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INCONGRUENCIAS

INCONGRUENCIAS

Cristina madrugó más que de costumbre. Antes del trabajo había quedado con su mejor amiga porque requería de sus amables consejos. Estaba pasando una mala racha y no veía a nadie mejor con quien compartir esos momentos y confiar en su opinión. Con los nervios que la consumían por dentro  no consiguió dormir  hasta bien entrada la madrugada, y se había despertado más tarde de lo que se había propuesto. Se vistió rápidamente, y no se dio cuenta de que llevaba la misma blusa del día anterior. Pensó que ya no le daría tiempo a planchar otra, ya que había puesto una lavadora hacía unos días y no había encontrado el momento de volver a reciclar su armario. Siempre dejaba todo para el final. Siempre se lo reprochaba a sí misma, pero eran hábitos que no conseguía cambiar. Cogió el bolso con las llaves. Solía ser bastante despistada, no quería dejarse nada pues sería la gota que colmaría el vaso; además llegaba tarde.

Ana llevaba un rato esperando en la cafetería a la que solía ir todas las mañanas. No pretendía  romper con las rutinas y el tiempo apremiaba porque entraba a trabajar a las 9:00. Se decepcionó mucho al ver que no sólo Cristina no la estaba esperando, sino que llevaba 15 minutos mirando, minuto a minuto el reloj, desde que le sugirió que las 7:45 sería buena hora para tener un margen de tiempo y llegar sobradamente al trabajo. También le intrigaba lo que su amiga, tan impacientemente, quería contarle. En unos días se volverían a ver llegado el fin de semana y no entendía tal premura.

Decidió pedir un café con leche y una tostada con mantequilla. En ese momento Cristina atravesó el umbral de la puerta y pidió disculpas desde la distancia, tras lo cual se acercó a la barra de la cafetería para pedir un café solo y anticiparse a pagar la cuenta de lo que ambas iban a consumir.

Apenas si se saludaron. Sin más dilación, Cristina comenzó a narrarle lo que tanto la inquietaba. Hacía tiempo que Pablo estaba bastante distante con ella. Había dado un cambio radical, pues solía ser muy atento y cariñoso. Imperaba a su amiga cómo podría obrar en adelante porque se sentía ridícula siendo tan condescendiente con él cuando lo que realmente quería era darle un escarmiento y actuar con la misma frialdad a como él estaba actuando;  pero suponía un conflicto para ella porque se consideraba a si misma muy detallista y se sentiría mal consigo interpretando un papel que no iba con su personalidad. Por otra parte, si se comportaba como él, a modo de espejo, tal vez éste se diera cuenta y reaccionaria para salvar la relación que durante los 3 años precedentes a esta situación había ido sobre ruedas. Eran tal para cual. “qué hago”, “cómo actúo”, “y si encuentra una justificación para dejarme”, estoy contradiciéndome todo el tiempo”.

Cristina no dejaba de hacer preguntas retóricas que ella misma respondía. Se tocaba el pelo, subía el tono de voz y su habla era ininteligible a la velocidad a la que lo hacía. Movía la cucharilla y estaba empezando a ser crispante para Ana. Ésta se acordó de las innumerables veces que su amiga la había requerido con dudas semejantes. Era, ¡tan insegura, y tan egocéntrica! “Me pone de los nervios, no la aguanto”. “Siempre que he intentado contarle algo me ha ignorado desviando el tema a su terreno”. “Hace tiempo que tendría que haberle explicado mi necesidad de sentirme atendida y escuchada”. “Nunca me ha apoyado”. “Empiezo a odiarla”.

