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teorías y estrategias de aprendizaje

EL ESTUDIO DE UN CASO SOBRE LECTOESCRITURA

EL ESTUDIO DE UN CASO SOBRE LECTOESCRITURA

         El caso que a continuación paso a describir es el de una niña de 5º curso de primaria.        

Esta alumna de forma general no presenta dificultades de aprendizaje, comprende perfectamente las explicaciones orales de cualquier materia y posee capacidad de trabajo, pero presenta una dificultad en lectoescritura: en primer lugar lee muy despacio y muestra mucha inseguridad en el proceso. De hecho, a pesar de leer correctamente una palabra, tiende a repetirla para asegurarse de que la ha leído bien. De una secuencia de cuatro o cinco palabras hace una segunda lectura. Y a pesar de esto, hay palabras que no aparecen en el texto y que sin embargo añade para suplir la carencia de significado de algunos grupos de palabras o letras. Por poner un ejemplo, ante un diálogo entre personajes, ella sabe que seguidamente el narrador hace una aclaración sobre lo anterior. De manera convencional aparecen palabras como “dijo, exclamó, explicó…” que ella se ha aprendido de memoria  y que lee sin que aparezcan escritas, pero ante un texto de estas características, si el narrador afirma “se mostró extrañado mientras…”, ella lee “explicó” y omite las dos primeras palabras porque le restan sentido a lo que lee.

Ha memorizado determinados convencionalismos porque le dan seguridad y le permiten leer más rápido, ahora bien, le conducen a errores modificando no sólo las palabras sino también la comprensión del texto.

No sólo muestra dificultades en la descodificación de los fonemas sino que no respira bien cuando lee. Agota rápido el aire porque la estrategia de coger poco le permite detenerse un instante a leer las palabras que a continuación va a emitir con la seguridad de haberla leído correctamente mientras respira.

Desde lo que estoy aprendiendo a partir de esta asignatura, Inma, que así se llama, parece no haber adquirido bien la vía indirecta y por tanto, no discrimina los segmentos de una palabra cuando ésta es de tres o más sílabas. Esto le lleva a inventar, añadir u omitir fonemas.

Otro hecho que me preocupa es que para leer utiliza la vía directa. Aunque su velocidad es lenta, no lee de forma laboriosa para interpretar las palabras correctamente, por el contrario intenta leer rápido, o mejor dicho pronuncia rápido, y no se da cuenta de los errores que va cometiendo a lo largo de la lectura. Si a esto añadimos que constantemente hace nuevos barridos a lo largo de un renglón y vuelve sobre palabras ya emitidas para que tenga un sentido el fragmento, fácilmente se pueden deducir los problemas de comprensión lectora que tiene y por supuesto la abundancia de faltas ortográficas en su escritura.

Pero el verdadero problema de su escritura no es que cometa faltas de ortografía, lo cual es lógico si no lee fonema por fonema y por tanto, después de esta adquisición, no tiene una visión de la palabra escrita en su totalidad (como un logograma). Si tan solo fuesen problemas con las agudas, llanas y esdrújulas sería más fácil, o eso creo.

Inma no tiene dificultades de dicción; habla y pronuncia correctamente y tiene una expresión oral aceptable, pero cuando escribe omite fonemas. Por ejemplo “tabesura” por “travesura”; “guega” por “huella”; “ejenpo” por “ejemplo” son algunas de ellas. He observado que lo más habitual es en diptongos “ue” y “ui”, así como en sílabas trabadas: “tr, pr, pl, br, gr…”+ vocal.

También altera el orden de fonemas de una palabra y lo mismo sucede con los números en matemáticas. Respecto a esto último, tengo la ventaja de enseñarles música, y esta asignatura trabaja el ritmo, la pulsación, las prosodias y retahílas rítmicas a las que se ha hecho referencia en muchas de las exposiciones y que favorecen el proceso lector. He de añadir que me permite ver si existen problemas de lateralidad que tanto pueden repercutir negativamente en lo que aquí vengo analizando. El caso de Inma no presenta ninguna dificultad respecto a esa adquisición vital para la lectoescritura.

