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Habilidades Sociales

Última sesión de habilidades sociales

Última sesión de habilidades sociales

Me encontraba sola en el salón de mi casa ante la imponente quietud de la noche. Un silencio sobrecogedor me invadía y mi única compañía era el repiqueteo de las teclas del ordenador mientras escribía estas primeras palabras.

Sola no puedo. Me levanté del sofá y decidí buscar entre las estancias de mi humilde morada a algún personaje que me ayudase a reflexionar sobre esta última sesión. Abrí puertas, miré en armarios. Incluso debajo de las camas, pero no había rastro ni de Freud, ni de Milton “El pesado”. Ni siquiera pude contactar con los espíritus que habían presenciado las clases de habilidades. Nadie. Decidí sentarme y volcar lo que ahora escribo.

¿Cómo fue la sesión programada con los alumnos de CAFAD? Para mí, lo verdaderamente enriquecedor fue la preparación de dicha sesión. En el transcurso experimenté un cambio o una flexibilidad y comprensión hacia quienes tenían una visión distinta del programa. No fue mera anécdota el incluir a Aristóteles como autorretrato (que más quisiera yo) de una visión de la planificación concreta y centrada en acciones. Priorizando el ser operativos, o eficaces en términos evaluativos, me parecía pertinente desarrollar dinámicas. Pero el punto de vista de algunos compañeros caló en mí. Por ello introduje a Platón, más abstracto que el anterior, a modo de comparación con un diseño más centrado en las ideas, en unos objetivos y un para qué, por encima del qué. De esta forma, una de esas magníficas noches en las que te encuentras activo/a y te cuesta conciliar el sueño, o el sueño está enfadado contigo por no atenderle demasiado, proyecté una secuencia de actividades. Y digo bien actividades, pero con un carácter mucho más abierto e impreciso que hiciese remover a nuestros supuesto clientes.

Al día siguiente me hallaba en la facultad realizando un trabajo para otra asignatura, y cuando le di fin, subí las escaleras todo lo rápido que pude en busca de un respaldo. Quería compartir lo que había estado elucubrando durante la noche con un compañero más “platoniano” que yo. Lo mejor de todo es que le entendía. Claro. Como entendía a quienes defendían los objetivos en cuanto a que marcan el rumbo y nos planteaban unas metas. Así, mi “platoniano” compañero aplaudió la propuesta y juntos nos pusimos a darle formato.

Mientras redactábamos el correo, a parte de inspirarnos con música que amenizaba enormemente la velada, nos esforzábamos en dar una secuencia, coherencia y relación entre las actividades, porque lo que menos pretendíamos era dar paquetes cerrados de juegos que no activasen, para nada, su reflexión. Además, recordaba la gélida acogida de los alumnos de Educación Física cuando esperábamos delante del edificio que tantas dudas albergó en nosotras sobre si era el punto de encuentro. Recuerdo cómo se dieron cita los estereotipos y buscábamos, como locas, ropa deportiva y zapatillas.

-          ¡Ese! Seguro que es de EF.

-          Pues no. Resulta ser un jubilado que pasea por las mañanas.

-          ¡Ese otro! Es el típico “cachas” que vendrá a ayudar a estas pobres damiselas que han de enfrentarse con la montaña.

-          ¡Tampoco! No son músculos. Es la forma del abrigo, y además es una señora que pasea un perrito…

Cuando al fin se fueron presenciando, se quedaban por los alrededores hablando entre ellos. Recuerdo que hubo un diálogo que nos aterró bastante:

-          ¿Llevas la mochila?

-          Sí, además he metido botiquín y el teléfono por si pasa algo.

“¡Oh, oh! Menuda forma de dar ánimos”. Y se fueron formando en círculo sin integrarnos, sin preguntarnos si éramos de psicopedagogía. ¿Acaso nosotras no cumplíamos con el estereotipo? ¿No se nos notaba en el patrón de comportamiento que estábamos a su merced? ¿Creerán que somos señoras sin perrito? ¿Nos presentamos?

Lo que sucedió esa mañana ya lo describimos en clase, y pasó a ser menos simbólico en lo que me había planteado esa noche de insomnio.

-¡Ya está, podríamos trabajar las relaciones interpersonales, las presentaciones, las formas de iniciar una conversación!

De ahí la secuencia de presentación en el hall. De ahí la posterior merendola, actividades que iban de lo menos estructurado y la espontaneidad absoluta (salvo por el marcador del contexto y el rol de clientelismo que podría tener lugar, tal vez evaluación), a una actividad más cerrada, que en un principio era un juego con pos-it (o como se escriba) que terminó en buscar semejanzas a partir de unos ítems. El colofón sería trabajar en pequeño grupo a partir de unas preguntas, que también plasmamos en la propuesta, para concluir en gran grupo. Por lo tanto, queríamos aprovechar la experiencia del día de la excursión y su insípida presentación que se vio amenizada por David, afortunadamente.

A partir de la propuesta empezó a funcionar el foro. Se concretaron roles en la última sesión y se organizaron los materiales y espacios.

Al fin, pusimos en práctica la sesión. Salimos bastante satisfechos en términos generales, y David aprovechó la coyuntura para trabajar un problema de compañerismo que tuvo lugar uno de los días. Me encantó la síntesis que me comentó Carmenchu en petit comité, denominando ese momento como catarsis.

Teníamos más actividades, pero supimos al unísono adaptarnos a la nueva situación y flexibilizar en cuanto a las necesidades que estaban teniendo lugar.

La última sesión de habilidades sociales. Parece que se hacía demorar el por qué del título de este post.

Reunidos en grupo nos pusimos a evaluar, valorar, observar desde la distancia, nuestra actuación. Personalmente, viví ese momento con algo menos de euforia a como habíamos terminado el día de la realización o implementación, supongo que por las connotaciones de la evaluación. Al margen de hacer una síntesis como satisfactoria, que tuvo lugar, salieron al tapete la excesiva presión que había vivido una persona al tomar la iniciativa y cómo los observadores (controladores del tiempo, intérpretes e infiltrados) no tomaron el mando. Por otra parte, los observadores interpretaron que su función consistía en recabar información para una puesta en práctica en esta presente sesión que describo, y no que tuviesen que liderar.

En mi caso en particular, asumí rol de observadora, pero me parecía tan estático que decidí participar en la jornada: en las presentaciones, en el juego y en las puestas en común. Además, tenía sentido el adaptarme partiendo de lo que había aprendido sobre la flexibilización. Intervine y dirigí parte del debate en pequeño grupo. En gran grupo me bloqueé. Tenía preguntas, quería vincular esta acogida a la recibida por ellos pero me fallaba la formulación de la pregunta cada vez que la enunciaba en la cabeza. No quería que sonara a reproche; por lo que al final desistí. También reconocí que me dio vergüenza, y ésta se elevó a la enésima potencia cuando me recordé que habíamos estado trabajando la habilidad de hablar en público. ¡Ya lo sabía! Pero el contexto era distinto, he mejorado mucho a la hora de enfrentarme a exposiciones (por lo menos a nivel de vivencia interna, conflicto conmigo misma que mengua afortunadamente), pero la situación era distinta. ¿No es lógico después de haber estudiado a Bateson? ¿No lo vimos el día del kárate? ¿Somos tan simples de aprender una habilidad y reproducirla igual en cualquier contexto sin modificación?

Carmenchu estuvo genial en su intervención y me dio una interpretación muy acertada que me hizo recobrar algo de paz conmigo misma. Tal vez no quise intervenir o asumir protagonismo para dejar actuar a más gente, puesto que en el foro ya expusimos la propuesta y tal vez no querría volver a saltar a la palestra. Creo que con ese comentario encontré paz; entre tanta algarabía, entre tanto “no he terminado de hablar”, entre tanto “bajad la voz que parece un gallinero”. Y es que creo que me iba incomodando, todo ello mezclado con la sensación de ser la última sesión. La última clase. Contextos fluían por mi cabeza recordándome todo lo que tenía que hacer. Volver a centrarme…la clase. ¿Recuerdas? Estábamos valorando la sesión de HHSS, me autogestionaba de vez en cuando.

