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MIS AMIGAS, LAS PALABRAS

 Quisiera comenzar con el prólogo que Miguel Muñoz hace en la introducción de su libro “El cuento en la escuela” (1992). Considero que resume muy bien las conclusiones a las que el pasado día 19 de febrero llegamos tras debatir lo relacionado con la lecto-escritura:           

“Aquellos ojos de asombro leían una y otra vez: la “m” con la “a”, “ma”. Y  la “l” con la “a”, “la”. Y así una y otra vez. Hasta que “mi mamá me mima mucho”, “el tomate es rojo”, “la iglesia es alta”, “la pera es el fruto del peral”…           

Y  los niños crecían aún más, y ya había oraciones subordinadas, y yuxtapuestas, e interrogativa; y había modificadores, y sintagmas y morfemas y fonemas y semantemas; e incluso llegaron a oír que había personas que hacían libros donde ponían versos y cuentos y que tenían un nombre, y que habían nacido en…, y en el año de…, y que su estilo era…, y que contribuyeron con su sabiduría a …           

Mas un día pasó por allí el viento dejando la acera llena de palabras, y el semáforo se estropeó, y en lugar de luces aparecieron palabras; y los edificios se inclinaron y de sus ventanas brotaron palabras…           

Y los niños atraparon cuantas palabras pudieron almacenar en sus retinas, olvidaron aquello de “el nombre es…” y “el adjetivo es…” y “la subordinadas yuxtapuestas son…” y confeccionaron un oceánico bolso donde guardar las palabras.           

Y sus corazones latieron tan fuerte que hubo necesidad de recurrir a los hombres sabios de la Academia para pedirles consejo. Pero ante tal acontecimiento no supieron emitir palabra alguna. Ellos no habían estudiado tal fenómeno, y por lo tanto no sabían qué dictaminar.           

Aquella situación cambió la rutina del recinto, y las mesas donde antes se sentaban, bien colocaditas en fila, se agruparon en rectángulos y en círculos, alrededor de las cuales se situaron los rostros abiertos y dulces de los niños, e iniciaron la actividad diaria cambiando todas las reglas y disciplinas que habían sido impuestas por la Sabiduría…”           

Me resulta muy difícil comenzar esta reflexión después las palabras de Miguel Muñoz. La enseñanza formal es la encargada de iniciar los pasos de los niños ante el conocimiento que se les va a mostrar. Ese primer paso es la lectura y la escritura, pues sin estas volveríamos a épocas pasadas en las que la transmisión cultural se hacía oralmente, de boca en boca, en manos de juglares y trovadores, con un procedimiento que limitaba el acceso de nuestro bagaje por el mundo desde que el hombre comenzó a pensar.           

Pero a veces, esa presión que ejerce la importancia de leer y escribir, limita mucho el gusto por estas. El profesor se siente encorsetado por un currículo cerrado y unos padres que quieren adelantar un proceso, que como bien explicó el texto de Cole y Griffin (1978/1989), para el que ha pasado mucho tiempo, ha sufrido cambios y evolucionado para mejorarse.           

Desde la asignatura de Diseño, desarrollo e innovación en currículo con Leonor, hemos estudiado proyectos de innovación en los que el niño encontraba por sí mismo el interés por leer y escribir. Viendo la necesidad, se halla la verdadera motivación hacia este aprendizaje. Pero considero que todavía hay un gran trecho hasta poder entender esto. Sobre todo desde que se vienen añadiendo más dificultades al profesor para detenerse en esa motivación ante amenazantes pruebas como la de sexo, con la finalidad de promover la rivalidad entre los diferentes niveles alcanzados en los colegios sin atender al contexto socio-cultural en el que están inmersos.           

 Por otra parte, y contrariamente a lo que antes he expuesto, el entorno de un niño está rodeado de letras, símbolos que pronto intenta descodificar. Soy profesora de Primaria y he visto la forma de trabajar la lecto-escritura en Infantil. Me parece admirable el carácter lúdico con el que inician este aprendizaje. Globalizan desde la música, la psicomotricidad, los rincones… Fomentan la palabra desde la asamblea con la que comienzan todas las mañanas. Impregnan a los niños del lenguaje pues se les escucha, se expresan abiertamente y se les permite experimentar.           

Llegan a Primaria y en algunos casos la dinámica cambia radicalmente. El profesor se ata a un manual de instrucciones y propone a las familias la abrumadora compra de libros de texto. El niño tiene que leer bien, escribir bien, poseer perfecta caligrafía, no cometer faltas, expresarse correctamente…           

¿Dónde está aquí el carácter lúdico? ¿Dónde se encuentra el fomento a la lectura?           