En las entrevistas que he mantenido a lo largo del curso con su madre, ésta me afirmaba que Inma es muy despistada, que sus dificultades podían deberse sólo a ese hecho. No quise ser alarmista y decidí recoger más pruebas escritas con ejemplos de errores frecuentes en sus redacciones.

Así también, con el consentimiento de su madre y la aprobación de Inma, se ha quedado en los recreos que tengo libres a lo largo de la semana para practicar la lectura en voz alta. He procedido así para intentar paliar los errores y ayudar a que visualice palabras de uso frecuente para que las escriba bien. Estoy trabajando la comprensión lectora y formulo preguntas de lo que va leyendo sobre aspectos muy concretos o sobre ideas principales del texto. Además hemos trabajado con variedad de textos para que no se desmotivase, ya que respecto a esto último tiene un sentimiento de autoeficacia muy bajo.

También hemos leído en colaboración con su madre un libro que le ha gustado mucho, “El vampiro del torreón”, que remitiéndome a la opinión personal de muchos niños sobre éste, pensamos que podría divertirle y así ha sido, de hecho es el primer libro que termina después de haber comenzado muchos y haberlos abandonado durante muchos años según me ha explicado su madre.  

Un aspecto que me llamó mucho la atención en posteriores reuniones fue que me explicase que Inma estaba muy motivada cuando salió de 5 años con la lectura, que sabía leer correctamente y que era una niña muy motivada para el aprendizaje en general, pero que a medida que fue avanzando en primaria dejó de tener esa motivación, que muchos son los libros que ha empezado pero que muy pocos ha llegado a terminar.

Lo que me parece frustrante para Inma es que desde 1º a 5º se ha podido ver que no sólo se ha detenido en su proceso de aprendizaje sino que incluso ha ido, desgraciadamente, retrocediendo. ¿Cómo la profesora que ha tenido en 3º y 4º no se ha parado a analizar el progreso de Inma? ¿Es más fácil decir a los padres que todo va bien, priorizando no tener ningún problema con ellos, a que una niña de primaria los vaya arrastrando a lo largo de su trayectoria académica?

La cuestión no es hallar culpables sino manifestar que el problema de Inma no ha ido creciendo, se ha hecho más visible a medida que los contenidos han incrementado su complejidad; y por otra parte si se hubiese tratado antes su dificultad, posiblemente su autoestima y la aversión a la lectura se hubiesen ido paliando.

Hasta el momento me he basado en registrar todo aquello que pudiese facilitar un diagnóstico para el problema de Inma. Mi formación no me permite ponerle nombre, pero sé que hay un obstáculo y que necesita intervención en la mayor brevedad posible.

Después de mostrarle a la madre de esta alumna errores frecuentes en sus escritos y explicar que a medida que suba de curso encontrará más problemas, recientemente conseguí su aprobación para que puedan diagnosticar su traba.

En mis manos está generar en Inma la confianza de que lo hace cada vez mejor y sobre todo que la lectura es una fuente de placer o el billete con el que podemos viajar a lugares recónditos de nuestra imaginación.

Hacemos juegos como crear cuentos múltiples, que son cortitos, están divididos en varios núcleos y que coinciden en su principio dando lugar a lecturas absurdas y graciosas en las que participan todos. Inma se siente muy bien cuando trabaja en equipo. Otro recurso ha sido crear cuentos en acordeón o cuentos encadenados con papel continuo doblado en tres partes en las que cada alumno inicia en su papel una historia y los compañeros la continúan a lo largo de las 5 caras restantes hasta completar los relatos, de tal forma que para continuar un cuento todos tienen que leer lo que han hecho sus compañeros y  de esta forma pueden ayudarse. La curiosidad de leer lo que han escrito sus amigos le permite hacerlo por iniciativa propia sin que tengamos su madre o yo que estar con ella, porque se ha hecho dependiente del adulto para practicar la lectura.

Bajo mi punto de vista esto es secundario y confío en que cuando se vea a si misma más efectiva leyendo, querrá despegarse de nosotras para hacerlo ella sola por motivación intrínseca.