Cuando en el grupo abordamos el tema de ¿por qué no utilizamos lo que hicimos en la excursión? Me derrumbé. ¿Qué era la presentación y la acogida sino una forma de mostrarles las relaciones interpersonales? Aunque fuese un poco artificial la presentación de una merendola. ¿Por qué no trabajamos la competitividad si tuvo lugar en la salida al Ecce Homo? Creo que trabajamos la colaboración y la afiliación a partir de nuestro comportamiento. Ellos, con las preguntas que íbamos dirigiendo en el pequeño grupo, podían haber hecho inferencias y haber establecido una diferencia, pues en ella se encuentra información con la que trabajar; por lo tanto, indirectamente, sí trabajamos con ellos la colaboración y el trabajo en equipo al margen de que lo sacase al centro del debate David.

Empecé a preguntarme a mi misma el ¿por qué si no salía por ellos mismos esa inferencia tendríamos que explicitarla? De esa forma volveríamos a Aristóteles, a la dirección rígida, al estancamiento. La experiencia la vivieron como nosotros, y si reflexionan sobre ella pueden hallar esas diferencias y, por lo tanto, puede encontrar el mensaje implícito. O tal vez no, pero aprendí muchísimo durante este cuatrimestre sobre no marcar la direccionalidad de nuestro proceso, porque cada uno iría llegando a su ritmo, en función de lo que experimenta y evoca. Hacer de la situación un ente estático vendría a contradecir la forma de trabajo que hemos ido vivenciando este tiempo, con tantos descoloques, pero que ha dado tantos frutos. El más rico sin duda, la riqueza de interpretaciones que se han generado a partir de una misma situación. El relativismo del mundo que nos rodea. Y también que hemos sabido conjugar nuestras singularidades haciendo una esfuerzo en común. Tal vez no haya habido sinergia, más que la suma de las partes, cosa que es totalmente cierta y con la que estoy de acuerdo porque últimamente esta palabra está de moda y se usa doquiera que vaya. Sólo añadir que hemos aprendido muchísimo en lo que respecta a la capacidad de adaptación gracias al ejemplo de lo que se nos ha ido mostrando este cuatrimestre.

Y por último decir que “la enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón”.

Gracias por tantas vivencias.

 

MCGUFFIANOS

MCGUFFIANOS

Era todo un reto. Muchos Mcguffins se han sucedido a lo largo del cuatrimestre y había dos a los que quería darles encuentro. Parecen lejanos en lo que respecta a mí misma, pero, dando rienda suelta a mi imaginación y explicitando las dudas que albergo con respecto a mi vocación como maestra, han generado un debate exacerbado de lo que considero un conflicto interno entre lo que tiene que ver con mi “Ello” y mi “Yo”.

De tal manera que aquí me hallo, bajo las escaleras de mi cotidiana facultad. Escondida, escudriñada, para encontrar algo de tranquilidad, la que no encuentro ni en casa ni en la cafetería para poder hacer balance de estos cuatro años, tiempo en el que como un péndulo he pasado por momentos álgidos y otros en los que estuve a punto de tirar la toalla y abandonar lo que quería hacer por la generatividad ante la exigencia de amigos, familiares y mi propia culpa al no dedicarles el tiempo que merecían.

Por otra parte, a veces tengo dudas sobre mi vuelta al cole. Me gusta la docencia pero quiero seguir aprendiendo y, ese desasosiego que se calma al cubrir mi necesidad de aprendizaje, entra en una convulsa polémica cuando me resta tiempo de realizar otras actividades, de compartir tiempo con todos a cuantos quiero. Por eso he querido hacer este diálogo cargado de visiones extremistas para hallar la catarsis que haga de terapia ante el vértigo que siento, viendo que termina este periodo de enriquecimiento en el que he crecido mucho y me ha brindado muy buenos recuerdos de una etapa que quisiera repetir, estirar y degustar hasta que decida, sin ningún condicionante, que quiero detenerme para volver a la familiar cotidianidad de la que seguiré aprendiendo pero a otro ritmo, marcado por un metrónomo más hogareño.

HOLLAND: Yo he sido músico, y músico me sigo sintiendo al transmitir ese campo de conocimientos, a pesar de no encontrar un breve momento para dedicárselo a mi autorrealización personal. He de reconocer que en un principio, esta actividad, la docencia, no satisfacía mi vocación, pues me dejaba poco tiempo a la composición. Esta última siempre ha sido el resquicio que me sobraba del resto de las actividades que emprendía y al principio lo vivía con cierta ansiedad. Los años han ido acomodando esta actividad, la enseñanza, y  la han situado en el centro de mi vida.

NIETZSCHE: Claro, esto es así porque “el que no se conforma es porque no quiere”. En mi caso, y haciendo gala de un quinto orden de conciencia, mis teorías y planteamientos filosóficos han ido anteponiéndose al resto de las actividades, estando incluso por encima de todo lo demás, por lo tanto, mi prioridad se establece en el cultivo de mi mente y espíritu. Convulsas han sido mis relaciones con amigos quienes han desfilado por mi vida dejando poca huella. Tuve que atender a ellos como objeto del que surtirme de aprendizajes y experiencias, y relativizar mis relaciones cuando mermaban mis puntos de vista o mi capacidad para crear. Así sucedió en mi amistad con Wagner y su esposa Cósima, con quienes compartí muchos momentos a los que tuve que renunciar de forma drástica cuando ofendieron mi sensibilidad en lo que consideraba atentar contra mis principios filosóficos y morales (compromiso con el relativismo).

HOLLAND: ¡Pero hombre! ¡Cómo vas a anteponer una mera opinión a la relación con los demás! ¿No te das cuenta que de esta manera te aíslas? Somos seres sociales, la música que practico y que tú tanto idolatras no es más que  un ritual social en el que convergen intereses, gustos, identidades. ¿No entiendes que nos necesitamos los unos a los otros? Si te segregas, si te amputas de la oportunidad de crecer en un contexto de interacción, de nada servirán tus principios, pues no hallarás un resquicio humano con quien compartirlos y estarás mancillando el fin último de toda filosofía e ideología, pues es su deseo ser compartida para que pueda crecer mediante la transmisión cultural, aspecto que sólo es posible a través de la comunicación con el prójimo.

NIETZSCHE: Veo que te conformas con un tercer orden de conciencia. Poco ambicioso eres, y así te estás convirtiendo en un lastre de ti mismo impidiéndote crecer. Las ideas fluyen igualmente. En mi caso, sin intención de darme a conocer más que en lo que consideraba mi propia satisfacción y regocijo, he sido discurso inspirador de corrientes enfrentadas, convulsas, controvertidas. Mi punto de vista ha sido tan versátil que del chovinismo a la posición más anárquica se ha tomado mi filosofía como bandera. No coartando mis alas es como mi creatividad ha volado libre de ataduras sociales en busca de aprobación. Ha sido ese liviano peso en la búsqueda de aceptación lo que ha derivado en unos principios que han generado multiplicidad y no una visión dicotómica de lo que se considera apto o no apto en función de un estigma social. Vuela libre y da rienda suelta a tu generativismo.

HOLLAND: No sabes cuánto te compadezco. Es tan triste argumentar de esta manera que te has creído tu propio engaño no dándote la oportunidad de desarrollar cierto relativismo con lo que consideras tu guía espiritual. Te has convencido de que tu mapa es el territorio, cayendo en un egocentrismo enfermizo que te conduce a la mitomanía.

NIETZSCHE: ¿Dónde has llegado tú? La transmisión que has realizado, aún cuidando tanto el componente emocional en tu relación con los demás, te ha cerrado el círculo  a tu entorno inmediato. Más allá de eso eres un completo desconocido para el mundo. Tu existencia es nula. Has matado tu aportación al conocimiento priorizando el lado humano al de las ideas. ¿Acaso no recuerdas a Platón, quien desde la crítica al mundo sensible pone por encima dichas ideas como antídoto a la interpretación sensible e imperfecta que hacemos de dicho mundo? Las ideas fluyen como el agua que distraídamente desgasta la roca dejando su huella marcada para toda la eternidad.

HOLLAND: Tu verborrea me confunde y las falacias que argumentas me inducen al engaño. Mi existencia ha tenido sentido en cuanto hallo albergue en el corazón de con quienes me he desnudado y me he compartido. Aunque mi generatividad tenga poco alcance científico o artístico, mi persona se encuentra retratada en esas mentes a las que he alimentado desde mi presencia física, por sensible e imperfecta que sea. Mmmm. Creo que en el fondo estás resentido. Tanto estudio te ha reducido las habilidades sociales hasta hacerlas del tamaño de un guisante si es que pudiesen materializarse. Tratando de entenderte, en el fondo no eres más que víctima de las circunstancias.