En la mesa contigua Julián había decidido poner en práctica lo que días anteriores había estado leyendo de R. BRANDLER (1994) “La estructura de la magia II” sobre las incongruencias. Tomó la libreta y empezó a observar el lenguaje corporal de la que decía llamarse Cristina. “¿Habrá incongruencias?” Puesto  que Cristina llamaba más la atención, al principio Julián se detuvo en ella. Anotaba datos referentes a sus manos, su respiración, colocación, expresión facial, fijación ocular… No parecía mostrar incongruencias dada la información que estaba transmitiendo, se veía que era una persona nerviosa. Tal vez excéntrica, de las que les gusta acaparar todo el protagonismo. De repente desvió la mirada hacia la amiga. Se veía que era más serena, apaciguadora (uno de los roles sobre los que había estado leyendo), introvertida cuando intervenía para hacer breves aportaciones a su amiga. Tampoco parecía incongruente. De pronto fijó su mirada en las piernas. Una de ellas se agitaba rápidamente; se frotaba las manos y sus ojos apuntaban al suelo. Incluso parecía que no estuviese escuchando a quien tenía enfrente y se había quedado absorta en sus pensamientos. Se frotaba las manos debajo de la mesa, se mordía las uñas y el desayuno lo había engullido a velocidad de vértigo. Decidió centrarse más en su persona. Además reconoció rápido esa conducta repetitiva. “Onicofagia”. “Bien que me acuerde desde que me lo explicaron el otro día cuando vimos las neurosis”. “Como se preguntaba BATESON, cuál de los dos mensajes sería el válido”.

Mientras Cristina parloteaba, Ana empezó a ponerse roja. “Nunca me escucha a pesar de lo amable que siempre me he mostrado con ella”. “Me siento manipulada por los dos, nunca he sabido autoafirmar mis propios derechos, y no soy nada asertiva”. “Parezco el chivo expiatorio de todo el mundo”. “Empiezo a estar harta”. “¿Cómo se tomará lo que tengo que decirle?”. “El otro día su novio me besó”.

Las primeras incongruencias las hemos visto en las propias teorías de la personalidad de la mano de psicólogos como SHELDON (1942), quien estableció sesgos y estereotipos (así como una visión bastante reduccionista) al descubrir que “los tipos corporales y la personalidad están asociados entre sí”. No considero adecuado generalizar y afirmar férreamente que el endomorfismo (cuerpo más redondeado, eufemismo que muestra lo que consideramos correcto o incorrecto socialmente), denote un comportamiento más amable.

Freud  desarrolló un “Modelo de la mente” donde establecía la incongruencia a la que estaba sometido el individuo por los instintos de vida y los instintos de muerte, así como por la competencia entre el Id, el Ego y el Superego  que originan todos los conflictos que pueden hacer sucumbir al deseo o a la lógica.

Nuestros hemisferios cerebrales, aunque el cerebro es un todo porque las neuronas están interrelacionadas, se han especializado en algunas tareas que los diferencian; así el hemisferio derecho está más relacionado con la orientación espacial y el izquierdo en el lenguaje. GAZANIGA (1985), en El cerebro social, narra experimentos que demuestran la teoría del cerebro dividido con el caso W. J. que mostró mayor desempeño en su mano izquierda, al realizar el dibujo de un cubo, que su mano derecha por la especialización cerebral, como he dicho anteriormente.

Luego si fisiológica e inconscientemente presentamos asincronías, cómo no lo va a tener nuestro comportamiento. Ya hemos experimentado cómo el status es variable y se acomoda a los contextos, aunque esto es más bien una capacidad de adaptación al medio que una incoherencia en sí.

La herencia y el ambiente moldean nuestra personalidad. Ahora bien, ya que hablamos del ambiente, el contacto con otros individuos, el aprendizaje que realizamos de las habilidades sociales, nos muestran pautas de relación con los demás, consistencias que nos hacen asumir ciertos rasgos y que nos imponen una disonancia entre cómo pensamos y cómo actuamos. Tal es el caso de los eufemismos o la condescendencia para no herir a la otra persona. En los contextos de evaluación priorizamos lo que los demás pensarán con respecto a cómo nos mostraríamos ante una situación con carencia de juicio o valoración por parte de la sociedad.  Por lo tanto, constantemente estamos siendo incongruentes entre lo que nos dicta la moral y lo que queremos hacer realmente. La cultura impone reglas como por ejemplo decir “no”, muy mal considerado ante un protocolo. Algunos países declaran explícitamente lo inadecuado de la utilización de dicho adverbio por la connotación tan negativa que despierta, tal es el caso de la cultura Japonesa.