En casa he dado orientaciones a su madre para que la lectura no sea una obligación, que haya buen clima, que incluso hagan actividades de relajación antes de ponerse a leer juntas y que no sólo lea Inma sino también su madre el mismo cuento, que alternen capítulos y que hablen del relato no como una evaluación para ver si ha comprendido lo que ha leído sino que el libro sea la excusa para hablar sobre leer, sobre las opiniones de los personajes, sobre finales alternativos… me consta que la madre es capaz de llevarlo a cabo.

Inma puede leer cuentos a su hermano de 3 años mientras está su madre para asociar la lectura a algo familiar, a algo positivo que une a las personas. Y que participe de responsabilidades de la casa en las que esté involucrada la lectoescritura.

Espero ir en el camino correcto. Todas las orientaciones que otro profesional pueda brindarme, serán aplicadas para mejorar y superar su problema y haré todo lo que esté en mi mano.

Y respecto al hábito lector espero de Inma, como dice Gianni Rodari, “que la fantasía que juega entre lo real y lo imaginativo, posibilite adueñarse hasta el fondo de lo real”.

 

LOS PRIMEROS DE LA CLASE

         Quisiera comenzar esta reflexión haciendo referencia a un artículo que nos ofreció Leonor en la despedida de su asignatura. Éste versaba sobre la diferencia en el sistema educativo de hoy respecto al que se practicaba en los 70 con la EGB, de la que también en mi caso he sido alumna.

El artículo es del 14.01.08, escrito por José Saturnino Martínez (sociólogo educativo) y relata que antaño había 33 alumnos por profesor, frente a los 11 que en la actualidad hay de media para cada profesional de la educación. Así también expone que el gasto público en educación era del 3% y que hoy es del 4,5%. Respecto a la población en general, había 2 millones y medio de analfabetos y sólo medio millón de universitarios. Las cifras distan respecto al momento presente, dado que las cantidades se han invertido y en consecuencia hay medio millón de analfabetos y 5 millones de universitarios. El autor declara que una consecuencia visible de esta mejora es que los españoles leen hoy más que nunca, y que el grupo que más lee es el de los jóvenes.

Coincido con el autor, y por tanto con el artículo “Los primeros de la clase”, en lo referente a que cada vez se lee más y que esta práctica forma parte de la cotidianidad de los jóvenes de entre 10 a 13 años. Quizá exagere en las cifras, pues el 88,2% me parece desgraciadamente irreal.

Se ha ofrecido una campaña a través de la publicidad con el lema “si tú lees, ellos leen”; se han puesto anuncios en los vagones del metro con las primeras páginas de una libro y con el enunciado “no te quedes en la primera página”, iniciativa que por cierto hemos tomado en mi Centro. Efectivamente se invierte un gran presupuesto en el equipamiento de las bibliotecas de aula, pues se proveen de una admirable cantidad de ejemplares y colecciones atractivas para los alumnos a los que tratamos de incentivar en este saludable y beneficioso hábito para su formación y su tiempo de ocio. El cine también ha contribuido enormemente a la lectura de libros, pues de muchos de ellos se han realizado largometrajes como puede ser Harry Potter,  Las crónicas de Narina, La historia interminable, Momo …

En este sentido qué fue antes, ¿el huevo o la gallina? Hay niños que empiezan a engancharse a Harry Potter tras ver la película. Qué más da si el fin justifica los medios, pues el hábito lector es el “Santo Grial” de todo docente.

Ahora bien, también es cierto que el mercado editorial bombardea al profesorado con libros que elegimos nosotros para los niños. Pensamos en empatizar y en escoger lo que creemos más adecuado para ellos, pero la cuestión más importante es si elegimos bien. Muchos maestros priorizan que los alumnos lean libros que forman parte de nuestro acervo cultural, con la intención de que lo que forma parte de nuestra cultura, se continúe postergando en el futuro. Que los maestros hagamos de eslabón entre el pasado y el futuro obligando al niño a leer determinados libros. Y digo obligando porque es cierto que sin darnos cuenta desmotivamos a los niños para seguir leyendo.  En clase éramos muchas las que nos sentimos identificadas con eso, pues en el instituto nos hicieron leer libros que, efectivamente son obras maestras, pero hacia las cuales no estábamos motivados. Que esas obras son para un público más adulto y que sabremos apreciarlas más con una buena base que se ha forjado a través del gusto por la lectura. Tenemos que ser mucho más estrictos en los libros que seleccionamos para ellos y no olvidar que el objetivo a perseguir es que haya afición a la lectura. Si conseguimos esto, habremos conseguido de una manera mucho más satisfactoria que nuestra cultura siga caminando con los que serán los ciudadanos del futuro.