NIETZSCHE: ¿Ahora vas a analizarme? ¡Estos pedagogos...! ¿Pero no eras músico? Bueno, por intentarlo no pasa nada. Y de equivocarte ya sabes que no me tiembla el pulso si de mandarte a freír  espárragos se tratara.

HOLLAND: Creo que  la convulsa relación con tu hermana te ha hecho mella, pues tan pronto os queríais como os odiabais. Te abriste un  frente en la sociedad de la época y te ganaste cierta antipatía por las duras críticas volcadas hacia Wagner, músico antisemita que se ganaba los afectos de un público más antisemita que él. Atacaste a la iglesia en un momento histórico de verdadera religiosidad, y sólo a ti se te ocurre hablar de “El anticristo”. Para colmo, Salomé, de quien te enamoraste, te dio calabazas y se fue con tu amigo Paul Rée.  ¿Acaso eres masoquista?

NIETZSCHE: Vamos a ver, vamos a ver. Creo que no hubiese sido igual de prolífico si me hubiese entregado a los demás. ¿De dónde si no hubiese sacado tanto tiempo para escribir?

HOLLAND: Efectivamente hubieses dispuesto de menos tiempo para tus libros, para el cultivo de tu intelecto,  pero te hubiese generado la oportunidad de compartir cuanto sabías, porque te agarraste a la escritura como tu amiga más fiel, la única que no podía traicionarte porque salía de ti mismo y estaba salvaguardada de la incertidumbre que caracteriza las relaciones sociales.

NIETZSCHE: Pues a modo de experimento, voy a dar una oportunidad a la amistad que ha germinado en la conversación de hoy. He de comprobar que se puede sacar tiempo para todo y que mi creatividad no sufrirá las consecuencias del abandono.

Así, después de esta Mcguffiana conversación en la que no he hallado respuesta respecto a lo que me acontecerá el próximo curso en relación con mi generatividad, dudo que Nietzsche frenara su producción y que encontrase su nueva vocación en las relaciones públicas. Yo, que tengo una mentalidad más simple, de momento llego a todo.

Como no tenemos nada más precioso que el tiempo, no hay mayor generosidad que aprovecharlo sin tenerlo en cuenta”. Marcel Jouhandeau (1888-1979).

 

 

SEGUNDA SESIÓN

SEGUNDA SESIÓN

La segunda sesión daba lugar sin un marcador de contexto. Distribuyéndose en el espacio y dibujando un círculo con las sillas el grupo se puso manos a la obra. Inicialmente, un silencio prolongado, miradas sostenidas, sonrisas, nerviosismo, auspiciaban la duda de por dónde empezar puesto que el día anterior se habían quedado ideas en el aire. Todavía se encontraban allí, imbuidas en cada una de las mentes que meditaban qué decir, si tomar la iniciativa, si proseguir agazapados tras una postura retraída que cede la palabra a los más valientes.

Por fin se escucha la voz de quien adquirió la función de secretaria, que hace una síntesis de lo tratado el día anterior y da oportunidad a quienes se hallaban ausentes y no tuvieron oportunidad de expresar su punto de vista sobre el tema que se estaba tratando.

Nuevamente, tras ese encuadre se vuelve a discurrir qué hacer. Reina un sentimiento afable, sincero y cordial. Más seguridad se va contagiando al estudiar nuevas propuestas, ideas de quienes su presencia, negada ayer, narran experiencias, actividades resueltas de otros años, otras asignaturas. Se respira agradecimiento al hacerlas públicas.

Tras operativizar más los objetivos, los cuales se centran en polos opuestos: cooperación versus competitividad; se fraguan unos contenidos trasversales que acompañarán la actividad tales como atención a la diversidad, roles, liderazgo; así como unos principios inspirados en una metodología activa y lúdica.

El entusiasmo crece al ver que se avanza con todo el mundo de la mano. Se opina abiertamente. Propuestas originales como partir de actividades de acogida son aclamadas. Quedan registradas para germinar la convivencia con quienes participarán de la implementación de la propuesta.

-          Vaya, vaya. Mi amigo Platón hoy me ha dado plantón. Debe haberse quedado rezagado o tal vez se haya equivocado creyendo que había sido convocado a la misma hora del día anterior. Esto le pasa por haberse quedado filosofando en algún aula de bachillerato examinando cómo las ideas prevalecen sobre el mundo etéreo.

Actividades. Parece que el grupo va concretando dónde quiere dirigirse. Se habla de hacer dos grupos, mientras los alumnos se reparten y viven la experiencia con ellos, modificando variables para provocar la rivalidad que tal vez no tenga lugar o que quizás emerja de manera espontánea.

Hay mayores discrepancias en este asunto. Un sector de la clase manifiesta su disconformidad respecto a dar paquetes cerrados de actividades, quieren provocar el debate a partir de la experiencia pasada vivida con ellos en la excursión, pero dónde dirigirles, cómo mover su reflexión y su proceso hacia esos objetivos propuestos. El problema es generar participación, y es imprescindible para que la dinámica tenga lugar. Si no se consigue activar a los asistentes, el silencio, la parsimonia, harán del acontecimiento un tiempo poco aprovechado para experimentar.

Partir de las actividades, activarles provocándoles una explícita situación de competitividad versus trabajo en equipo puede dar sus frutos de cara a que los alumnos debatan cómo viven esas circunstancias artificiales, evocadas a partir de variables. Hacerles debatir sin activarles puede ser una costosa tarea si no están acostumbrados a reflexionar de manera socrática como se acostumbra en psicopedagogía.

Un cierto malestar se vive porque todos son conscientes de que no quieren recrear una situación de laboratorio jugando (SHERIF, Conflicto Intergrupal), manejando los hilos de lo que hemos estereotipado como comportamiento competitivo del cual socialmente huyan. Se tiende a negar abiertamente los juicios y valores que no son compartidos socialmente. Esto es disimular ciertas actitudes en situaciones públicas, y manifestar con naturalidad un espíritu competitivo cuando se está a salvo de cualquier sanción. Sin provocarles no van a conseguir que evoquen un comportamiento tan humano como el que pretendemos trabajar, porque todos, en diferentes contextos, ante una ubicación de status, somos competitivos. La sociedad genera cada vez mayor sentimiento de ganar-ganar, propugnando el individualismo y la victoria personal, a pesar de que explícitamente se rechacen comportamientos así.

-          Partiendo de lo concreto les resultará más sencillo que este tipo de conductas sean atribuidas a quienes coordinan la actividad, aunque de manera natural pudieran tener cita en la sesión. Les resultará más sencillo despotricar de tales formas de proceder, y al haberse desprendido de identificaciones con semejante actitud, serán más libres para hablar de ello como expertos en juegos que promueven la relación de ganador-perdedor.

-          ¡Hombre! A ti te estaba buscando. Veo que han comenzado sin mí.

-          Claro, qué esperabas. Les queda sólo una sesión antes de llevarlo a la práctica. ¿Se puede saber dónde te habías metido?

-          Pues no me encontraba muy lejos. De hecho he estado compartiendo espacio y tiempo en una asignatura que imparte el mismo mentor.

-          ¿Mentor? ¡No te dije que le llaman Alejandro!

-          Ya, ya. Y luego eres tú el que descarta los conceptos y las denominaciones de la interpretación de la realidad. Con este comentario das a entender que los términos, las ideas, son formas de denominar y de interpretar el mundo. Y a todo esto, anteriormente han estado vinculando las ideas o proposiciones con la conexión que entre estas ideas se producen, con el constructivismo, con las macroproposiciones. Hubieses disfrutado de lo lindo. Ha salido a colación un tal Kegan y un tal Kintsch en relación a la interpretación de los textos, los procesos de comprensión lectora y la inferencia. Mira por donde hasta han tenido lugar silogismos, paradojas y chistes al final de la asignatura. Yo estaba como pez en el agua viendo cómo subyace mi teoría en otros ámbitos del conocimiento. Y en cuanto al programa y nuestros ya conocidos muchachos y muchachas, ¿cómo van?

-          Realmente parecen haberse centrado en el empirismo, en la concreción de la actividad para despertar los procesos que quieren trabajar. Puede desprenderse que no quieren trabajar actividades aisladas y van a intentan modificar la experiencia con variables que susciten dos actitudes contrapuestas. Así se ve más evidente en el caso de que alguien no infiera qué se pretenden trabajar.

