Última sesión de habilidades sociales
Me encontraba sola en el salón de mi casa ante la imponente quietud de la noche. Un silencio sobrecogedor me invadía y mi única compañía era el repiqueteo de las teclas del ordenador mientras escribía estas primeras palabras.
Sola no puedo. Me levanté del sofá y decidí buscar entre las estancias de mi humilde morada a algún personaje que me ayudase a reflexionar sobre esta última sesión. Abrí puertas, miré en armarios. Incluso debajo de las camas, pero no había rastro ni de Freud, ni de Milton “El pesado”. Ni siquiera pude contactar con los espíritus que habían presenciado las clases de habilidades. Nadie. Decidí sentarme y volcar lo que ahora escribo.
¿Cómo fue la sesión programada con los alumnos de CAFAD? Para mí, lo verdaderamente enriquecedor fue la preparación de dicha sesión. En el transcurso experimenté un cambio o una flexibilidad y comprensión hacia quienes tenían una visión distinta del programa. No fue mera anécdota el incluir a Aristóteles como autorretrato (que más quisiera yo) de una visión de la planificación concreta y centrada en acciones. Priorizando el ser operativos, o eficaces en términos evaluativos, me parecía pertinente desarrollar dinámicas. Pero el punto de vista de algunos compañeros caló en mí. Por ello introduje a Platón, más abstracto que el anterior, a modo de comparación con un diseño más centrado en las ideas, en unos objetivos y un para qué, por encima del qué. De esta forma, una de esas magníficas noches en las que te encuentras activo/a y te cuesta conciliar el sueño, o el sueño está enfadado contigo por no atenderle demasiado, proyecté una secuencia de actividades. Y digo bien actividades, pero con un carácter mucho más abierto e impreciso que hiciese remover a nuestros supuesto clientes.
Al día siguiente me hallaba en la facultad realizando un trabajo para otra asignatura, y cuando le di fin, subí las escaleras todo lo rápido que pude en busca de un respaldo. Quería compartir lo que había estado elucubrando durante la noche con un compañero más “platoniano” que yo. Lo mejor de todo es que le entendía. Claro. Como entendía a quienes defendían los objetivos en cuanto a que marcan el rumbo y nos planteaban unas metas. Así, mi “platoniano” compañero aplaudió la propuesta y juntos nos pusimos a darle formato.
Mientras redactábamos el correo, a parte de inspirarnos con música que amenizaba enormemente la velada, nos esforzábamos en dar una secuencia, coherencia y relación entre las actividades, porque lo que menos pretendíamos era dar paquetes cerrados de juegos que no activasen, para nada, su reflexión. Además, recordaba la gélida acogida de los alumnos de Educación Física cuando esperábamos delante del edificio que tantas dudas albergó en nosotras sobre si era el punto de encuentro. Recuerdo cómo se dieron cita los estereotipos y buscábamos, como locas, ropa deportiva y zapatillas.
- ¡Ese! Seguro que es de EF.
- Pues no. Resulta ser un jubilado que pasea por las mañanas.
- ¡Ese otro! Es el típico “cachas” que vendrá a ayudar a estas pobres damiselas que han de enfrentarse con la montaña.
- ¡Tampoco! No son músculos. Es la forma del abrigo, y además es una señora que pasea un perrito…
Cuando al fin se fueron presenciando, se quedaban por los alrededores hablando entre ellos. Recuerdo que hubo un diálogo que nos aterró bastante:
- ¿Llevas la mochila?
- Sí, además he metido botiquín y el teléfono por si pasa algo.
“¡Oh, oh! Menuda forma de dar ánimos”. Y se fueron formando en círculo sin integrarnos, sin preguntarnos si éramos de psicopedagogía. ¿Acaso nosotras no cumplíamos con el estereotipo? ¿No se nos notaba en el patrón de comportamiento que estábamos a su merced? ¿Creerán que somos señoras sin perrito? ¿Nos presentamos?
Lo que sucedió esa mañana ya lo describimos en clase, y pasó a ser menos simbólico en lo que me había planteado esa noche de insomnio.
-¡Ya está, podríamos trabajar las relaciones interpersonales, las presentaciones, las formas de iniciar una conversación!
De ahí la secuencia de presentación en el hall. De ahí la posterior merendola, actividades que iban de lo menos estructurado y la espontaneidad absoluta (salvo por el marcador del contexto y el rol de clientelismo que podría tener lugar, tal vez evaluación), a una actividad más cerrada, que en un principio era un juego con pos-it (o como se escriba) que terminó en buscar semejanzas a partir de unos ítems. El colofón sería trabajar en pequeño grupo a partir de unas preguntas, que también plasmamos en la propuesta, para concluir en gran grupo. Por lo tanto, queríamos aprovechar la experiencia del día de la excursión y su insípida presentación que se vio amenizada por David, afortunadamente.
A partir de la propuesta empezó a funcionar el foro. Se concretaron roles en la última sesión y se organizaron los materiales y espacios.
Al fin, pusimos en práctica la sesión. Salimos bastante satisfechos en términos generales, y David aprovechó la coyuntura para trabajar un problema de compañerismo que tuvo lugar uno de los días. Me encantó la síntesis que me comentó Carmenchu en petit comité, denominando ese momento como catarsis.