Se ha puesto de moda en muchos Centros, que asistan escritores/as que animen a la lectura, que presenten sus libros, que hagan de cuenta cuentos, e incluso escriban libros cortos en los que los protagonistas son los alumnos y su contexto escolar en cuyos relatos se incluya el nombre de compañeros, profesores… Este es el ejemplo más claro respecto a la afirmación del artículo cuando explican que lo que engancha a los niños son los temas realistas.

En mi opinión, si todos los libros que les proporcionamos son realistas, ¿dónde está la imaginación y la creatividad que los libros de aventuras y fantasía potencian? No me canso de decir a los niños que un libro nos permite viajar, ser otras personas, vivir en otros parajes, en definitiva huir de la rutina. Si tomamos al pie de la letra que lo que interesa a los niños es el realismo, para eso nos quedamos con lo que tenemos, ya que no hay nada más realista que vivirlo.

Cada vez se lee más, pero con esto no hemos de conformarnos. Que las editoriales se nutran económicamente, que a los 15 años hay que leer “Pedro Páramo”, que los temas sean cercanos a su realidad… es secundario.

Debemos darles alas para que sean capaces de seleccionar, de convertirse en ávidos lectores, de nutrirse de letras, pues es una forma de expresión y de comunicación entre los hombres.

Los maestros tenemos todavía un largo trecho sobre el que formarnos para conseguir de nuestros alumnos unos buenos lectores. No depende sólo de la herramienta o el instrumento refiriéndome con ello al libro. Está también  en  la calidad de nuestra práctica docente.

La lectura nos regala mucha compañía, libertad para ser de otra manera y ser más.

Pedro Laín Entralgo  

UN MUNDO DE CONTRADICCIONES

Después de la anterior reflexión, quisiera escribir otros aspectos también relacionados con la lecto-escritura y que anteriormente no mencioné.

Hace tres cursos escolares, se llevó a cabo, principalmente en Alcalá de Henares, el año cervantino. Todo estaba impregnado de Quijote. Desde el Ayuntamiento se dividió este libro en capítulos en función del número de colegios e institutos, y a cada uno de estos centros se les asignaron unos episodios que tenían que transcribirse por los alumnos y los profesores literalmente. En el centro celebramos unas jornadas culturales que versaban sobre dicho libro. Se hicieron danzas de esa época, se visitó la casa de Cervantes, se representaron teatralmente fragmentos de tan conocido libro con adaptaciones para los niños. Se eligieron libros sobre el Quijote en versión para Primaria como lectura obligatoria. Absolutamente todo estaba invadido de Quijote, Sancho y Cervantes.

Fue el año en el cual se hizo más explícito el fomento de la lectura que a través de la Concejalía de Educación se hizo extensible incluso en la publicidad. Dicha ley consta de 27 artículos en los que se exponen programas, proyectos y acciones dirigidas a la promoción de la lectura, entre otras cuestiones.

-      “Que mejor forma de imponer el Quijote” - pensaron en Alcalá.

Pero, ¿en algún momento nos detuvimos a pensar si era lo más apropiado para el alumnado de Primaria? Echando la vista atrás, veo que en absoluto. Se trata de un libro dirigido a adultos por el vocabulario que emplea. Es más, recuerdo que me obligaron a leerlo en el instituto, y le cogí aversión porque no me motivaba, porque era impuesto y no supe, ya que no estaba preparada para ello, apreciarlo como obra maestra que es. Por tanto, si siendo adolescente con un pensamiento formal, con cierto dominio de la lengua, la gramática y otras competencias de este área, no me resultó interesante, para un niño me parece tedioso. También me parece una falta de criterios pedagógicos por nuestra parte.