-          ¿Y sólo eso? ¿Nadie promueve trabajar a partir de lo general, de las ideas?

-          No desesperes. Hay un grupo con poder de influencia que siguen defendiendo esta postura, pero todavía no han dado con el procedimiento de llevarlo a cabo, lo que supone un gran control de incertidumbre atendiendo al poco tiempo que les resta de sesión.

-          Espero que hagan sus deberes y encuentren cómo llevarlo a cabo. Sería mucho más coherente con los procesos más que con los contenidos. Supondría mayor orden de conciencia…

-          ¿Orden de conciencia?

-          Sí, hombre. A esto se refería Kegan del que antes te hablé.

-          Ya me lo contarás más detenidamente. La cuestión es que aunque ellos creen que van despacio han conseguido dar grandes pasos en la sesión de hoy. Destacar que, pese a sus discrepancias, éstas no se han convertido en una barrera para seguir trabajando. Parece que tienen asumido que no puede llover a gusto de todos y sin duda, con esta actitud, se lograrán mayores objetivos que con una actitud negativa que les impida seguir dados de la mano. Veremos qué les depara la siguiente sesión y el foro, desde el que se han comprometido a seguir trabajando, para acercarse a la implantación del programa.

-          Decepcionado me quedo al no haber sido testigo de conductas más tiránicas u oligárquicas. Tanta diplomacia me aploma.

-          Mejor así, porque sólo percibiendo con el alma es la única manera de obrar con inteligencia.

PRIMERA SESIÓN

PRIMERA SESIÓN

            Hoy hemos puesto en marcha el programa de habilidades sociales. Se ha empezado mucho antes de comenzar la clase, pues había mucha gente que ya había estado pensando en el tema, luego partíamos del entusiasmo, de la energía y de la frescura típica de cualquier inicio de proyecto.

            Situándonos en círculo hemos emprendido una espiral hacia el final de la asignatura en la ardua tarea de llegar a acuerdos conjuntos. ¿Qué abordar con ellos? ¿Partiremos de la experiencia vivida en aquella excursión y las habilidades que vimos? De hecho, el primer punto con el que confrontar impresiones es determinar puntos fuertes y débiles de esa actividad. Cada uno de nosotros narramos cómo vivimos ese contexto de ser dirigidos, extrayendo una información ambigua, subjetiva, que tienes que categorizar, concretar y resumir en una serie de conceptos que guardan relación con la asignatura. ¿Estamos emitiendo juicios? Puede que estemos evaluando a partir de nuestras subjetividades, posicionamientos y particularidades. Partiendo, por tanto, de esa subjetividad es complejo definir el marco de actuación.

            La lluvia de ideas tuvo comienzo y cada cual iba haciendo aportaciones muy interesantes. Conseguimos centrarnos en el trabajo en equipo, el liderazgo y la competitividad (amplísimos temas que darán sus frutos). Pero de repente hemos tropezado con un obstáculo, una polémica que ha hecho frenar esa zambullida en el diseño del programa: establecer actividades (pensamiento inductivo) o determinar unos objetivos generales con los que analizar detenidamente qué queremos conseguir, qué entendemos por cada uno de los temas propuestos y empaparnos bien de hacia dónde conducir las dinámicas fundamentándolo teóricamente (pensamiento deductivo).

            Entre tanto, los espíritus de Platón y Aristóteles se dieron cita en el aula 4. Una vez más, sus filosofías subyacían en el debate que estaba teniendo lugar. Se aproximaron a los alumnos y decidieron pasear alrededor de ese círculo socrático donde las ideas emergían. Lamentaban las indumentarias con las que fueron a parar al otro mundo porque su alma vagaría para toda la eternidad arrastrando esas largas y pesadas túnicas. Cómo les hubiese gustado llevar un chaleco como el que usaba uno de los alumnos de clase, y ni qué decir tienen los pantalones denominados vaqueros que todos ajustaban a sus cinturas. Eso era comodidad. Antes de aproximarse más donde se encontraban los asistentes se percataron de una de las personas que se situaba fuera del círculo. Parecía el mentor, además apuntaba lo que allí sucedía y lo transcribía a un cacharro de pequeñas dimensiones donde registraba todo:

-          Si hubiésemos tenido esta tecnología en nuestra época, qué diferente hubiese sido nuestra filosofía, tanta veces interpretada erróneamente – dijo Aristóteles.

-          Claro amigo, lo que hace plantearme que en el fondo te aquejas de la multiplicidad de versiones que se hacen de tu teoría, tantas como personas acceden a ella. Lo mismo ocurre con el mundo de las ideas. ¿Entiendes ahora el sentido de éstas? ¿Te das cuenta de lo engañosos que son los sentidos? – reprochó Platón al primero.

-          Ya sabía yo que enseguida ibas a sacar a relucir la crítica que hice a tu teoría. Entiende que mi filosofía es empirista y en lo concreto se halla el conocimiento.

-          Si me lo permites, volveremos a lo de siempre, y es que estoy muy harto de explicarte que los entes del mundo sensible son imperfectos, pálidas copias. Las ideas tienen un carácter ontológico muy superior que no son perceptibles mediante los sentidos. ¿No recuerdas, la otra vez que visitamos esta facultad, que este mismo profesor explicó a sus discípulos que el cerebro es ciego?

-          Discípulos, discípulos. Pero hombre, ¿no te has enterado que ahora les llaman profe o les tutean por su nombre? No estás actualizado con el nuevo argot. Por otra parte, puesto que está teniendo lugar  un debate al más puro estilo patricio, calla y escuchémosles.

En ese mismo espacio los alumnos daban pinceladas de lo que querían llevar a cabo. Se sucedieron propuestas originales hasta el punto de proponer realizar la actividad en la Plaza Cervantes. Risas y un ambiente acogedor les devolvía información de la colaboración que en ellos reinaba.

Comenzaron a surgir roles dentro del grupo de manera espontánea. Una de las alumnas se adjudicó el papel de secretaría y apuntaba cuanto se decía. Ante la controversia entre identificarse con las habilidades     y volcar lo que se entendía por ellas, y generar propuestas metodológicas, se invirtió parte del tiempo. En las sesiones pasadas, todos estaban de acuerdo en que hacer un inventario de actividades no tenía mérito. No era pertinente, con esos niveles de exigencia y de conocimientos,  realizar una retahíla de juegos y dinámicas que no guarden conexión para hacer de la sesión más una ludoteca que un espacio de reflexión. Por otra parte, el tiempo apremia, condiciona e insta a ser prácticos. La actividad por la actividad no supone un aprendizaje experiencial. Pero también era pertinente describir unas actividades concretas orientadas a esos ámbitos propuestos (trabajo en equipo, liderazgo, competitividad; como se reflejó anteriormente). A partir de lo concreto se podrían inferir habilidades sociales que se pudiesen generar; relacionar estas actividades con la teoría; analizar las posibles desviaciones de las actividades a partir de un análisis de las situaciones que pudiesen suscitarse; y estudiar alternativas.

-          Qué bien hemos elegido la sesión. Estoy entusiasmado con el sentido que está tomando este debate. Está claro que, en cuanto se busquen argumentos, todos se van a poner de parte de quien defiende la planificación a partir de la reflexión e identificación con esas habilidades como punto de partida, pues dan el rumbo hacia el que después desarrollar la metodología. La razón y el entendimiento deben primar frente a la realidad engañosa.

-          Amigo Platón. El mundo sensible está asociado igualmente al de las ideas, y es un buen recurso pedagógico que se usa para ilustrar la diferencia ontológica entre los entes sensibles y los ininteligibles.

Sin llegar a concretar, sin establecer un rumbo, pues todavía se debate la ruta por la que discurre el viaje, otro asunto entra en juego. La ausencia de compañeros en el aula marca un nuevo tema de discusión sobre el que subyace un sector que pide guardarles en consideración y esperar a su opinión; y otro sector que insta proseguir con la planificación a partir de donde se habían quedado, no sin informar a los ausentes pero sí siendo prácticos y no volver a partir de cero en la siguiente asamblea.

Las cuatro y diez minutos constituye un indicador para aplazar la sesión hasta el día siguiente.

-          Bueno, camarada. Está claro que hemos encontrado diversión para las próximas semanas.

-          De momento nos queda el consuelo de que nuestra discusión la mantiene la humanidad a lo largo de los tiempos y, como una primera conclusión, ni para ti ni para mí: “La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica” (ARISTÓTELES).