El problema radica en llevar esta conducta al extremo de anular la propia realización frente a la realización de los demás. Abandonar y descuidar nuestra identidad y llegar a desempeñar los roles que describía el texto de BANDLER (“apaciguador, inculpador, computador y distractor”), que aunque todos ellos conducen a una incongruencia en la personalidad, “puestos a elegir”, considero que el más agresivo para la persona es el primero, aunque todos entrañan problemas que afectan a las relaciones que tenemos con los otros.

Es ardua y difícil la terapia que desempeñan los terapeutas que nos relata el texto y “polarizar los metamensajes” en busca de cierta estabilidad. Quisiera añadir que ciertos ejemplos entre la relación paciente y terapeuta, precisamente por ese aprendizaje social, me parecen impensables en nuestra cultura. Por ejemplo, ante la pregunta “Cómo te sientes” (psicólogo), el paciente responde: “siento temor de sentirme irritado”. Nuestro contacto con los demás nos ha hecho incorporar un modelo evaluativo, pues ante la misma pregunta del terapeuta considero que la mayoría hubiésemos contestado en términos de bien o mal, lo que nos lleva a una visión del mundo muy reducida y extremista. Induce a pensar que no asimilamos el término medio.

Pero tenemos incorporadas otra serie de creencias que nos perjudican a la hora de funcionar desde nuestros propios valores como “no permitirse el más mínimo error”, “obtener la aprobación de todos”, “que no salgan las cosas como nos gustaría”. Esto no lleva a un estado de frustración constante.

La tendencia del ser humano es la búsqueda de la estabilidad, sentirnos bien con nosotros mismos, pero incorporar a nuestra visión del mundo el blanco o el negro nos lleva a esa constante contradicción e incongruencia, un desequilibrio en nuestra identidad que va mermando lo que realmente queremos y nuestra  propia autorrealización.  

Deberíamos funcionar desde un cuarto orden de conciencia, sin herir a los demás pero sin hacer sucumbir ni mellar nuestro desarrollo; que la sociedad no se convierta en una conspiración contra la personalidad de cada uno de sus miembros. Entrenar las categorías Satire incorporar más estrategias para salir de la concepción del mundo simplista es permitirnos ser libres de condicionamientos. Ante la asunción del error darnos un respiro, pues ¿quién no es incongruente?

Como afirmaba Carl Rogers: “vive por entero a cada momento”.

1 comentario

Alejandro -

Vaya vaya con Ana, ja... ¿con que la besó el novio? Eso sí que es un buen Mcguffin, ja... y nos dejas así...

Se me ha quedado una cara incongruente total...ja..

Bueno, me ha gustado mucho el texto. Estaba pensado para que reflexionáramos sobre la comunicación no verbal, y la información que da respecto a nosotros mismos, respecto lo congruentes que somos o no con nosotros mismos y los demás. Complementa el de estatus y el de conflictos, además da ejemplos de intervención. Julián me ha recordado a mi hace un tiempo cuando me ponía a observar a la gente en los cafés o en los bares ;), o cuando me ponía a ver la tele y quitaba el sonido para fijarme mejor en la conducta no verbal.

Bueno, eres una mina de temas. El martes, en mi última clase salieron muchas congruencias e incongruencias de éstas, ¿no? ahora las entenderás mejor. El tema de nuevo no es evaluarlas, sino notarlas, porque sólo entonces podemos hacer algo al respecto. Si las notamos son información, si no las notamos mero ruido, aunque puede que tenga efecto en los demás. Interesante tu observación sobre la típica respuesta de "bien" o "mal" tan típicas cuando le preguntas a alguien cómo está. Si quieres descolocar a alguien, contéstale de manera detallada cómo te sientes si te preguntas (con la expectativa social de recibir un mero bien claro, )o di que te sientes muy mal, ja... eso es casi peor. Lo peor entonces es que te digan, qué va, cómo vas a estar mal, pero si estás bien... ja .. Eso sería un tema interesante a explorar, ay cuantos temas hay.

Bueno, buena integración otra vez, ésta incluso mejor aún que las anteriores, me gustó la historia inicial. Contextualizaba bien el resto. Ah... y no te olvides que hay que ir más allá del cuarto orden ;) ése es mi lema de este curso, carguémonos el cuarto orden ,)

Un saludo

Alejandro