Se hizo tanto hincapié en el año cervantino que perdimos el sentido de la realidad y nos dejamos arrastrar por una fecha más que por la sensatez y el verdadero objetivo de crear un fomento realista de la lectura.

Considero que a veces los adultos no somos capaces de meternos en la mente de un niño. Corregimos sus escritos a un nivel que no son capaces de comprender o asimilar. Nosotros podemos atender a la ortografía, caligrafía, expresión, ubicación en el papel… Pero cuando un niño escribe un cuento le intentamos enseñar a que atienda a todos esos elementos que no son capaces de ver simultáneamente. Y es lógico por las características de su pensamiento, como la centración, atendiendo a un aspecto excluyendo los demás.

Algunos profesionales de la enseñanza tienden a imponer la pedagogía escaparate. Un ejemplo de esto es el que cada trimestre se me presenta en la elaboración del periódico. Cuando llega el momento de seleccionar los trabajos que los alumnos han ido realizando surge la polémica sobre si presentarlos mediante ordenador o manuscritos por ellos mismo. En mi caso soy partidaria del texto manuscrito porque respeta la forma en la que ellos presentaron el trabajo, porque reconocen sus propios escritos, y porque reciben una retroalimentación positiva al entender que su esfuerzo ha sido apreciado públicamente. La letra infantil no está constituida, es imperfecta, pero ahí radica la riqueza de ésta. Aceptar precisamente su imperfección es asumir que son niños que aún se está desarrollando, que tendrán una evolución y que serán los protagonistas de sus aprendizajes, aunque les demos la mano para adquirirlos, para integrarlos y que formen parte de la persona que son.

Existen centros que trabajan la lecto-escritura desde el principio con el ordenador. Supongo que este sistema posee ciertas ventajas como puede ser (para mí es una hipótesis pues desconozco esta forma de trabajo) que el niño se acostumbre a la letra impresa en los libros, pues esta habituación generará una descodificación más rápida y pronto pasarán de un método fónico o sintético a uno global o analítico. Esta rápida descodificación puede propiciar que el niño comprenda antes el mensaje y, por tanto, su comprensión mejore. Puede tener otros beneficios que en mi posición me encuentro incapaz de ver. Pero sí creo que anulamos el protagonismo absoluto del niño en lo que él mismo, solo y autónomamente, crea.

Otro aspecto que tal vez desde mi ignorancia me preocupa es lo relacionado con el bilingüismo. Soy de la opinión de que no se puede conseguir un verdadero bilingüismo si partimos de un rechazo a las versiones originales en el cine, si no hay una profunda inmersión de la lengua inglesa porque las familias la desconocen o la medio chapurrean… Dicen que es un proceso lento, y que cuando pasen unas generaciones veremos los resultados. Económicamente, los colegios compiten por ser bilingües porque la Comunidad les da mayor dotación. Todo ello en detrimento de qué, ¿de nuestra lengua?

Los defensores argumentan que la lengua española se sigue utilizando en las áreas instrumentales y que por tanto no se verá desbancada.

Pero el conocimiento del medio y la educación artística pasan a impartirse en otro idioma que difiere mucho del nuestro, porque para empezar se pronuncia de forma distinta a como se escribe.

He de añadir que cuando hablamos de la didáctica de la lengua, defendemos un enfoque globalizado. Que ese fomento de la lectura y la escritura no se trabaje sólo desde el área de lenguaje. Que se haga extensible a todas las áreas. Que nuestra cotidianeidad está llena de palabras. Que leamos, que generemos cultura. Que contribuyamos a seguir transmitiendo ese bagaje de nuestra historia. Que seamos parte de ella.

¿No hay una contradicción en todo esto?

Spinoza (1632-1677) afirmaba que “la experiencia nos ha demostrado que a la persona no le resulta nada más difícil de dominar que su lengua”.

No llego a comprender por qué la escuela, en vez de ser una facilitadora del aprendizaje, lo complica todo tanto.  