Teníamos más actividades, pero supimos al unísono adaptarnos a la nueva situación y flexibilizar en cuanto a las necesidades que estaban teniendo lugar.
La última sesión de habilidades sociales. Parece que se hacía demorar el por qué del título de este post.
Reunidos en grupo nos pusimos a evaluar, valorar, observar desde la distancia, nuestra actuación. Personalmente, viví ese momento con algo menos de euforia a como habíamos terminado el día de la realización o implementación, supongo que por las connotaciones de la evaluación. Al margen de hacer una síntesis como satisfactoria, que tuvo lugar, salieron al tapete la excesiva presión que había vivido una persona al tomar la iniciativa y cómo los observadores (controladores del tiempo, intérpretes e infiltrados) no tomaron el mando. Por otra parte, los observadores interpretaron que su función consistía en recabar información para una puesta en práctica en esta presente sesión que describo, y no que tuviesen que liderar.
En mi caso en particular, asumí rol de observadora, pero me parecía tan estático que decidí participar en la jornada: en las presentaciones, en el juego y en las puestas en común. Además, tenía sentido el adaptarme partiendo de lo que había aprendido sobre la flexibilización. Intervine y dirigí parte del debate en pequeño grupo. En gran grupo me bloqueé. Tenía preguntas, quería vincular esta acogida a la recibida por ellos pero me fallaba la formulación de la pregunta cada vez que la enunciaba en la cabeza. No quería que sonara a reproche; por lo que al final desistí. También reconocí que me dio vergüenza, y ésta se elevó a la enésima potencia cuando me recordé que habíamos estado trabajando la habilidad de hablar en público. ¡Ya lo sabía! Pero el contexto era distinto, he mejorado mucho a la hora de enfrentarme a exposiciones (por lo menos a nivel de vivencia interna, conflicto conmigo misma que mengua afortunadamente), pero la situación era distinta. ¿No es lógico después de haber estudiado a Bateson? ¿No lo vimos el día del kárate? ¿Somos tan simples de aprender una habilidad y reproducirla igual en cualquier contexto sin modificación?
Carmenchu estuvo genial en su intervención y me dio una interpretación muy acertada que me hizo recobrar algo de paz conmigo misma. Tal vez no quise intervenir o asumir protagonismo para dejar actuar a más gente, puesto que en el foro ya expusimos la propuesta y tal vez no querría volver a saltar a la palestra. Creo que con ese comentario encontré paz; entre tanta algarabía, entre tanto “no he terminado de hablar”, entre tanto “bajad la voz que parece un gallinero”. Y es que creo que me iba incomodando, todo ello mezclado con la sensación de ser la última sesión. La última clase. Contextos fluían por mi cabeza recordándome todo lo que tenía que hacer. Volver a centrarme…la clase. ¿Recuerdas? Estábamos valorando la sesión de HHSS, me autogestionaba de vez en cuando.
Cuando en el grupo abordamos el tema de ¿por qué no utilizamos lo que hicimos en la excursión? Me derrumbé. ¿Qué era la presentación y la acogida sino una forma de mostrarles las relaciones interpersonales? Aunque fuese un poco artificial la presentación de una merendola. ¿Por qué no trabajamos la competitividad si tuvo lugar en la salida al Ecce Homo? Creo que trabajamos la colaboración y la afiliación a partir de nuestro comportamiento. Ellos, con las preguntas que íbamos dirigiendo en el pequeño grupo, podían haber hecho inferencias y haber establecido una diferencia, pues en ella se encuentra información con la que trabajar; por lo tanto, indirectamente, sí trabajamos con ellos la colaboración y el trabajo en equipo al margen de que lo sacase al centro del debate David.
Empecé a preguntarme a mi misma el ¿por qué si no salía por ellos mismos esa inferencia tendríamos que explicitarla? De esa forma volveríamos a Aristóteles, a la dirección rígida, al estancamiento. La experiencia la vivieron como nosotros, y si reflexionan sobre ella pueden hallar esas diferencias y, por lo tanto, puede encontrar el mensaje implícito. O tal vez no, pero aprendí muchísimo durante este cuatrimestre sobre no marcar la direccionalidad de nuestro proceso, porque cada uno iría llegando a su ritmo, en función de lo que experimenta y evoca. Hacer de la situación un ente estático vendría a contradecir la forma de trabajo que hemos ido vivenciando este tiempo, con tantos descoloques, pero que ha dado tantos frutos. El más rico sin duda, la riqueza de interpretaciones que se han generado a partir de una misma situación. El relativismo del mundo que nos rodea. Y también que hemos sabido conjugar nuestras singularidades haciendo una esfuerzo en común. Tal vez no haya habido sinergia, más que la suma de las partes, cosa que es totalmente cierta y con la que estoy de acuerdo porque últimamente esta palabra está de moda y se usa doquiera que vaya. Sólo añadir que hemos aprendido muchísimo en lo que respecta a la capacidad de adaptación gracias al ejemplo de lo que se nos ha ido mostrando este cuatrimestre.
Y por último decir que “la enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón”.
Gracias por tantas vivencias.