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STATU QUO: DOS PARTES INTERESADAS EN BUSCA DE CIERTO EQUILIBRIO

STATU QUO: DOS PARTES INTERESADAS EN BUSCA DE CIERTO EQUILIBRIO

Nunca entendí por qué Peter Parker (Spiderman), pese a su rol de superhéroe, en su vida cotidiana no triunfaba en ninguno de los contextos en lo que se desenvolvía. Aunque se trate de un personaje de ficción, siempre me ha parecido el  menos convincente en lo que se refiere a status.

Considero que cuando una persona posee alguna capacidad que le permite obtener cierto nivel de éxito en aspectos valorados socialmente, repercute en otros ámbitos de su personalidad y en su relación con el medio. Hay que matizar que el status es variable en función de con quién estemos y la evaluación que hagamos de nuestro propio status así como de con quien interactuemos. Procesamos muchísima información de los demás y se realiza de manera inconsciente, salvo que la situación requiera estar ojo avizor porque estemos arriesgando algo, por ejemplo en una entrevista para un puesto de trabajo. La PNL ha aportado mucho en este sentido y el lenguaje no verbal permite que acomodemos nuestras conductas para adaptarnos al medio social, y este aprendizaje se realiza desde los primeros meses de vida.

El status es algo tan natural que, prácticamente, no podemos verbalizarlo porque lo hacemos de manera automática. Por ejemplo, un niño mide sus fuerzas con sus progenitores para saber dónde están los límites. Acoplan su conducta en función de si están con su padre o con su madre ya que no suelen actuar de la misma manera en los diversos contextos, y por tanto no desempeñan el mismo status. Puede deberse al papel más protector de la madre, quien se encarga de las necesidades más básicas de su hijo; y al papel lúdico del padre, que adquiere por resultado de lo que ya realiza y asume la mujer.

Y si nos remitimos al género, ni que decir tiene que históricamente el hombre ha desempeñado un status superior al de la mujer. En el ámbito de la construcción del conocimiento se parte de la perspectiva masculina, pero generalizando los resultados a toda la población. Todas las áreas de conocimiento nos han sido transmitidas desde una perspectiva androcéntrica, así en Psicología, las teorías del desarrollo evolutivo tienen un sesgo cuando se priman las experiencias de los varones y éstas son generalizadas para el resto, sin tener en cuenta las pautas de crianza diferenciadas y el contexto en el que se desarrollan. En la Historia, la Medicina, la Teoría de la Ciencia ocurre lo mismo. Las aportaciones de las mujeres en estos campos se han ocultado a lo largo de la historia, creando la opinión de que la cultura y el conocimiento son de los varones. Luego se les concede un status superior.

En 1968 Matina Horner puso de manifiesto las diferencias de género respecto a la motivación para el éxito. Para estudiar este fenómeno, Horner preparó un test proyectivo donde pidió a jóvenes universitarios de ambos sexos que completasen una historia que comenzaba así: «Después de los exámenes del primer trimestre Ana (o Juan) era la/el primera/o de su clase...». Las historias de los varones reflejaban satisfacción por la situación, mientras que en las respuestas de las mujeres aparecían ideas negativas sobre el futuro (miedo al rechazo social, temor a perder su feminidad, negación de la realidad).

El miedo al éxito también ha sido detectado en mujeres con altas capacidades y estaría relacionado con la escasa presencia de niñas y jóvenes en programas de enriquecimiento y aceleración, premisa que ya se manifestó en la ponencia sobre altas capacidades donde Laure nos contó que las niñas pasan más desapercibidas.

Volviendo a la asimilación de status del que partíamos al principio de esta reflexión, aunque anteriormente he sostenido que lo regulamos según el contexto y las atribuciones que hagamos de los demás, también hay que añadir que dentro de los muchos status que desempeñamos hay alguno que predomina y que suele influir en nuestras relaciones sociales. Por ejemplo, en el ámbito académico hay personas que proceden de un entorno familiar que ha favorecido el éxito en este contexto y, la seguridad que han adquirido les conduce a mostrar explícitamente una motivación de logro. Muy al contrario, quien procede de un entorno menos favorecedor a nivel cultural pero que haya alcanzado las mismas metas puede mostrar mayor inseguridad porque el recorrido que ha tenido que realizar ha sido mucho más árido, aunque más satisfactorio. Por tanto, aunque el status sea muy amoldable al medio, tenemos ciertos clichés que han sido adquiridos por la devolución de información que recogemos de nuestras interacciones con los demás.

Y esos estereotipos, ese alto status perdido en alguna batalla social, ¿puede ser modificado? El contexto es tan variable que posiblemente pudiésemos tener oportunidades de cantar un órdago a quien en un principio se anticipó imponiendo su superioridad en la relación, pero precisamente por lo impredecible del contexto, nuestro círculo de influencia se estrecha dejándonos poca maniobra de actuación y volviendo a estar desarmado. Lo más catastrófico sería tirar la toalla ante ese ritual y terminar asumiendo un hándicap de sumisión e inferioridad cuando realmente el ser humano tiene la motivación innata de verse y sentirse aceptado y valorado socialmente.