MIS AMIGAS, LAS PALABRAS

 Quisiera comenzar con el prólogo que Miguel Muñoz hace en la introducción de su libro “El cuento en la escuela” (1992). Considero que resume muy bien las conclusiones a las que el pasado día 19 de febrero llegamos tras debatir lo relacionado con la lecto-escritura:           

“Aquellos ojos de asombro leían una y otra vez: la “m” con la “a”, “ma”. Y  la “l” con la “a”, “la”. Y así una y otra vez. Hasta que “mi mamá me mima mucho”, “el tomate es rojo”, “la iglesia es alta”, “la pera es el fruto del peral”…           

Y  los niños crecían aún más, y ya había oraciones subordinadas, y yuxtapuestas, e interrogativa; y había modificadores, y sintagmas y morfemas y fonemas y semantemas; e incluso llegaron a oír que había personas que hacían libros donde ponían versos y cuentos y que tenían un nombre, y que habían nacido en…, y en el año de…, y que su estilo era…, y que contribuyeron con su sabiduría a …           

Mas un día pasó por allí el viento dejando la acera llena de palabras, y el semáforo se estropeó, y en lugar de luces aparecieron palabras; y los edificios se inclinaron y de sus ventanas brotaron palabras…           

Y los niños atraparon cuantas palabras pudieron almacenar en sus retinas, olvidaron aquello de “el nombre es…” y “el adjetivo es…” y “la subordinadas yuxtapuestas son…” y confeccionaron un oceánico bolso donde guardar las palabras.           

Y sus corazones latieron tan fuerte que hubo necesidad de recurrir a los hombres sabios de la Academia para pedirles consejo. Pero ante tal acontecimiento no supieron emitir palabra alguna. Ellos no habían estudiado tal fenómeno, y por lo tanto no sabían qué dictaminar.           

Aquella situación cambió la rutina del recinto, y las mesas donde antes se sentaban, bien colocaditas en fila, se agruparon en rectángulos y en círculos, alrededor de las cuales se situaron los rostros abiertos y dulces de los niños, e iniciaron la actividad diaria cambiando todas las reglas y disciplinas que habían sido impuestas por la Sabiduría…”           

Me resulta muy difícil comenzar esta reflexión después las palabras de Miguel Muñoz. La enseñanza formal es la encargada de iniciar los pasos de los niños ante el conocimiento que se les va a mostrar. Ese primer paso es la lectura y la escritura, pues sin estas volveríamos a épocas pasadas en las que la transmisión cultural se hacía oralmente, de boca en boca, en manos de juglares y trovadores, con un procedimiento que limitaba el acceso de nuestro bagaje por el mundo desde que el hombre comenzó a pensar.           

Pero a veces, esa presión que ejerce la importancia de leer y escribir, limita mucho el gusto por estas. El profesor se siente encorsetado por un currículo cerrado y unos padres que quieren adelantar un proceso, que como bien explicó el texto de Cole y Griffin (1978/1989), para el que ha pasado mucho tiempo, ha sufrido cambios y evolucionado para mejorarse.           

Desde la asignatura de Diseño, desarrollo e innovación en currículo con Leonor, hemos estudiado proyectos de innovación en los que el niño encontraba por sí mismo el interés por leer y escribir. Viendo la necesidad, se halla la verdadera motivación hacia este aprendizaje. Pero considero que todavía hay un gran trecho hasta poder entender esto. Sobre todo desde que se vienen añadiendo más dificultades al profesor para detenerse en esa motivación ante amenazantes pruebas como la de sexo, con la finalidad de promover la rivalidad entre los diferentes niveles alcanzados en los colegios sin atender al contexto socio-cultural en el que están inmersos.           

 Por otra parte, y contrariamente a lo que antes he expuesto, el entorno de un niño está rodeado de letras, símbolos que pronto intenta descodificar. Soy profesora de Primaria y he visto la forma de trabajar la lecto-escritura en Infantil. Me parece admirable el carácter lúdico con el que inician este aprendizaje. Globalizan desde la música, la psicomotricidad, los rincones… Fomentan la palabra desde la asamblea con la que comienzan todas las mañanas. Impregnan a los niños del lenguaje pues se les escucha, se expresan abiertamente y se les permite experimentar.           