          

PROGRAMA PARA HABILIDADES SOCIALES

PROGRAMA PARA HABILIDADES SOCIALES

Se presenta la recta final, como bien dice Alejandro en su blog, y con ella nuestra puesta en práctica del programa en habilidades sociales. Miedo al ver el poco tiempo que nos queda y temor a la hora de coordinarnos tantos como somos en clase. Sin duda es todo un reto a la hora de trabajar en equipo, pues ante el abrumador número de alumnos va a ser difícil conjugar todas nuestras ideas, expectativas, contextos, habilidades, liderazgo, y todo lo aprendido… Sin duda, estas últimas semanas van a ser cruciales para manifestar nuestras habilidades a tal fin.

Tras ver los vídeos de otras promociones que pasaron por la asignatura tenemos algunas ideas más realistas sobre cómo plantear la actividad, pues ha sido toda una toma de contacto, un precedente que no implica reproducir lo visto, sino adecuar la actividad a nuestras características como grupo.

Estando de acuerdo con Alejandro y Carmenchu, el vídeo mostrado el miércoles ha sido un ejemplo de un desempeño arriesgado, flexible y abierto en el que entender las diferentes dinámicas como proceso, no como actividades sucesivas sin conexión como pudiera analizarse en el vídeo del día anterior. Fue una propuesta muy valiente el activar al auditorio con una provocación a partir de una situación simulada. Casi a modo de novatada, la cual me trajo el recuerdo de mi último año de magisterio donde sorprendimos a los alumnos de primero con una broma de semejante calibre en la que un alumno se hacía pasar por profesor en una clase masificada de alumnos de nuevo ingreso y “otros tantos suspensos de supuestas anteriores promociones” que manifestaban su queja ante la dureza del falso profesor que provocaba el temor de los nuevos matriculados, JA.

Conectar con las expectativas, esquemas previos de quienes estaban en la clase fue una manera muy original, en el caso de los alumnos de habilidades sociales, para conectar con los intereses, motivaciones y contenidos que iban a ser trabajados. Pero también estoy de acuerdo con Patricia cuando explicó que se trataba de dinámicas muy estáticas y que con su perfil, acostumbrados a actividades muy prácticas, sería muy positivo hacerles participar activamente a todos, ya que en el vídeo se evidenció que sólo lo hacía un pequeño grupo.

También pudimos ver posibles centros de interés con los que trabajar: liderazgo, trabajo en equipo, empatía…

Disponemos de todo el espacio de la universidad, sabemos que trabajar en pequeños grupos es más fácil para poder participar más activamente que en gran grupo, pero tenemos que asegurar la transferencia entre las distintas actividades que ofrezcamos y que no sean apéndices sin conexión. Lo más importante, hacerles experimentar en primera persona y vivir la sesión como un proceso más que como un producto en términos de evaluación.

Si quisiésemos trabajar el liderazgo podríamos ofrecer actividades como la que a continuación propongo y que aprendí en esta facultad:

Dinámica del naufragio

            Se explica al grupo como van todos en un barco que sufre un accidente y se hunde; todos los pasajeros llegan a una isla completamente desierta donde no hay nada, ni fauna, ni flora ni forma alguna de subsistencia. Todos los que permanezcan en la isla morirán. Tan sólo hay un bote y los  víveres necesarios para una persona. Se le pide al grupo decida que persona será la elegida para coger el bote y los víveres y tener la posibilidad de ser el único superviviente. Para ello cada miembro del grupo debe exponer los motivos (reales, no pueden ser inventados) por los que el resto debe votarle para abandonar la isla. Gana el miembro del grupo que más voto reciba.

-          El grupo lo forman cinco personas.

-          Se les otorga, por azar, un rol diferente a cada uno: mujer negra; anciano; niño de 7 años; mujer embarazada; doctor.

-          Van en un barco que comienza a hacer aguas. Sobra una persona.

-          Cada uno da su opinión:

o   Por qué el ha de quedarse.

o   Por qué elige a otro para que abandone el barco.

-          Les cuesta mucho darse cuenta de que pueden establecer un plan para GANAR TODOS, consistente en abandonar la barca de uno en uno e  ir nadando en paralelo, estableciendo turnos.

-          Finalmente, las compañeras que han preparado la dinámica nos dan los pasos de la TOMA DE DECISIONES.

1.      Definir el problema.

2.      Establecer planes.

3.      Valorar alternativas.

4.      Priorizar necesidades.

5.      Fijar la acción.

Se trata sólo de una primera toma de contacto con el diseño del programa. Lo interesante es que los grupos vayan cambiando de componentes ante las diferentes actividades y que tras cada actividad se haga una puesta en común en la que identificar el transcurso de la dinámica, puntos fuertes y débiles de cada uno de los componentes y conectar cada ejercicio para que haya una continuidad.

Al miedo, anteriormente expresado, se le unen las ganas y el entusiasmo pues es también un regalo el terminar la carrera trabajando codo con codo con unos compañeros con los que he creado muy buenas relaciones.

Esto no es ni una introducción, sino un borrador, porque sin duda lo mejor está por llegar y se irá viendo en el transcurso de la clase cuando estemos juntos integrando nuestras fuerzas.

Continuará…

 

COMPROMISOS E IDENTIDAD

COMPROMISOS E IDENTIDAD

Elena se encontraba muy cansada después de lidiar con sus 25 niños. Entre la algarabía y los imprevistos de la mañana terminó la jornada completamente rendida aunque con el sabor de la victoria tras haber cumplido con su labor. Hacía unos días había hablado con una amiga sobre la posibilidad de verse esa tarde para ponerse al día de su vida y milagros, pero se encontraba realmente cansada como para poder disfrutar de la velada. Lejos de dejarse arrastrar por las circunstancias cogió el teléfono y se dispuso a aplazar la cita, priorizando lo que realmente quería hacer esa tarde. Se había imaginado en el sofá disfrutando de un libro, acomodada entre cojines y dejándose arrastrar por las vicisitudes del protagonista, trasplantada a una época de reyertas en la corte donde luchaban por el poder.

Tras una ardua escusa que tuvo que pertrechar  y ensayar mentalmente en su cabeza para hacerla creíble, consiguió salirse con la suya y pudo dejar la ocasión para un mejor momento.

Lejos de disipar sus pensamientos para su salud mental comenzó a sentirse mal consigo misma. Había mentido. “El fin justifica los medios”, pero, ¿por qué había tenido que usar la mentira para poder decir que prefería hacer otra cosa? ¿Acaso no tenía suficiente confianza con su amiga? ¿Acaso la amistad es un compromiso? ¿Las relaciones sociales son, entonces, una obligación? Ante la culpabilidad que la atormentaba decidió llamar a su amiga para ver si todavía era posible mantener la cita. Salió de casa y se dejó llevar por la inercia. Un día más acumulado en su diario donde se hacía explícita su poca capacidad de autogestión. En su cabeza resonaba la autoritaria voz de su madre que le recordaba una y mil veces: “Hija, tienes menos personalidad que un gato”. Se sorprendió a si misma transfiriendo el consejo de su madre, quien había intentado muchas veces hacerla reaccionar con ese juicio, pero tantas veces se había repetido el sermón que terminó convertido en confirmación de su propia identidad. “Le dijo la sartén al cazo”. Ella era una réplica de su madre tanto física como conductualmente. Seguramente lo haya aprendido de ella, “de tal palo tal astilla”. Después de ese nuevo análisis se minimizó la culpa, los restos de hollín que ensuciaban sus pensamientos y la ahogaban de negatividad se desvanecieron y pudo tener una tarde en cierto estado de calma interior.

Tal vez el ejemplo poco tenga que ver con el texto de La innovación mediante la gestión de los compromisos personales, pero los compromisos y cómo los entendamos marcan nuestro desempeño diario, tanto en las relaciones de afiliación como en el ámbito laboral.

Lo ideal del compromiso sería integrarlo en la propia identidad, de tal manera que nos sintamos identificados con tanto cuanto hacemos. Este es el propósito de las empresas para sus trabajadores de élite, al hacerles sentir parte de la misma y vincularlos a los objetivos generales; lo mismo ocurre en la escuela cuando hablamos de vocación; en las relaciones sociales cuando decimos que alguien posee entrega y dedicación; en cualquier tarea que emprendamos… hay un alto grado de compromiso cuando está vinculado a partir de lo que nos define como individuos.