Es muy afamada la frase “la primera impresión es la que cuenta” y es tan importante que no existe una segunda para remediarla. Esto se evidencia en procesos de selección como unas oposiciones o a la hora de realizar una ponencia ante un auditorio, por ejemplo. Todo se decide en los instantes iniciales lo cual explica los varapalos con los que nos encontramos en la vida, y esos golpes de vista resultan difíciles de cambiar. La primera impresión que nos causa alguien parece pesar más que las escondidas virtudes que posea.

Me ha gustado del texto, a parte del sentido del humor del que nos hace partícipes, la recreación de algunas interacciones, a veces estereotipadas porque creemos que están más aceptadas socialmente, que nos pueden conducir a un éxito rotundo o a un fracaso irreparable. Por ejemplo, cuando alguien nos dedica un cumplido y nosotros actuamos con falsa modestia, ¿en qué status nos sitúa?

Responder afirmativamente denota seguridad y sinceridad cuando realmente es verdadero dicho cumplido, pero, como indica el autor “nos agrada que las personas estén en un status muy bajo”, luego ante el temor de producir desagrado al bajar el status del interlocutor, tendemos a bajar el nuestro buscando argumentos que corroboren que nuestra actuación no ha sido para tanto y que no estamos ante un pedestal que nos aísle de la compañía de los otros.

Hay quienes actúan de chivo expiatorio y se infravaloran tanto que lo demás no llegan a darle la mano y le abandonan a su suerte, lo que hace asumir a esas personas que no son merecedoras de los demás, que resultan poco interesantes y que no merece la pena conocerlas. Nuestro amigo en algunas de estas reflexiones, el Efecto Pigmalión, tiene gran incidencia en lo que a asunción de status se refiere.

También existe el extremo opuesto con el que se obtiene el mismo resultado, es decir, quien manifiesta un status alto como mecanismo de defensa, como coraza para evitar se penetrado por el rechazo de los demás cuando es precisamente esa coraza, ese lenguaje no verbal violento, lo que actúa de muro ante la relación con los otros.

Manejar el status es difícil por lo automatizado que es este proceso en nuestro contacto con la sociedad. El punto de partida tal vez sea aceptarse a sí mismo, tener sentido del humor y asumir que no podemos agradar a todo el mundo. Que no podemos renunciar a nuestra integridad en pro de la superioridad de los otros para vernos aceptados. Esto último, el valorarnos, nos situaría en un cuarto orden de conciencia que nos liberaría de las ataduras que a veces nos impone la sociedad, que asumimos inconscientemente, y que erosionan nuestra autoestima en las facetas en las que nos desarrollamos.

Hemos de saber anticiparnos a encontrar lo cómico que haya en nosotros. Así podremos evitar que otros se burlen de las virtudes que no poseemos.

1 comentario

Alejandro -

Hola Esther

Qué interesante síntesis de tantos temas acabas de hacer. Cada vez escribes y te expresas mejor, ameno, claro y complejo.

El sentido del humor relativiza posiciones, visiones, perspectivas, puntos de vista demasiado rígidos. El problema es probablemente esa rigidez, la falta de flexibilidad para adaptarte a diferentes situaciones, sea lo que sea que signifique un término tan amplio como adaptarse, que entre otras cosas implica comprender la situación.

Trasciendes muchas cosas, el tema no es si el estatus es alto o bajo, sino la relación mantenida, la relación en sí. Pero es más fácil centrarse en los polos que en la relación entre ellos.

Ya que mencionas temas de psicología evolutiva. Siempre me hubiera gustado trabajar modelos teóricos críticos con esa perspectiva "masculinizadora" que mencionas. Sobre todo apreciable en modelos clásicos como el de Erikson, Kholberg, entre muchos otros. Una autora muy relevante en esto es Carol Gilligan. También hay modelos que revisado teorías sobre la formación de la identidad que destacan una cualidad especial propia de una socialización más "femenina", no recuerdo ahora la autora, lo buscaré, por si te interesa. Este tipo de perspectivas "femeninas" enfatizan elementos vinculares y relacionales, menos individualistas y orientados al logro.

Respecto a lo del cuarto orden, creo que incluso hay que cuestionar el cuarto orden, algo que también se consigue con el humor, y el descenso flexible a un status bajo o el ascenso flexible a un status alto. Los buenos comunicadores dominan muy bien esto, y por supuesto hacen gala de un interesante sentido del humor. Sobre todo para no tomarse demasiado en serio a uno mismo, entonces, como bien dices, qué mas da lo que piensen los demás, o puede que importe, pero no tanto como para condicionarte.

Eso implica ir más allá del cuarto orden, dado que cuestionas, relativizas tu propio sentido de identidad.

Como me decía el psicólogo con el que pasé un año haciendo mis prácticas en 5º de Psicología, en una unidad de salud mental, "cuidado con la importancia personal". Cuando te pones demasiado nervioso en una situación, posiblemente te estés dando demasiada importancia a ti mismo.

Bueno, que tampoco quería enrrollarme tanto, pero es lo bueno de lo que has escrito que da que pensar.

Gracias

Un saludo

Alejandro