Llegan a Primaria y en algunos casos la dinámica cambia radicalmente. El profesor se ata a un manual de instrucciones y propone a las familias la abrumadora compra de libros de texto. El niño tiene que leer bien, escribir bien, poseer perfecta caligrafía, no cometer faltas, expresarse correctamente…           

¿Dónde está aquí el carácter lúdico? ¿Dónde se encuentra el fomento a la lectura?           

El niño de Primaria, con un pensamiento concreto, no puede atender a tantas características de la lecto-escritura. Debe ser progresiva la enseñanza de esta, y debe acompañarse de palabras alentadores, de proporcionar una retroalimentación positiva, de crear en el niño sentimientos de autoeficacia. Sólo de esta manera querrá empaparse de palabras.           

Existe un amplio abanico de recursos con los que crear el interés de los alumnos por la lectura y la escritura. Para empezar se tiene que hablar de los libros y de los cuentos como de un billete con el que viajar. Esta es la premisa básica que se opone a “tienes que leer diez libros por ciclo en Primaria” o “escribe una redacción porque hay que practicar”. Esto es instrucción. El hábito lector se hace a fuego lento, incitándoles desde la globalización, y no entiendo por ésta, trabajar la lectura y las actividades escritas del libro de lengua, matemáticas, cono… El maestro ha de ser el primero que debe hallar el gusto por la lectura, sólo así podrá transmitir lo fascinante y enriquecedora que es. Debe leer cuentos, generar dictados con una continuidad sobre un relato que se continúa en episodios. “Si tú lees, ellos leen”.           

Nos obsesionamos con las faltas de ortografía haciendo a los niños completar cuadernillos, y hacer dictados sobre la “m” antes de “p” y “b”… Repetir, repetir, aburrir y conducir al aprendiz (sobre el que entiendo como sujeto dispuesto a conocer) a la desidia.           

Si el niño encuentra la afición a la lectura, su memoria almacenará automáticamente cómo se escribe una palabra sin la necesidad de aburrirles con la ortografía. Es un hecho que los niños que más leen cometen menos faltas, poseen mayor vocabulario y más imaginación cuando se trata de que sean ellos los creadores de cuentos.           

Participar en el periódico del centro, empapelar los pasillos con portadas o introducciones de libros bajo el lema “No te quedes en la primera página”; realizar representaciones teatrales, recitar poesía, invitar a personas mayores a que narren historias de antaño, abrir la escuela a los padres y la sociedad. El compromiso es de todos. No sólo de la institución académica.           

Respecto a la escuela de hace unas década, tenemos más dotación de libros, las bibliotecas contienen interesantes colecciones y una amplia variedad de temas. El niño elige, no se le impone. No podemos cuestionar que lea mejor un libro que un comic, porque así le estaremos cortando las alas. No podemos ignorar el objetivo principal que es el hábito hacia la lectura.           

No considero que cada vez se lea menos. Sí es cierto que tenemos que competir con la televisión y la “play”, las cuales limitan la capacidad creativa de los niños. Pero éstos pasan mucho tiempo en el colegio y desde la coordinación entre profesores, y de los profesores con las familias, podemos obtener la victoria.           

En la última clase del día 19, se hizo alusión al horario de un centro que ponía una sesión de lectura un viernes a última hora. La cuestión no está tanto en la organización de las asignaturas a lo largo de la semana, como la forma de abordarlas. Concluir la semana leyendo puede ser el postre con el que dejar  buen sabor de boca al alumnado. Para ello, el protagonista es el chef, el maestro que motiva al placer por leer.           

Desde la actividad el niño puede buscar la necesidad por crear; ser el motor de viajes, aventuras, recetas, chistes, adivinanzas, cuentos múltiples, retahílas, libros viajeros, acrósticos…           

Concluyo esta reflexión con el mismo Miguel Muñoz:           

“A mis amigos los niños que saben más de lo que los adultos imaginamos”.