Pero me ha llamado mucho la atención del texto la asociación que se hace de dicho término al vincularse con una obligación, una renuncia o sacrificio. Lo cual, y en oposición a lo anterior, nos lleva a KEGAN (1994) y a PERRY (1970), como ya hemos trabajado en clase y como cita el propio artículo. Puesto que ambos autores guardan una estrecha relación, pues fueron alumno y maestro, podría sintetizar diciendo que el afirmar las propias creencias e intereses frente a los demás nos podría en un nivel de conciencia superior que cuando seguimos la inercia de lo que nos marca el aprendizaje social o el dualismo, muy alejado de lo que el compromiso como obligación debería implicar.

El fenómeno es complejo, porque se encuentra en una tesitura muy contradictoria, en dos posibles caminos con los que obtenerlo pero que distan en el procedimiento.

Si, como decía anteriormente, el compromiso puede lograrse con la identificación del sujeto con la tarea, sólo tendríamos que anular parte de la identidad de una persona, hasta la enajenación. Llegar al término de abducir sus intereses, sus patrones de personalidad para imponer otros esquemas mentales que se adecúen a un fin mayor. Este ha sido el caso de personas adeptas a una religión o a una ideología, que adquieren un alto grado de compromiso con la forma de vida que dicha doctrina procesa. Pero lejos está esta forma de compromiso con los niveles más elevados de la teoría de los autores anteriormente citados. Ahora bien, en términos operativos, pueden conseguirse objetivos sorprendentes mediante la enajenación o la omisión de la identidad de alguien. Tal es el caso de sectas (seguir) religiosas que han conseguido mediante un líder la coerción y privación de la libertad de sus miembros, y llegar al término de suicidios colectivos, como fue el caso de Guyana. Innegable es el compromiso que habían adquirido sus miembros para tal destino.

El compromiso perseguido, el idealizado, es el que también se vincula a la identidad de una persona como desarrollo maduro del si mismo. Como los órdenes de conciencia de Kegan que tanto sigo anhelando encontrar (estoy en proceso en función del marcador de contexto que me ofrece Bateson). Puesto que este compromiso es tan deseable e inalcanzable para muchos, es lógico que en la definición que en esas jornadas se ofreciera fuera con connotaciones negativas, explicado bajo el supuesto de que “nadie puede ver fuera lo que no tiene dentro”, como mucho nos dice Laura RAYÓN (2010). Y es que los esquemas mentales, la visión subjetiva de cuanto nos rodea, nos abre las puertas para nuevas incorporaciones pero nos niega, como un tupido velo, otras que nos resultan imperceptibles por la dificultad que entrañan.

Por esto, valoro aún más si cabe, que tras esa experiencia mediante la cual pudieron vivenciarlo, parte de esas concepciones fuesen modificadas para incorporar otra concepción del compromiso docente y de dicho término en general como declaración de principios autoimplantados.

El poder de elegir, de decisión y la libertad de la que tenemos derechos, se merma donde comienza la libertad de los otros, situándonos ante un constante balanceo de autoafirmación o de condescendencia a favor de los intereses de los demás haciendo explícita nuestra conducta prosocial.

El compromiso de un individuo hacia una meta personal o hacia algo que él considera valioso, creo que puede ser uno de los poderes más sólidos y profundos que existen dentro del ser humano. Para que éste se logre, son muchos los elementos que entran en juego: conciencia, intención, voluntad, motivación y finalmente, la acción en sí. Es ésta última la que demuestra si el compromiso de un individuo realmente existe. Varía en grado y en intensidad y se aprecia desde una perspectiva totalmente individual ya que cada uno de nosotros lo vive “subjetivamente”.

 

Hay que añadir que los niveles de compromiso varían con el paso del tiempo. Bastaría con preguntar a alguien que lleva muchos años en el mismo puesto de trabajo si el compromiso que estableció en un inicio es el mismo que el del presente. Existen momentos más intensos, debidos a circunstancias tanto internas como externas que tienen lugar. Buber (1970), sostiene que el compromiso se logra dentro de un contexto que solicita la participación plena de sus integrantes “aquel que se compromete, no puede guardarse una porción de sí mismo...” Comprometerse implica asumir una postura responsable. La acción comprometida nunca es impuesta ni puede ser delegada a un “otro” que responda o decida por nosotros. Es hacer frente a la consecuencia de la acción haciéndonos responsables de nuestro ser y de nuestro hacer, labor nada sencilla, sumamente delicada y muchas veces agotadora, pero que es la única que nos libra de caer finalmente en la dependencia.

 

            Compromiso es lo que transforma una promesa en realidad. Son las palabras que hablan de las intenciones y son las acciones las que dicen más que esas palabras. El carácter está hecho de compromiso. Es el poder de lograr el cambio. Es el triunfo diario de la integridad sobre el escepticismo.

 

TRÍO DE ASES

TRÍO DE ASES

Cafetería céntrica en Viena. Grandes ventanales pero con una decoración un tanto lúgubre. Paredes pintadas de color burdeos y espejos con marcos dorados. Mesas bajas y redondas; sillas metálicas con asiendo de mimbre envejecido. Ceniceros en todas las mesas. “Aquí se permite fumar”.

Muy claro había dejado este último requisito Freud cuando decidió quedar con sus dos amigos. Bien sabía él mismo el placer que le daba fumar, aunque conocía lo nocivo que era para la salud. ¿Tendría que ver con la fase oral? ¿Tal vez no la había superado? Cuatro largos años se había dedicado a estudiar sus propias neurosis, una de ellas el miedo a viajar, lo cual suponía todo un reto pero que había decidido dejar de lado para ver, después de mucho tiempo, a su estimado amigo y excelente compositor Mozart; y a su colega de profesión Milton Erickson “El Pesado”. Se sentó aguardando mientras pensaba qué iba a pedir.

El primero en llegar fue Milton. Sabía perfectamente que el autoritarismo y el serio carácter de Freud no perdonaba la impuntualidad. Mozart, por el contrario, sucumbía a los placeres de la vida, del disfrute y la improvisación. Bastante sometido se había encontrado durante la infancia como para dejarse manipular por la megalomanía de Freud. Por otra parte, Mozart era un afamado y prestigioso genio en su terreno. Sus excentricidades serían perdonadas por los dos psicólogos.

Freud tenía una enfermiza puntualidad. Odiaba perder el tiempo. Él más que nadie valoraba esa dimensión que regulaba todas sus actividades. Además, ya de niño, trataba de aprovechar cualquier momento para afanarse en sus estudios y a la edad de doce años dominar seis idiomas. No paraba ni para comer, y se encerraba en su cuarto para ahondar en su obsesión: el trabajo. Esto le hizo ganar una serie de privilegios en casa, pues era el único de sus hermanos que tenía habitación propia. Su madre le llamaba cariñosamente “mi niño dorado”.

Milton, conociendo a su exigente amigo no se hizo esperar y entró apresuradamente para localizar dónde suponía que ya estaría esperando el psicoanalista.

Freud levantó la mano para indicarle. Conocía que su colega había sufrido cierta afección con la vista y, por ejemplo, no distinguía bien el verde y el rojo ya que era daltónico. Tardó un instante en aproximarse porque su cojera, después de haber sido víctima de la polio, no le permitía ir más rápido.

Ambos se saludaron con un protocolario agarre de manos, tras lo cual, Milton impulsó a Freud hacia él para estrecharle amigablemente en sus brazos. Freud describió una mueca, aunque intentaba ser más sociable, su exacerbada timidez se lo impedía.

-          Siéntate, mi viejo amigo. He pedido un carajillo con el que empezar a caldear el ambiente y el ánimo. Me siento apesadumbrado después de tanto esfuerzo y que sigan desprestigiándome por doquier. Ahora es una tal Beatriz Preciado la que trata ensuciar mi reputación. Reconozco que convulsioné a la sociedad de la época al asociar la sexualidad a la infancia cuando se creía en la inocencia del niño. Me tacharon de libertino, sucio, asqueroso y desagradable. Finalmente triunfé con mi cura de charlas. Qué te voy a contar que no sepas de mí, mi viejo amigo.

-          Estimado Freud. Como siempre autolamentándote. ¿No fuiste considerado el padre de la psiquiatría moderna? ¿No tuviste un círculo de seguidores incondicionales?