El niño de Primaria, con un pensamiento concreto, no puede atender a tantas características de la lecto-escritura. Debe ser progresiva la enseñanza de esta, y debe acompañarse de palabras alentadores, de proporcionar una retroalimentación positiva, de crear en el niño sentimientos de autoeficacia. Sólo de esta manera querrá empaparse de palabras.           

Existe un amplio abanico de recursos con los que crear el interés de los alumnos por la lectura y la escritura. Para empezar se tiene que hablar de los libros y de los cuentos como de un billete con el que viajar. Esta es la premisa básica que se opone a “tienes que leer diez libros por ciclo en Primaria” o “escribe una redacción porque hay que practicar”. Esto es instrucción. El hábito lector se hace a fuego lento, incitándoles desde la globalización, y no entiendo por ésta, trabajar la lectura y las actividades escritas del libro de lengua, matemáticas, cono… El maestro ha de ser el primero que debe hallar el gusto por la lectura, sólo así podrá transmitir lo fascinante y enriquecedora que es. Debe leer cuentos, generar dictados con una continuidad sobre un relato que se continúa en episodios. “Si tú lees, ellos leen”.           

Nos obsesionamos con las faltas de ortografía haciendo a los niños completar cuadernillos, y hacer dictados sobre la “m” antes de “p” y “b”… Repetir, repetir, aburrir y conducir al aprendiz (sobre el que entiendo como sujeto dispuesto a conocer) a la desidia.           

Si el niño encuentra la afición a la lectura, su memoria almacenará automáticamente cómo se escribe una palabra sin la necesidad de aburrirles con la ortografía. Es un hecho que los niños que más leen cometen menos faltas, poseen mayor vocabulario y más imaginación cuando se trata de que sean ellos los creadores de cuentos.           

Participar en el periódico del centro, empapelar los pasillos con portadas o introducciones de libros bajo el lema “No te quedes en la primera página”; realizar representaciones teatrales, recitar poesía, invitar a personas mayores a que narren historias de antaño, abrir la escuela a los padres y la sociedad. El compromiso es de todos. No sólo de la institución académica.           

Respecto a la escuela de hace unas década, tenemos más dotación de libros, las bibliotecas contienen interesantes colecciones y una amplia variedad de temas. El niño elige, no se le impone. No podemos cuestionar que lea mejor un libro que un comic, porque así le estaremos cortando las alas. No podemos ignorar el objetivo principal que es el hábito hacia la lectura.           

No considero que cada vez se lea menos. Sí es cierto que tenemos que competir con la televisión y la “play”, las cuales limitan la capacidad creativa de los niños. Pero éstos pasan mucho tiempo en el colegio y desde la coordinación entre profesores, y de los profesores con las familias, podemos obtener la victoria.           

En la última clase del día 19, se hizo alusión al horario de un centro que ponía una sesión de lectura un viernes a última hora. La cuestión no está tanto en la organización de las asignaturas a lo largo de la semana, como la forma de abordarlas. Concluir la semana leyendo puede ser el postre con el que dejar  buen sabor de boca al alumnado. Para ello, el protagonista es el chef, el maestro que motiva al placer por leer.           

Desde la actividad el niño puede buscar la necesidad por crear; ser el motor de viajes, aventuras, recetas, chistes, adivinanzas, cuentos múltiples, retahílas, libros viajeros, acrósticos…           

Concluyo esta reflexión con el mismo Miguel Muñoz:           

“A mis amigos los niños que saben más de lo que los adultos imaginamos”.

2 comentarios

María -

Hola Esther, únicamente quería saber si Miguel Muñoz fue profesor de 5º de EGB en Madrid en el Colegio Nuestra Sra. de Guadalupe. Si es así me encantaría contactar con él a través de e-mail y saber como está ya que guardo un excelente recuerdo. Muchas gracias. Un saludo

Ana Belén -

Me ha gustado mucho tu reflexión. Me parece muy sugerente. Como sugieres sobre la hora de lectura el viernes es cierto que lo importante no es la actividad que propongas ni cuando la propongas, sino cómo o para qué. En este sentido hacer que una actividad sea motivadora es fundamental y que tenga un sentido también.
¿Cómo abordas tú la lectura en tu aula? Me encantaría conocerla.
Otra idea que me sugiere está relacionada con el vínculo que te propongo http://www.aprendeyjuegaconea.net/uah/htm/experiencias_3.htm
¿Puede la 'play' acercarnos a la lectura? No sé, es una idea para reflexionar.

P.D. La cita final me parece preciosa.