percibir. Si veis el programa de los alumnos de 2005 (el del conflicto), y lo comparáis con el programa de los alumnos de 2007, y lo comparáis con cualquier sesión que hemos hecho este año (la de Tim, la de Paco, cualquiera mía) notaréis algo que si no lo comparáis no notaréis.

Como decía Bateson, sin diferencia no hay información. Sobre todo sin diferencia que marque una diferencia.

Un saludo

Alejandro