-          Sí, sí. Calla no me lo recuerdes. Entre ellos estaba mi discípulo Jung, ese desagradecido traidor que se nutrió de lo que le interesaba de mis teorías para luego desaprobarme públicamente. En alguna ocasión, y entre tú y yo, tuve que fingir un desmayo para llamar su atención. Creo que indujo esa reacción en mí porque me quería ver muerto. Nadie como yo conoce la hipnosis.

-          Aguarda un momento – dijo Milton mientras se removía en su asiento – no te atribuyas todo el mérito cuando debes reconocer que aprendiste del mejor: Charcot. Él fue quien te inspiró en tu teoría del inconsciente. Y, modestamente he de añadir, que estás ante un experto en el campo. Ya desde niño llegué al trance autoinducido. Sabes por todas las dificultades por las que he pasado y que he solventado; además conoces mi teoría: “El mejor médico es aquel que se sana a sí mismo”.

Mientras ambos se enfrascaban en una discusión sobre la hipnosis y quién era más diestro en ese terreno, Mozart abrió estrepitosamente la puerta. Traía esa alegría que tanto le caracterizaba. Parecía que el carajillo ya lo había probado en casa, o vaya a saber usted dónde. Él era el rey de la fiesta y no se perdía “sarao” alguno.

-          ¡Milton; amigo mío! ¡Qué alegría verte! ¿Cómo te ha ido el viaje desde el nuevo mundo?

A continuación se detuvo en su acompañante. Freud le examinaba con ojos inquisitivos, tras lo cual Mozart pensó “seguro que ya estoy siendo objeto de su psicoanálisis”, “¿descansará alguna vez?”

-          Freud, dame la mano. Es todo un placer volver a verte, compatriota. Ya que estás en la ciudad aprovecho para anunciarte que mañana estrenaré mi Don Giovanni. Ha sido fruto del trabajo de una noche sin dormir. Bueno, media porque la otra mitad estuve acompañado. Ya me entiendes. No soy hombre de una sola mujer.

Freud tragó saliva, y en un tono suave, aunque su instinto le pedía otra cosa, se dispuso a contestarle.

-          No entiendo cómo tu mujer es capaz de perdonarte. Yo sigo enamorado de Marta como desde el primer día. Aún recuerdo las novecientas cartas que llegué a escribirle a “mi adorada princesa”, como solía decirle entonces, tras un noviazgo de largos cuatro años. Vivimos un auténtico calvario hasta que pudimos estar juntos. Afortunadamente la cocaína fue mi sustitutivo para apagar ese enamoramiento que me consumía. Y respecto a tu estreno, la música no es lo mío. Recuerda que hice que quitasen el piano a mi hermana porque me interrumpía el estudio.

-          ¿Cuándo aprenderás a relajarte? Creo que tienes tantas “neuras” por eso de no vivir la vida como hago yo. Durante mi infancia ya estuve trabajando desde los cuatro años dando conciertos a la aristocracia de la época. Desde luego, si naciese de nuevo, ya sé dónde iba a mandar yo a mi padre. Por otra parte, el don que tengo es innato, y eso que tanto que comentáis de genética versus ambiente, en mi caso particular está más que  claro. Hubiese sido genio de cualquier manera, pero hubiese sido feliz viviendo como un niño, jugando con otros niños… y niñas, ya me entendéis.

Los tres soltaron unas estrepitosas risotadas de complicidad. Se tenían mucha confianza, y pese a sus diferencias, sus incongruencias, se estimaban profundamente.

A continuación Milton tomó la palabra.

-          Amigo mío. No me hables de infancia tortuosa que en eso no hay quien me supere, y que conste aquí y ahora, que no estoy tomando un rol de apaciguador ni de víctima. Rechazo profundamente la autocompasión, y eso que he aprendido de mi mismo lo práctico con mis pacientes. Practico la inducción indirectamente y les desvío el problema para que se centren más en sí mismos. Mmmmmmmm, ¿dónde te compraste esa peluca blanca?

-          Milton, Milton; que ya nos conocemos, ya sé lo que pretendes. Tú mismo te has delatado. ¿Practicando a estas alturas conmigo? Mejor hubiese sido que hubieses “cogido por banda” al canalla de Salieri que trató de robarme mi obra cumbre: El Requiem en Re menor. Y, por cierto amigo Freud, hablando de obras, ¿Cómo llevas el libro “La interpretación de los sueños”?

-          Pues mal. Después de todas las molestias, de describir la sugestión hipnótica, la asociación libre y la reconducción, y un largo etcétera, sólo he vendido 300 ejemplares después de incluso cambiarle la fecha y hacerlo entrar en el siglo XX, porque he de confesaros que utilicé el truco del almendruco y, aún acabándolo en 1899, le puse fecha de 1900. Nadie se dio cuenta para mi fortuna.

Milton se quedó pensativo, tras lo cual se dirigió al joven compositor.

-          Ya que habéis mencionado la hipnosis, tengo una duda que plantearte. ¿Crees que la música podría ayudarme a hipnotizar a mis pacientes? Podría ser un recurso muy innovador, sobre todo cuando hay resistencias.

-          Bueno… en realidad… ¿cómo decirte? Mientras no utilices mis obras… Pero hablando con seriedad del tema, la música repetitiva, un patrón rítmico reiterativo puede conducir a un estado de trance. Tendrías que ver muchas tribus africanas cómo lo consiguen en sus innumerables rituales. No es que lo conozca personalmente, pero lo vi un día en el Discovery Channel.

-          ¡Cómo os envidio! Uno con esa capacidad de superación y de sobreponerse a las dificultades, y otro que tiene tiempo para todo.

-          Colega de profesión, amigo del alma. Es tu carácter autoritario y la rigidez de tus hábitos los que no te dejan vivir a gusto. Yo sigo sin método definitivo pero disfruto ayudando a mis pacientes. Al menos tú conseguiste publicar varios libros; porque en mi caso, el intento definitivo con mi colaborador se vino abajo tras un incendio con el que desaparecieron todos mis apuntes y notas. ¿Dónde te compraste el peluquín?

-          ¿Yo? ¿Peluquín? Si tengo el pelo recio y fuerte, y un negro azabache. […]. Vaya, por un momento casi caigo en tus garras.

Los tres amigos, aunque no coetáneos, pasaron el resto de la tarde entre risas y carajillos. Sus mejillas se pusieron sonrojadas y Freud olvidó por un instante a Beatriz Preciado. Mañana urdiría un argumento para seguir reafirmando su teoría psicoanalítica y  rebatir a la joven filósofa en quien pensaba como futura paciente.

 

INCONGRUENCIAS

INCONGRUENCIAS

Cristina madrugó más que de costumbre. Antes del trabajo había quedado con su mejor amiga porque requería de sus amables consejos. Estaba pasando una mala racha y no veía a nadie mejor con quien compartir esos momentos y confiar en su opinión. Con los nervios que la consumían por dentro  no consiguió dormir  hasta bien entrada la madrugada, y se había despertado más tarde de lo que se había propuesto. Se vistió rápidamente, y no se dio cuenta de que llevaba la misma blusa del día anterior. Pensó que ya no le daría tiempo a planchar otra, ya que había puesto una lavadora hacía unos días y no había encontrado el momento de volver a reciclar su armario. Siempre dejaba todo para el final. Siempre se lo reprochaba a sí misma, pero eran hábitos que no conseguía cambiar. Cogió el bolso con las llaves. Solía ser bastante despistada, no quería dejarse nada pues sería la gota que colmaría el vaso; además llegaba tarde.

Ana llevaba un rato esperando en la cafetería a la que solía ir todas las mañanas. No pretendía  romper con las rutinas y el tiempo apremiaba porque entraba a trabajar a las 9:00. Se decepcionó mucho al ver que no sólo Cristina no la estaba esperando, sino que llevaba 15 minutos mirando, minuto a minuto el reloj, desde que le sugirió que las 7:45 sería buena hora para tener un margen de tiempo y llegar sobradamente al trabajo. También le intrigaba lo que su amiga, tan impacientemente, quería contarle. En unos días se volverían a ver llegado el fin de semana y no entendía tal premura.

Decidió pedir un café con leche y una tostada con mantequilla. En ese momento Cristina atravesó el umbral de la puerta y pidió disculpas desde la distancia, tras lo cual se acercó a la barra de la cafetería para pedir un café solo y anticiparse a pagar la cuenta de lo que ambas iban a consumir.

Apenas si se saludaron. Sin más dilación, Cristina comenzó a narrarle lo que tanto la inquietaba. Hacía tiempo que Pablo estaba bastante distante con ella. Había dado un cambio radical, pues solía ser muy atento y cariñoso. Imperaba a su amiga cómo podría obrar en adelante porque se sentía ridícula siendo tan condescendiente con él cuando lo que realmente quería era darle un escarmiento y actuar con la misma frialdad a como él estaba actuando;  pero suponía un conflicto para ella porque se consideraba a si misma muy detallista y se sentiría mal consigo interpretando un papel que no iba con su personalidad. Por otra parte, si se comportaba como él, a modo de espejo, tal vez éste se diera cuenta y reaccionaria para salvar la relación que durante los 3 años precedentes a esta situación había ido sobre ruedas. Eran tal para cual. “qué hago”, “cómo actúo”, “y si encuentra una justificación para dejarme”, estoy contradiciéndome todo el tiempo”.

Cristina no dejaba de hacer preguntas retóricas que ella misma respondía. Se tocaba el pelo, subía el tono de voz y su habla era ininteligible a la velocidad a la que lo hacía. Movía la cucharilla y estaba empezando a ser crispante para Ana. Ésta se acordó de las innumerables veces que su amiga la había requerido con dudas semejantes. Era, ¡tan insegura, y tan egocéntrica! “Me pone de los nervios, no la aguanto”. “Siempre que he intentado contarle algo me ha ignorado desviando el tema a su terreno”. “Hace tiempo que tendría que haberle explicado mi necesidad de sentirme atendida y escuchada”. “Nunca me ha apoyado”. “Empiezo a odiarla”.

En la mesa contigua Julián había decidido poner en práctica lo que días anteriores había estado leyendo de R. BRANDLER (1994) “La estructura de la magia II” sobre las incongruencias. Tomó la libreta y empezó a observar el lenguaje corporal de la que decía llamarse Cristina. “¿Habrá incongruencias?” Puesto  que Cristina llamaba más la atención, al principio Julián se detuvo en ella. Anotaba datos referentes a sus manos, su respiración, colocación, expresión facial, fijación ocular… No parecía mostrar incongruencias dada la información que estaba transmitiendo, se veía que era una persona nerviosa. Tal vez excéntrica, de las que les gusta acaparar todo el protagonismo. De repente desvió la mirada hacia la amiga. Se veía que era más serena, apaciguadora (uno de los roles sobre los que había estado leyendo), introvertida cuando intervenía para hacer breves aportaciones a su amiga. Tampoco parecía incongruente. De pronto fijó su mirada en las piernas. Una de ellas se agitaba rápidamente; se frotaba las manos y sus ojos apuntaban al suelo. Incluso parecía que no estuviese escuchando a quien tenía enfrente y se había quedado absorta en sus pensamientos. Se frotaba las manos debajo de la mesa, se mordía las uñas y el desayuno lo había engullido a velocidad de vértigo. Decidió centrarse más en su persona. Además reconoció rápido esa conducta repetitiva. “Onicofagia”. “Bien que me acuerde desde que me lo explicaron el otro día cuando vimos las neurosis”. “Como se preguntaba BATESON, cuál de los dos mensajes sería el válido”.

Mientras Cristina parloteaba, Ana empezó a ponerse roja. “Nunca me escucha a pesar de lo amable que siempre me he mostrado con ella”. “Me siento manipulada por los dos, nunca he sabido autoafirmar mis propios derechos, y no soy nada asertiva”. “Parezco el chivo expiatorio de todo el mundo”. “Empiezo a estar harta”. “¿Cómo se tomará lo que tengo que decirle?”. “El otro día su novio me besó”.

Las primeras incongruencias las hemos visto en las propias teorías de la personalidad de la mano de psicólogos como SHELDON (1942), quien estableció sesgos y estereotipos (así como una visión bastante reduccionista) al descubrir que “los tipos corporales y la personalidad están asociados entre sí”. No considero adecuado generalizar y afirmar férreamente que el endomorfismo (cuerpo más redondeado, eufemismo que muestra lo que consideramos correcto o incorrecto socialmente), denote un comportamiento más amable.

Freud  desarrolló un “Modelo de la mente” donde establecía la incongruencia a la que estaba sometido el individuo por los instintos de vida y los instintos de muerte, así como por la competencia entre el Id, el Ego y el Superego  que originan todos los conflictos que pueden hacer sucumbir al deseo o a la lógica.

Nuestros hemisferios cerebrales, aunque el cerebro es un todo porque las neuronas están interrelacionadas, se han especializado en algunas tareas que los diferencian; así el hemisferio derecho está más relacionado con la orientación espacial y el izquierdo en el lenguaje. GAZANIGA (1985), en El cerebro social, narra experimentos que demuestran la teoría del cerebro dividido con el caso W. J. que mostró mayor desempeño en su mano izquierda, al realizar el dibujo de un cubo, que su mano derecha por la especialización cerebral, como he dicho anteriormente.

Luego si fisiológica e inconscientemente presentamos asincronías, cómo no lo va a tener nuestro comportamiento. Ya hemos experimentado cómo el status es variable y se acomoda a los contextos, aunque esto es más bien una capacidad de adaptación al medio que una incoherencia en sí.

La herencia y el ambiente moldean nuestra personalidad. Ahora bien, ya que hablamos del ambiente, el contacto con otros individuos, el aprendizaje que realizamos de las habilidades sociales, nos muestran pautas de relación con los demás, consistencias que nos hacen asumir ciertos rasgos y que nos imponen una disonancia entre cómo pensamos y cómo actuamos. Tal es el caso de los eufemismos o la condescendencia para no herir a la otra persona. En los contextos de evaluación priorizamos lo que los demás pensarán con respecto a cómo nos mostraríamos ante una situación con carencia de juicio o valoración por parte de la sociedad.  Por lo tanto, constantemente estamos siendo incongruentes entre lo que nos dicta la moral y lo que queremos hacer realmente. La cultura impone reglas como por ejemplo decir “no”, muy mal considerado ante un protocolo. Algunos países declaran explícitamente lo inadecuado de la utilización de dicho adverbio por la connotación tan negativa que despierta, tal es el caso de la cultura Japonesa.

El problema radica en llevar esta conducta al extremo de anular la propia realización frente a la realización de los demás. Abandonar y descuidar nuestra identidad y llegar a desempeñar los roles que describía el texto de BANDLER (“apaciguador, inculpador, computador y distractor”), que aunque todos ellos conducen a una incongruencia en la personalidad, “puestos a elegir”, considero que el más agresivo para la persona es el primero, aunque todos entrañan problemas que afectan a las relaciones que tenemos con los otros.

Es ardua y difícil la terapia que desempeñan los terapeutas que nos relata el texto y “polarizar los metamensajes” en busca de cierta estabilidad. Quisiera añadir que ciertos ejemplos entre la relación paciente y terapeuta, precisamente por ese aprendizaje social, me parecen impensables en nuestra cultura. Por ejemplo, ante la pregunta “Cómo te sientes” (psicólogo), el paciente responde: “siento temor de sentirme irritado”. Nuestro contacto con los demás nos ha hecho incorporar un modelo evaluativo, pues ante la misma pregunta del terapeuta considero que la mayoría hubiésemos contestado en términos de bien o mal, lo que nos lleva a una visión del mundo muy reducida y extremista. Induce a pensar que no asimilamos el término medio.

Pero tenemos incorporadas otra serie de creencias que nos perjudican a la hora de funcionar desde nuestros propios valores como “no permitirse el más mínimo error”, “obtener la aprobación de todos”, “que no salgan las cosas como nos gustaría”. Esto no lleva a un estado de frustración constante.

La tendencia del ser humano es la búsqueda de la estabilidad, sentirnos bien con nosotros mismos, pero incorporar a nuestra visión del mundo el blanco o el negro nos lleva a esa constante contradicción e incongruencia, un desequilibrio en nuestra identidad que va mermando lo que realmente queremos y nuestra  propia autorrealización.  

Deberíamos funcionar desde un cuarto orden de conciencia, sin herir a los demás pero sin hacer sucumbir ni mellar nuestro desarrollo; que la sociedad no se convierta en una conspiración contra la personalidad de cada uno de sus miembros. Entrenar las categorías Satire incorporar más estrategias para salir de la concepción del mundo simplista es permitirnos ser libres de condicionamientos. Ante la asunción del error darnos un respiro, pues ¿quién no es incongruente?

Como afirmaba Carl Rogers: “vive por entero a cada momento”.